Argentina se entrega a Messi

Cuánto cambian los tiempos (y el fútbol) lo puede atestiguar Lionel Messi, que de ser vilipendiado en su país hace cuatro años, por carecer de suficiente “argentinidad”, ha pasado a liderar la selección albiceleste que afrontará el Mundial de Brasil en un grupo bastante asequible, junto a Nigeria, Bosnia e Irán.

Hay quienes dicen que el punto de inflexión vino con el hat trick que la “Pulga” le endosó en un amistoso a Brasil, pero lo cierto es que tras la caída en la Copa América y la renuncia de Sergio Batista al banquillo, el nuevo seleccionador Alejandro Sabella no tuvo reparos en entregarle los galones del equipo como mismo hizo Carlos Bilardo con Diego Armando Maradona en 1986.

Tal es la influencia de Messi que incluso trasciende en la conformacióndel plantel, donde el polémico descarte de Tévez, autor de 19 goles en la Serie A italiana, responde en parte a la tirantez existente entre el atacante de la Juve y la estrella del Barcelona.

Pese a ello, sin embargo, el poder de fuego de Argentina apenas y se resiente, gracias a la presencia de Higuaín, el Kun Agüero y el propio Messi —máximo garante ofensivo con diez goles durante las eliminatorias—, en un tridente de lujo que por momentos gana enteros con la incorporación del versátil Di María desde la franja del mediocampo; aunque el equipo se comporta como un gigante con los pies de barro.

Con una zaga capaz de infundir tanto temor en sus seguidores como su delantera a los rivales, Argentina sigue siendo un crucigrama en el aspecto defensivo, donde solo la presencia de Mascherano, incrustado entre los centrales, parece parchear los vacíos de relieve que ofrece en general la línea de contención albiceleste.

Pausado y analítico, el Jefecito es el punto de apoyo sobre el que descansa el andamiaje del equipo y desde el cual se gestionan todas las maniobras, defensivas y ofensivas, acompañado en el eje de la medular por Fernando Gago, Ever Banega o Lucas Biglia, sin que haya realmente mucho de donde escoger.

En el arco, el portero de Maradona en el 2010, Sergio Romero, sigue siendo el portero favorito de Sabella, con una perspectiva sombría: Romero, que se marchó de Italia el año pasado porque no jugaba en la Sampdoria, acabó siendo suplente en el Mónaco.

 Con todo y ello, se supone que Argentina no padezca demasiadas tribulaciones de entrada y tenga, al igual que Francia, un camino expedito a octavos.

Su primer desafío será ante Bosnia y Herzegovina, que asiste como el último trozo de la extinta Yugoslavia en sumarse al concierto mundialista —tras los pasos de Serbia, Croacia y Eslovenia— y la única debutante en Brasil. Con un bloque ordenado, a las órdenes del técnico Safec Susic, que se vertebra a partir de Begovic bajo palos y Spahic en la zaga, su juego pasa por la creatividad de Misimovic y el balón parado de Pjanic en el eje, buscando morir en los pies o la cabeza del talludo Dzeko o el sagaz Ibisevic.

Mientras, Irán se perfila en teoría como el rival más débil de la llave, dirigido por el portugués Carlos Queiroz y con una nómina plagadade jugadores poco conocidos, en la cual descuellan si acaso Nekounam y Shojaei, tras su paso por la Liga española con el Osasuna.

Y Nigeria vuelve a cruzarse, por enésima vez, con Argentina desde que Maradona disputo su último partido como jugador en un Mundial, por lo que Messi y compañía se medirán nuevamente al portero Enyeama. Ciertamente, ya no tienen el caché de aquel equipo que dio más de una sorpresa con el fútbol alegre y filigranero de Kanu, Finidi y Okocha; pero las Águilas africanas presumen de un juego compacto y fiable, con el polivalente Obi Mikel en el medio y dos estiletes como Victor Moses y Emenike en la delantera. Por algo no perdieron ningún partido y solo toleraron cuatro goles en la etapa clasificatoria.