
Sancti Spíritus.–Con una mezcla de sudor y polvo en el rostro y en el cuerpo, el joven Yorquiel Calderón Rodríguez sigue estibando sacos, aparentemente ajeno al sofocante calor, al agotamiento físico, a la cara que volverá a poner esa dulce mujer a quien se le enrojecen los nudillos de los dedos, a puño limpio, empecinada en desempercudir, una y otra vez, el overol de trabajo.
La estampa es válida para Yaciel Obregón Rojas y Luis López Ruiz, allí mismo en el centro de hormigón ligero con que cuenta la industria de materiales de la construcción en Sancti Spíritus, a pocos metros de donde nace la carretera que cientos de personas toman para viajar hacia Trinidad.
Ni ellos, ni José Vicente Otaño Guerra, especialista principal del laboratorio provincial de la construcción, con 40 años trabajando en ese lugar, constituyen excepción dentro de un sector determinante para que la provincia y el país puedan continuar haciendo Revolución, si aceptamos la vigencia de aquella acertadísima afirmación del Comandante en Jefe, acerca de que «Revolución es construir».
Tal vez usted –que ahora lee estos apuntes, y que posiblemente alguna vez batió mezcla, cargó ladrillos, levantó una pared, echó un piso o colocó criollas tejas en una cubierta– jamás se preguntó de dónde proceden esos y otros materiales, qué manos los convierten en una especie de milagro nacido del barro.
NIEVES EN CONSTANTE FUEGO
A Elio Hernández Márquez no hay quien le haga un cuento acerca de la cantera Nieves Morejón, ubicada en las cercanías de Guayos, municipio de Cabaiguán. Y no es solo por el dominio o rigor con que la administra.
«Es que desde niño viví y crecí ahí mismo, detrás de esas elevaciones que ves. Luego, el destino quiso que este fuera mi centro de trabajo. Aquí prácticamente he echado mi vida entera, desde los tiempos en que esto era un hormiguero, con cientos de hombres fajados al duro, porque nadie se imagine que las labores son fáciles», afirma Elio, envuelto en una sana nostalgia, que no se le desprende a golpe de sacudida, como ese polvo blanco que copa piel, ropa, árboles, todo.

Muy bien lo sabe el gruero Luis Hernández Mojena, amontonando horas, días, semanas, meses y años allá arriba, donde el motor ruge y nadie se entera, porque lo que llega abajo es el camión de Calixto Corrales o el de Pedro Triguero, cargado de pedruscos.
Elizabeth Morales Cabrera, distribuidora y mujer orquesta en la cantera, ya está acostumbrada a ver cómo los carros entran en marcha atrás, por un elevado y estrecho puente aéreo, capaz de erizarle los pelos al más ecuánime, para voltear el material en el buche del molino primario, cuyas metálicas muelas comenzarán a masticar la piedra viva.
No, usted no es capaz de imaginarlo con exactitud; hay que verlo, a todo lo largo de un proceso que termina entregando la macada (fragmentos más grandes), hormigón, granito y polvo de piedra, según el pedido o la necesidad.
Algunos tampoco se explican cómo esos consagradísimos obreros siguen allí, «en llamas», atenazados por escaseces que perjudican desde su salud hasta el proceso productivo (medios de protección individual, aceite, grasa, gomas, baterías…), además de un salario que no cubre las enormes necesidades generadas por la coyuntura actual.
Sentido verdadero y cubano de pertenencia: no busque otra razón.
MATERIAL POR DONDE «CORTAR»
Afirma Norge Triana Ramos, director de Operaciones de la Empresa de Materiales de Construcción en la provincia, que la cantera de Nieves Morejón es apenas uno de los eslabones que compactan la cadena.
«Nuestro territorio cuenta con otras canteras, como El Yigre, en Yaguajay; Arenera Algaba, allá en El Condado trinitario, y la Yayo Machín, cerca de aquí, en La Trinchera.
«Nieves tiene, sin embargo, una singularidad: no hay yacimiento igual de piedra caliza en toda Cuba. Por eso es estratégica para la producción de cemento blanco, en la fábrica de Siguaney».
Observo a Alejandro González Martínez, tan francotirador hoy entre polvo y piedra como en aquel curso que pasó en sus años mozos, y me percato de cuán lejos de la verdad, de los valores humanos, del latido real de la vida, solemos estar a veces los medios de prensa, porque a pie de obra anónima hay miles de hombres y mujeres que proporcionarían la misma cantidad de historias: en realidad enseñanzas, sin necesidad de tiza y pizarrón, o complemento directo de ellas.
Por eso no cabe aquí todo lo que pudiera escribir ahora acerca de la arena beneficiada que entrega Algaba para fundir hormigones de alta resistencia; el rocosillo de La Yayo, la materia prima que asegura la planta de feldespato para la producción nacional de muebles sanitarios y elementos de cerámica, o el pegaporcelanato que Sancti Spíritus ha exportado ya.
En fin, por ahora hago silencio. De ningún modo esto puede terminar aquí.
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Antonio Guerra Felipe dijo:
1
23 de julio de 2024
20:16:25
Pastor Batista dijo:
2
24 de julio de 2024
13:24:33
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