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La Torre Eiffel ha sido testigo de estos Juegos Olímpicos. Foto: Ricardo López Hevia

París.–Ya casi todos nuestros compañeros del equipo de prensa se han ido hasta la cima de la icónica Torre Eiffel. Digo casi, porque para quien escribe, sin ningún sonrojo, el vértigo es su peor enemigo.

Los que «se han trepado», al costo de 34 euros, aunque después bajó a 27 –ambos precios considerables para nosotros–, lo han hecho en la época en que la gigante metálica es más alta. ¿La Torre crece? No solo se empina, sino que también pierde altura.

En unos Juegos Olímpicos no se puede dejar de leer ni los carteles, entre otras cosas, para no perderse, pero también para que las emociones de las competiciones no nos aíslen de lo que pasa en el mundo.

En esa búsqueda constante de lectura, tropezamos con el sitio web del famoso monumento francés. En él, la ciencia nos explica este fenómeno que hace que la Eiffel crezca en verano y pierda altura en invierno.

«Como todos los metales, el hierro pudelado de su estructura tiene la particularidad de ser sensible a las variaciones térmicas, por lo que reacciona a temperaturas altas en verano y a las bajas en invierno.

«Cuando suben, es posible que la Torre crezca un poco. Se trata de un fenómeno físico natural llamado expansión térmica. El calor provoca un aumento de volumen que puede hacer que la Torre Eiffel aumente unos milímetros», se lee en la web de la joya parisina de 125 años.

Por esa razón, la Torre se inclina algo hacia el lado contrario al sol, que solo la castiga por uno de ellos, por lo cual se produce un desequilibrio con los otros tres.

Lo contrario ocurre cuando bajan las temperaturas, pues sobreviene la contracción térmica de la estructura, lo cual podría llevarla a perder algunos milímetros.

Por supuesto que estos cambios de tamaño, aunque la ciencia los fundamente, son ínfimos y sin impacto en la robustez de la Torre. Lo otro importante es no intentar observarlos, porque tratando de hacerlo puede perder la visión, pues no son perceptibles al ojo humano.

Por lo tanto, si le preguntaran por la altura de la Torre, inaugurada en marzo de 1889, es correcto decir que hoy alcanza los 330 metros –30 más que hace 125–, pero no por la expansión térmica, sino por las antenas que se fueron añadiendo en su cumbre en 1957, 2000 y 2022, para la transmisión de radio y televisión.

Lo que sí es seguro es que la Torre Eiffel ha crecido, y no solo unos milímetros. Se agigantó por unos Juegos Olímpicos a punto de despedirse, que volvieron a reunir a los héroes de las canchas y a los aficionados, tras una pandemia que dejó las gradas vacías, sin el aplauso del respetable.

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