Si bien la intentona golpista acaecida el pasado viernes 15 de julio en Turquía fue un fracaso, esto no asegura que la situación en el país sea menos tensa.
Turquía es sin dudas una de las economías emergentes más fuertes del mundo y su posición geográfica como bisagra entre Europa y Asia le concede una relevancia en el comercio por el estrecho del Bósforo, sobre todo para el paso de los buques petroleros.
Además, desempeña un papel fundamental en el control de inmigrantes sirios a las islas griegas y al resto de la Unión Europea (UE).
Para las potencias occidentales también es un punto clave. Es uno de los miembros principales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y su importancia radica en varios factores como la posición geopolítica a las puertas de Oriente Medio y el tamaño de su fuerza militar, la segunda más numerosa de la organización después de la estadounidense.
Las preocupaciones ahora, más allá de los impactos sociales, se giran a lo económico, sobre todo a la lira turca. El intento de golpe de Estado y las horas de tensión que este generó después, afectó no solo al mercado turco, sino también el internacional.
Luego que las principales agencias informativas comenzaron a anunciar el inicio del golpe militar, la divisa se desplomó en un 4 % y según fuentes del Banco Mundial, ha sido la peor bajada desde la crisis financiera del 2008.
La moneda parece recuperarse una vez superada la incertidumbre. Según estadísticas de Bloomberg, compañía estadounidense de datos financieros, la divisa turca comenzaba a recortar las pérdidas esta semana y ganaba un 2,8 %, situándose el cambio en las 2,9326 liras por dólar.
Otro sector afectado fue el mercado petrolero. En la bolsa de futuros de Londres, el barril de Brent, más sensible a los acontecimientos de Turquía, cerró en 47.61 dólares y una hora después se elevaba hasta los 48.25 dólares, o un 1,3 % adicional. Mientras en Nueva York, en el Nymex, el WTI pasaba de 45.95 dólares a 46.28.
Los estrechos turcos, el Dardanelos y el Bósforo, funcionan como camino obligado entre el mar Negro y el mar Mediterráneo, pero además el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, el segundo más largo del mundo, que transporta el crudo desde el mar Caspio al Mediterráneo a través de países como Azerbayán, Georgia y Turquía, con una capacidad de diez millones de barriles al día; y traslada petróleo de la región kurda de Irán a los puertos mediterráneos de Turquía con una capacidad de 600 000 barriles al día.
De modo que después del intento golpista urge monitorear el comportamiento de la moneda turca y de los mercados con respecto al petróleo.
La situación turca también ha despertado interés en Latinoamérica. En los últimos años se han estrechado los lazos políticos, culturales pero sobre todo económicos entre la región americana y el país euroasiático.
Los intercambios comerciales entre Turquía y América Latina crecieron de más 1 000 millones de dólares anuales en el año 2000 a más de 8 000 millones el año pasado, prácticamente multiplicándose por diez en poco más de una década.
Las importaciones que recibe el país otomano desde la porción sur americana son materias primas y recursos naturales que incluyen cobre, combustibles, minerales y petróleo, aunque Brasil y Argentina también exportan maquinarias.
En el caso de las exportaciones hacia la región son en su mayoría bienes manufacturados con tecnología media y baja como automóviles y motores, hierro y acero, material para reactores nucleares pero también frutas y comestibles, textiles y fibras sintéticas Turquía en estos momentos negocia tratados comerciales con Colombia, Ecuador, México, Perú y tiene previsto hacer lo mismo con Centroamérica, mientras con Chile tiene un Tratado de Libre Comercio en vigor desde el 2011.
El turismo, por otra parte, también podría verse afectado pues aunque la Asociación de Tour-operadores de Rusia comunicó que los destinos turcos continúan en la popularidad de los viajeros, incluso en la situación posterior al fallido intento de golpe de Estado, la inestabilidad y violencia que azotan al país durante los últimos meses son factores fundamentales para la selección de destino.
El número de visitantes extranjeros que viajó a Turquía el pasado mes de abril se situó en 1,75 millones, lo que supone un desplome del 28 % en comparación con el año anterior.
Algunas zonas del sudeste cercanas a la frontera siria, se conservan, prácticamente como zonas de guerra.
Mientras, las dos principales ciudades del país, Ankara y Estambul, han sufrido atentados a manos de grupos extremistas, que operan en la región, como el Estado Islámico.
En tal contexto, la Asociación turca de Inversores Turísticos predice que la caída total de los beneficios del sector en el 2016 va a ser de casi 13 500 millones de euros. Además, apunta a una reducción del 30 % en el número total de turistas.
Entonces la inseguridad política que vive hoy Turquía abre la probabilidad de un resentimiento en torno al crecimiento económico en sectores sensibles y una repercusión negativa en los beneficios de inversores internacionales.
“La economía turca se recuperará rápidamente del fallido golpe de Estado de la semana pasada y el gobierno anunciará pronto decisiones claves para apoyar y fomentar la inversión”, dijo el ministro de Economía Nihat Zeybekci el pasado miércoles en declaraciones a la emisora estatal TRT. Y sin dudas el país lo necesita.















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