«¡Dígale a la doctora Milagros que puedo ayudar a su madre cuando la operen. Estoy listo para cuidarla en el hospital y cuando regrese a la casa!».
Ese, recuerda Ana Collado Rodríguez, fue el mensaje que muchos vecinos repitieron y solicitaron enviar a su hermana, para que no se desestabilizara emocionalmente y continuara atendiendo a sus pacientes en Santa María, localidad del Estado de Bahía, en Brasil.
«Fue un momento duro en el que también sintió el abrazo de los familiares. Junto con mis dos hijos y su hija Isabel nos distribuimos la atención posoperatoria de nuestra madre y las tareas domésticas.
«La mantuvimos al tanto de la evolución de mamá, quien se ha recuperado favorablemente. Mamá, a pesar de los años, es muy dinámica y laboriosa. Apenas sintió mejoría se concentró en la atención de Isabel, por la que responde desde que Milagros se incorporó hace dos años al Programa Más Médicos para Brasil».
Ana también es doctora, especialista en Medicina General Integral (MGI) y radica en el Consultorio No. 27, en el reparto La Aduana, en la ciudad de Holguín. El consultorio contiguo, el No. 28, es el habitual centro de trabajo de Milagros. Largos años de labor en ese entorno han labrado la sensibilidad que ambas revelan al tratar a los pacientes.
«Darle apoyo desde aquí es esencial para su trabajo. Me contó que al llegar al centro de atención de Santa María solo había un médico brasileño que se iba para su casa tan pronto terminaba la jornada laboral. Entonces ella comenzó a atender a las personas en los momentos que lo necesitaran. También organizó las salidas al terreno, para atender pacientes y realizar labores de educación sanitaria.
«A sus consultas asisten embarazadas, niños, ancianos y todo tipo de personas enfermas. Muchas no se habían atendido antes porque requerían de especialistas que solo trabajan en la capital del Estado. Ella es la primera que hizo un lavado de oído en el centro médico de Santa María».
Isabel Beatriz tiene 14 años y ama entrañablemente a su mamá. Basta sentir la calidez de la voz con que describe las cualidades de la progenitora. «Mi ayuda es mi cariño y la forma en que hago las cosas. Trato de evitarle preocupaciones y lo logro con mi comportamiento en la casa, con mi abuela. Y en la escuela tengo buenos resultados».
No hay duda, Arcelia Rodríguez, la amorosa abuela, es robusto pilar de la familia. Asiente cuando se le habla de la complejidad de las relaciones con los adolescentes. En cada gesto revela la nobleza de la gente de campo y la vocación constante de hacer el bien. «Esta es la primera misión médica de Milagros fuera de Cuba, pero puede ir a cualquier otro país a hacer lo mismo. Le voy a cuidar la hija y cumpliré cualquier otra tarea para que triunfe».
MI FAMILIA TAMBIÉN ES MUY UNIDA
El deterioro de la salud del padre añadió preocupaciones a la doctora Elina Rojas González, colaboradora médica que ha permanecido durante los últimos 16 meses en suelo brasileño, en Arco Verde, Recife.
«Sabe que esas situaciones pueden presentarse porque tiene la experiencia de las misiones cumplidas anteriormente en Honduras, Venezuela, Gambia y Angola. También está segura de que en cualquier circunstancia tendrá el apoyo total de la familia», explica su hijo Alexander Leyva Rojas, especialista del Departamento de Informática de la Dirección Provincial de Salud.
Con total coincidencia de opinión, él y su hermana Irma le comunicaron las complejidades de la enfermedad del abuelo Ernesto, pero a renglón seguido, dice, la pusieron al tanto del plan elaborado por la familia para atenderlo.
«Unas veces mi tía lo ha llevado a consultas, otras lo hemos hecho mi hermana y yo. Cuando ha sido necesario, se ha quedado varios días en mi casa. La verdad es que todos lo cuidamos.
«A los 16 años comprobé que mi familia era muy unida, porque entonces mi mamá salió a Honduras a su primera misión y mi abuela Irma se hizo cargo de mí. Me exigía portarme bien, estudiar, pero me daba al mismo tiempo mucho amor. Así atiende a mi abuelo en su enfermedad.
«Nuestra actitud le hace mucho bien a mi mamá, por eso mismo la mantenemos al tanto de todo lo que nos sucede. Ahora, por ejemplo, está muy contenta con la nieta que nació hace poco más de un mes. Por supuesto, la conoce por las fotos que les transmitió la madre, o sea, mi hermana».
Le indignan las condiciones impuestas a Cuba por el recién electo presidente Bolsonaro para continuar el Programa Más Médicos para Brasil. «Es una grosería la exigencia de revalidar los títulos. Mi mamá es especialista en MGI, con amplia experiencia. Nada más hay que ver su trayectoria en Cuba y en las misiones que ha cumplido en el exterior. Ah, y están las opiniones de sus pacientes en Arco Verde, gente humilde. No quieren que se vaya».
JUNTOS PARA SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS
Tampoco las personas pobres de Fernandópolis, estado de Sao Paulo, desean la retirada de la doctora Enelvis Cruz García, quien ha estado allí durante siete meses, tiempo suficiente para confirmar que profesionalidad y humanismo son las principales credenciales del personal médico cubano.
La información la ofrece su esposo, el cirujano Luis Mario Carrasco Feria. Muestra como evidencia un mensaje vía correo electrónico que un funcionario brasileño del sector de la salud hizo llegar a Enelvis y ella consideró oportuno compartir. «Pido perdón por mi país por no haberlos acogido como ustedes merecen…», escribe la apesadumbrada persona.
«Durante las dos misiones anteriores, en Honduras y Ecuador, estuvimos juntos. La experiencia nos ha dicho que cuando estás lejos de tu país, en tareas tan intensas como la que cumplimos los médicos, hay que defender y mantener la unidad de la familia.
«Ahora mismo estoy de reposo por una lesión en un pie, pero de las casas de mis padres y de mi suegra nos ayudan con las cosas del hogar a mi hija Arlet, estudiante de cuarto año de Lenguas Extranjeras, en la Universidad de Holguín; mi hijo Luisito, médico, residente de cuarto año de cirugía, y a mí.
«Optamos por involucrar lo menos posible a Enelvis cuando se nos presentan problemas, lo cual no impide que la mantengamos informada constantemente. Por suerte hoy los medios de comunicación lo permiten. En los tiempos de mi primera misión, en Mozambique, las cartas demoraban hasta dos meses. Arlet nació a los 18 días de mi partida y la conocí mucho después a través de fotos».
Luisito asevera que no hay nada como el aliento de la familia, el mismo que por estos días transmite mediante cariñosos mensajes escritos y verbales a su madre, quien los espera con ansias, como le ocurrió a él tiempo atrás.
«Igual que mi padre, estuve seis meses en Venezuela para impulsar un programa de intervenciones quirúrgicas promovido por el Gobierno bolivariano de Maduro. Mi mamá llamaba permanentemente para conocer detalles de la vida personal y del trabajo médico. También mi hermana y otros familiares nos demostraron que teníamos su acompañamiento».
DOCENTE EN EL HOSPITAL Y EN EL HOGAR
Hace poco el doctor Erwin Regis Angulo visitó en Itachiba, Sao Paulo, a su esposa, la especialista en MGI Enriqueta Barzaga Ibarra, quien a lo largo de dos años, en un ambulatorio que atiende a unas 5 000 personas, ha aplicado los postulados de la atención primaria.
«De primera mano vi el afecto que le tiene la población a los médicos cubanos. Su labor profesional es ejemplar y no dejan de hacerla en condiciones de riesgo. Para ir a los puestos de trabajo muchos se levantan a las cuatro de la mañana, momento en que pueden ser víctimas de la delincuencia, que ha crecido mucho en Brasil después del golpe de Estado a Dilma Rousseff».
Cosas como esas refuerzan el apoyo emocional a Enriqueta, explica. Por su relato está claro que él es docente en el Hospital Lenin y en el entorno familiar. La esposa le encargó poner especial empeño en el cuidado de los nietos y la conducción de los hijos, Erwin y Enrique, especialistas en MGI, que como bien se entiende, no es fruto de la casualidad.
No es la primera vez que el humanismo impone a la familia largas separaciones temporales. Ocurrió por primera vez en el 2000, cuando Erwin fue para Venezuela y Enriqueta, sin descuidar el trabajo, atendió ejemplarmente a los hijos en temprana edad escolar.
Luego le correspondió a ella acudir a sanar hermanos venezolanos, a lo que siguió, con igual fin, una misión en Bolivia. Pasado un periodo no muy extenso, los dos hicieron lo mismo en Angola.
En cada ocasión, dice Erwin, hubo que repasar las experiencias acumuladas para no quebrar las relaciones familiares, aunque los muchachos ya fueran adultos con esposas e hijos. A semejanza del doctor Luis Mario Carrasco, cree que la cohesión con los seres queridos que quedan en la patria es ariete demoledor de obstáculos.
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