Muerte a la esperanza

Apenas había dejado de ser ama­mantado por su madre. Eran muy poco sus 18 meses de vida como para entender tantas cosas que su­ceden en el entorno en que nació y pretendía vivir. No podía saber el por qué él, como otros millones de palestinos, debían subsistir como parias en su propia Patria. Alí murió quemado vivo por el odio de los colonos judíos. Era un niño y constituía la esperanza…

No tuvo tiempo para descubrir la razón por la que en la propia Cis­jordania ocupada donde vivía, Is­rael había construido un muro para cercenar la utopía de que Palestina podía ser un Estado con los mismos derechos y deberes de los otros casi 200 que componen la comunidad internacional.

Mas imposible sería para el niño Alí deducir cómo era posible que esos que queman casas y vidas son apoyados por fuerzas militares del Estado usurpador, el mismo que cada año recibe una ayuda financiera exterior superior a los 3 000 millones de dólares para comprar las más sofisticadas armas que emplea contra el pueblo palestino y que amenaza la paz regional y mundial.

Los que lanzaron bombas y quemaron la casa del infante Alí Dawabsheh, son los mismos colonos judíos a los que no les basta con apoderarse de esos territorios y construir gigantescas colonias en tierras que les son ajenas.

Israel, con estos crímenes, avanza en su gran propósito de extirpar hasta la propia esperanza de que Palestina sea un Estado soberano. Con asesinatos como este se lanza por el barranco lo que pudiera quedar de un plan de paz que nunca se ha cumplido.

Casi coincidiendo con la muerte de este pequeño, se producen de­claraciones de gobiernos aliados de Tel Aviv en las que se habla de “la imposibilidad de alcanzar la paz en la zona y de que pueda existir un Estado palestino independiente al igual que uno israelí”.    

Alí es el último de los niños pa­lestinos víctimas del odio israelí. Se produjo en la ciudad de Duma, cer­ca de Nablús, en Cisjordania. Junto al menor fallecido, su hermanito de cuatro años y sus padres, sufrieron quemaduras entre un 80 % y un 90 % de sus cuerpos y los tres están en peligro de muerte según el parte médico.

Como una burla a los pobladores árabes y a la comunidad internacional, el primer ministro de Israel, Ben­jamín Netanyahu ordenó por esos mismos días la construcción de 300 nuevos asentamientos ju­díos.

En la larga lista de palestinos asesinados por los militares y los colonos israelíes se destaca la cantidad de niñas y niños.

Según un informe de la ONU, solo en lo que va del 2015 se han producido 112 asaltos de colonos judíos contra instalaciones y viviendas palestinas.

Reportes de la prensa internacional recuerdan a la menor palestina de solo cuatro meses de nacida, Iman Hajo, asesinada en el 2001 y la muerte del niño Muhammed al Durra en el año 2000 cuando los militares israelíes ametrallaron a su padre porque este trataba de protegerlo junto a su cuerpo.

De igual forma, en octubre del 2014, una niña de cinco años, Inas Shaukat, fue atropellada al norte de Ramalá, y otra menor fue seriamente herida en el mismo incidente. Varias agencias de prensa refieren que es común que muchos niños palestinos sean asesinados y golpeados, o torturados, como ocurre con los más de 300 que guardan prisión en cárceles sionistas.

Hasta el propio Comité Israelí contra la Tortura reveló el descubrimiento de niños árabes encerrados en jaulas a la intemperie en lugares vallados o durante el invierno.

Aún conmovida está la población y la comunidad internacional por esta última y horrorosa muerte de un menor.

Al respecto, el dirigente de la Or­ganización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Eakat, dijo que “no se puede disociar este ataque bárbaro de un gobierno que re­presenta una coalición para la colonización y el apartheid”.

Es el plan de un gobierno que quiere enterrar las esperanzas de quienes como Alí, ni siquiera pudieron soñar con ella.