Acerca de Mijaín se puede escribir tanto como inagotables o incalculables son sus capacidades físicas, su grandeza deportiva, su congénita modestia, los valores que porta, el apego a la tierra que no sé si lo vio nacer bebé o si en verdad lo parió gigante ya.
Por eso, por lo extremadamente difícil -si no imposible- que resultaría sintetizar su dimensión, desde cualquiera y todos los puntos de vista, me quedo con el brillo que suman las medallas conquistadas a lo largo de su carrera: apenas un chispazo comparado con lo que dentro de él seguirá brillando después de ese adiós al deporte activo, que ningún otro mortal ha podido protagonizar de igual modo en la lucha grecorromana, con cinco títulos supremos bajo el dorado abrazo de los cinco aros olímpicos.
Lo de Mijaín, como dije en mi perfil de Facebook, ha sido un verdadero «orocausto» en esa disciplina deportiva, asociada por algunos al poder de una fuerza física que en verdad sería huérfana de resultados sin esa otra fortaleza que al luchador cubano le sobra en términos de técnica, inteligencia, virtuosismo, humildad…
Un «orocausto» sí, pero sin el más leve vestigio de violencia, sin un cabezazo, sin una ofensa al contrincante, al árbitro… nada. Por el contrario: el virtuosismo de siempre, todo un caballero.
Por ello, cubre con hermanado abrazo a su coterráneo rival Yasmani Acosta (representante ahora de Chile), carga y voltea como si se tratara de un niño a Raúl Trujillo, su paterno entrenador; saluda, camina, corresponde con su proverbial ecuanimidad la inevitable apoteosis sin fronteras del coliseo en pleno, se inclina lentamente y se despoja de ambas zapatillas, no sé si más en gesto de despedida que como expresión de amor sin fin para que la lucha grecorromana siga siempre andando…
Lo veo levantar ambos brazos a lo alto y se me antoja imaginarlo buscando el cuerpo, eternamente vivo, de su fallecido padre para fundirse ambos en un solo ser, como siempre fueron, como seguirán siendo.
Quizás él no lo perciba en ese instante, pero, abajo, la nostalgia brota en fino hilillo por el emocionado lagrimal de dos zapatillas deportivas, el graderío parece estallar de un momento a otro, Cuba salta, sin pértiga, la más alta varilla del júbilo, el planeta suspira.







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Nelia Alonso dijo:
1
6 de agosto de 2024
18:09:38
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