PARÍS.–Hay un bello sentimiento que llamamos orgullo patrio. Lo expresamos colectivamente, al exteriorizar cuánto significa ser cubano, pertenecer a ese pueblo, ser hijos de sus gestas y de su historia. Esas sensaciones se multiplican cuando un compatriota nos representa en un salto, una carrera, alzando un peso, exponiendo al límite sus capacidades humanas.
El deporte nos levanta esa disposición; por eso es que, ante los atletas que integraron la delegación a estos xxxiii Juegos Olímpicos, hago una reverencia llena de orgullo; frente a los medallistas, y delante de los que no alcanzaron el podio.
Pero le daríamos la espalda a ese orgullo patrio, pasado de moda en no pocos, si no miramos de frente; si no tenemos la misma valentía con la que los deportistas se midieron a rivales inmensamente superiores, y si no encaramos, con responsabilidad, que no solo no se llegó al compromiso contraído, sino que, además, se quedó bien lejos de lograrlo. Por primera vez, después de 52 años, no llegamos a tres medallas doradas, cifra obtenida en la convocatoria de Munich-1972 y, desde entonces, también por primera vez, la Mayor de las Antillas no entra en los 20 países que encabezaron el medallero.
Por supuesto que la veintena vanguardista, en una expresión como el deporte, y en el mundo de hoy, pero particularmente en la actual situación de Cuba, agresivamente bloqueada, asfixiada por una lista de países patrocinadores del terrorismo, y con 243 medidas del Gobierno más poderoso de la Tierra para lacerar nuestra economía, era una misión casi imposible, parodiando al celuloide. Sin embargo, el objetivo propuesto fue ese, y se fundamentó en un 100 % de la ruta crítica de la preparación cumplida. Evidentemente, algo de esa cobertura total falló, o no se tuvo en cuenta.
Yarisleidis Cirilo, campeona mundial de canotaje, y aquí medallista de bronce, nos comentó, alegre con su premio, que ella no se explica «cómo, con todo bien hecho antes de la competencia, incluso cuando la mayoría de los especialistas y rivales nos dan como favoritos, pasa algo y no cristalizamos ese resultado superior».
En París pasó en más de una ocasión, y para nada hay que desdeñar ninguna de las actuaciones de los atletas y el esfuerzo de sus entrenadores. No vamos a caer en el jueguito mediático de desvalorizar al movimiento deportivo nacional, creando en la población un estado de opinión artificial.
Hemos sido testigos de cuánto se quiere a un deportista en Cuba, gane o no una medalla de oro. Es cierto que en este difícil escenario nos hemos, o para decirlo mejor, ellos –los atletas y sus profesores–, nos han acostumbrado a ganar. Incluso, desdoramos preseas de plata y bronce, y los protagonistas lloraban porque lo que habían sacado era una de plata o una de bronce.
Ahora, algunos atletas hablaron de falta de competencias de nivel, otros, como los boxeadores, de que en el periodo más cerca de París-2024 tuvieron muy pocas oportunidades de estas.
Otros dijeron que les favoreció que sus procesos de clasificación hayan sido más extendidos, pues se mantuvieron compitiendo para hacer el grado. De hecho, dos de las mejores actuaciones aquí, una con medalla y la otra no, recorrieron el camino más largo, a fin de contar con el boleto parisino. Por ejemplo, Erislandy Álvarez, flamante titular olímpico, y la pareja de voleibol de playa de Díaz y Alayo, mostraron, a nuestro modo de ver, los más altos estándares de la delegación cubana, con la lógica excepción de Mijaín López, cuyo proceso tenía que diferir, por sus características en el tiempo, y porque es el único de la comitiva con una alta maestría deportiva.
Vendrán otros compromisos de envergadura, y hay que prepararse mejor, concebir una estrategia con una mirada holística que tenga su centro en el atleta. No se trata solo de un auto, o de que se le dé una casa, hay que hacerlo un participante activo de su plan de entrenamiento, de la toma de decisiones; lograr conversar con él, motivarlo a profundizar en sus conocimientos sobre su propio evento. Que no se sienta un receptor de órdenes.
Si bien Cuba terminó en el puesto 32, hay que ver el lado positivo, que pasa por salir en busca de los lugares ganados que, dicho sea, nunca pasaron por boyantes momentos. Ni a Cuba ni a su movimiento deportivo nadie les ha regalado nada, lo han construido con un extraordinario esfuerzo. Por ese lado es que tenemos que mirar al futuro, ajustándonos al momento actual y usando las fortalezas que tenemos.
Tenemos Centro de Investigación del Deporte, de Estadísticas aplicadas a esta actividad, de Medicina Deportiva, una Universidad especializada en esos estudios, más la experticia con la que contamos. Es una fuerza colosal, y unidas aportarían más certeza en las estrategias o las rutas críticas, porque ellas también necesitan de la unidad del conocimiento.
El mundo del deporte hoy es empresarial, y sin abandonar nuestros principios éticos y morales, hay que insertarse en él. Para ello esas instituciones son claves. Por ejemplo, cómo no tener en el plan de estudio curricular de esa Universidad la asignatura de Administración deportiva, que hoy forma parte de las optativas. Gestionar el deporte es clave en la alta competición, como lo es también para sus otros encargos sociales, como la formación integral y la salud; tributa a la organización y a la dirección de procesos de alta complejidad, porque estamos hablando de que un ser humano sea más rápido, más alto, más fuerte, y para eso, ya sabemos, hay que irse muy por encima de las posibilidades del hombre.
Claro que no es fácil, para Cuba nada lo fue ni lo es, pero si no actuamos será cada vez más engorroso. Hay que tomar el ejemplo de la lucha, con cinco de las nueve medallas de la delegación; de los voleibolistas de playa, que enseñaron un nivel tan alto que, en la fase de eliminación directa, fue el único binomio que pudo ganarle un set y pasar de 50 puntos ante los ganadores suecos.
Las dos medallas de oro, una de plata y seis de bronce que obtuvo Cuba, son un botín respetable para cualquier nación, incluso de gran economía, por ejemplo, como la de Suiza, en el sitio 48, en unos Juegos en que los que los dos países que encabezaron el medallero, Estados Unidos y China, ambos con 40 coronas, coparon el 25 % de los triunfos, o lo que es lo mismo, de cada cuatro uno fue a parar a esas delegaciones.
Sin embargo, en la pequeña isla caribeña nos deja un tanto inconformes, y es bueno que así sea, aun cuando junto a Brasil (3) sean los únicos pabellones latinoamericanos con más de dos preseas áureas. Ni siquiera México y Colombia, que encabezaron los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe de El Salvador, y que tan buena actuación registraron en los Panamericanos de Santiago de Chile, ese mismo año, pudieron subir a lo más alto del podio.
Los deportistas cubanos nos hicieron sentir orgullosos. Ahora, en defensa de ese orgullo, y de ellos, toca mirarnos por dentro.







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Lazaro dijo:
1
13 de agosto de 2024
06:04:49
Alejandro dijo:
2
13 de agosto de 2024
20:01:18
Yo dijo:
3
14 de agosto de 2024
16:47:00
Miguel Ángel dijo:
4
17 de agosto de 2024
08:18:28
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