Cuando Barack Obama llegó a la Casa Blanca en el año 2009, muchos líderes africanos pensaron que iniciaría una nueva etapa de las relaciones de Estados Unidos con el continente. No solo se trataba del primer afronorteamericano en asumir la presidencia del país más poderoso del mundo, sino que su vínculo con África era directo, gracias a su padre keniano.
Pero lo que esos líderes quizás nunca imaginaron, es que habría que esperar más de cinco años para que el presidente de EE.UU. realmente se interesara por la tierra que dio origen a su familia.
Mientras China, Brasil, India, Rusia, Japón y hasta Europa, se han esforzado en los últimos años por cultivar sólidos vínculos económicos y políticos con África, no fue hasta junio del 2013 que Obama realizó su primera gran gira por la región.
Entonces entendió que tendría que correr muy rápido en una carrera en la que se había quedado rezagado, porque la realidad africana estaba cambiando. “EE.UU. no puede quedarse a un lado porque sigamos ateniéndonos a los viejos estereotipos”, afirmó al culminar su recorrido por Senegal, Sudáfrica y Tanzania.
África hoy se ha ganado el respeto incluso de todos aquellos que hasta hace poco la despreciaban. Según el Banco Mundial, el Producto Interno Bruto real africano aumentó durante la última década a un ritmo mucho más rápido que el del resto del mundo.
Cifras de la Comisión Económica para África de Naciones Unidas (UNECA, según sus siglas en inglés), indican que el continente —aún con desafíos importantes en el ámbito social— ha experimentado un crecimiento sostenido promedio del 5% desde principios de siglo.
La ONU señala que este avance económico ha coincidido con una baja de los conflictos, un mejoramiento del marco institucional y regulatorio y el surgimiento de gobiernos responsables y democráticos en la mayoría de los países.
Consciente de todo esto, EE.UU. está modificando su manera de acercarse al continente. Se ha anunciado un cambio en los objetivos de la Ayuda oficial al desarrollo estadounidense para África para el año 2015, desplazando la salud y la educación en favor del desarrollo económico, la seguridad y la gobernanza.
La nación norteamericana está mirando hacia África como un jugoso nicho de oportunidades de negocios. Pero si quiere ser parte de esta nueva realidad tiene que darse prisa.
Washington “tiene que competir cada vez más en África en influencia y atractivo con una nueva colección de potencias emergentes, influencias e ideologías”, señaló la responsable para África del Brookings Institution, Jennifer Cooke, en el Financial Times.
Mientras, la actual secretaria de Comercio, Penny Pritzker, manifestó que “el momento de hacer negocios en África ya no está a cinco años de distancia. El momento es ahora”.
De acuerdo con un reporte de UNECA, diez de los 20 primeros países del listado global de mercados fronterizos en los que las multinacionales estadounidenses y europeas quieren invertir están en África. Nigeria encabeza la lista, mientras Angola, Etiopía, Ghana y Kenia están en el top 10.
Sin embargo, la relación comercial más dinámica del continente durante los últimos años no la han tenido ni EE.UU. ni Europa, sino China.
La presencia china y de otros países BRICS, que están reforzando la cooperación Sur-Sur, constituye un peligro para los intereses occidentales en el continente. Por ejemplo, mientras que el comercio de África subsahariana con China aumentó en 2013 un 5,1 % con respecto al año anterior, con India un 8,3 % o con Brasil un 7,8 %; con Francia se redujo en un 2,8 % y con los Estados Unidos en un 12,5 %.
Por eso EE.UU. redobló esta semana sus esfuerzos por la “conquista” africana con nuevos compromisos de financiación e inversión pública y privada por unos 33 mil millones de dólares, que incluyen acuerdos empresariales por más de 14 mil millones.
“África sigue afrontando enormes desafíos (...) pero no podemos perder de vista la nueva África que está emergiendo”, aseguró Obama durante la Cumbre de Líderes de África, que se celebró en Washington con la asistencia de más de 40 jefes de Estado de la región.
El jefe de la Casa Blanca indicó que a los 14 mil millones de dólares en acuerdos por parte de empresas estadounidenses, se suman siete mil millones en financiación pública para impulsar las exportaciones y las inversiones.
Asimismo, se añaden otros 12 mil millones en compromisos del Banco Mundial y otros organismos para respaldar la iniciativa de Obama para la electrificación de África.
“Estamos decididos a ser un socio en el éxito de África, un buen socio, un socio igualitario y a largo plazo”, aseguró Obama, quien no perdió la oportunidad para lanzar lo que muchos interpretaron como críticas contra China.
A diferencia de “otros”, Washington no reconoce a África “simplemente por sus recursos naturales”, sino que está interesado también en su gente, “el mayor recurso” del continente, dijo.
Insistió en la necesidad de fortalecer las instituciones de gobernanza y de fomentar el respeto a los derechos humanos, así como prometió ayuda en el combate contra el brote de ébola que golpea a naciones de África occidental como Liberia, Guinea, Sierra Leona y Nigeria.
Alrededor de 100 empresas estadounidenses —entre ellas Coca-Cola, Wal-Mart y General Electric— participaron en el Foro Empresarial de la Cumbre de Líderes de África, en el que también estuvieron presentes el vicepresidente, Joe Biden, y el secretario de Estado, John Kerry.
SEGURIDAD REGIONAL
Aunque la Casa Blanca intentó centrar la Cumbre en la expansión de las relaciones económicas y de inversión estadounidenses, las reuniones de los mandatarios y jefes de delegaciones no pudieron sustraerse del interés geopolítico de Washington de fortalecer su presencia militar en el área.
En este sentido, Obama pidió fortalecer la cooperación con los países africanos para responder a los conflictos y amenazas terroristas de grupos extremistas como Boko Haram en Nigeria y los shebab somalíes.
Si bien no se refirió de manera explícita al envío de fuerzas militares, abogó por mayor asistencia financiera, logística, de inteligencia y entrenamiento de tropas de la Unión Africana en naciones como Somalia.
Anunció que su país ayudará a la creación de una fuerza rápida de paz en África en colaboración con Ghana, Senegal, Tanzania y Ruanda.
Adelantó que EE.UU. invitará a más estados a formar parte de la nueva iniciativa e hizo hincapié en que “a todo el mundo le interesa el mantenimiento de la paz en África”.
Bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, EE.UU. mantiene en ese continente más de cinco mil efectivos, en particular de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Pentágono.
En el 2007, EE.UU. creó el Mando Conjunto Africano (Africom), con sede Stuttgart (Alemania), que cuenta con dos mil empleados permanentes.
El centro mayor de sus operaciones militares es Camp Lemonnier, otrora bastión de la Legión Extranjera Francesa, ubicado en el extremo nordeste de Djibouti. Allí EE.UU. tiene una Base Expedicionaria de la Marina de Guerra, y su sede la Fuerza de Tareas Conjunta del Cuerno de África.
Con capacidad para unos cuatro mil militares, Lemonnier tiene el mayor aeródromo de África oriental, que EE.UU. usa como punto de partida de sus operaciones con drones contra supuestos terroristas en Yemen.
En Lemonnier, además, han recibido instrucción soldados de Níger, Chad, Nigeria y otros países.















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