Las historias de los bomberos, por cuanto tienen de épicas, merecen ser preservadas, y justo eso sucede al interior de la Estación de Bomberos Enrique Estrada; un edificio significativo dentro del conjunto arquitectónico circundante, de indudable valor patrimonial, y que alberga el Museo de Bomberos de Matanzas.
La institución coexiste con una unidad de bomberos (el Comando No. 1 de Matanzas, el segundo en acudir a enfrentar el incendio en la Base de Supertanqueros) y con otras estructuras del Sistema del Cuerpo de Bomberos en la provincia, condición que lo hace único de su tipo en el país.
EL AYER DE UN EDIFICIO Y DE SUS OCUPANTES
En el libro Las Villas y Matanzas. Guía de arquitectura y paisaje se afirma que «en 1863 se compra el solar donde estuviera la demolida batería de La Vigía, y se le encarga al arquitecto municipal Pedro Celestino del Pandal y Sánchez la construcción del parque Cervantes (1873), considerado como uno de los más modernos de la época».
Sin embargo, este fue abandonado y, por ello, se requirió el terreno para construir el Cuartel de Bomberos, que se inició el 8 de marzo de 1897 y culminó el 12 de agosto de 1900. Según el texto, es además de la última intervención en la plaza de La Vigía, la muestra más acabada del neoclasicismo en Matanzas.
El ingeniero Bernardo de la Granda y Callejas incluyó «un frontis triangular sostenido por columnas, a modo de templete, con muros de canto a la vista, en almohadillado, para dotar a la superficie de textura».
Para inicios del siglo XX, ya los bomberos de la urbe, bajo la égida de su jefe Enrique Estrada, acumulaban una trayectoria de altruismo hacia la población. El Batallón de Honrados Obreros Bomberos de Matanzas, surgido el 19 de noviembre de 1836, podía presumir de emprendimientos como la creación, en 1856, de una agrupación musical, antecesora de la actual Banda de Conciertos. Asimismo, en 1893 concibieron la Estación Sanitaria, donde se atendía, gratuitamente, sin distinción de clase, sexo o raza.
Un año después idearon el primer dispensario para niños pobres; allí les proporcionaban educación, ropa, alimentos e, incluso, llegó a funcionar como una especie de hogar para infantes sin amparo familiar. Cada una de esas iniciativas contó con su espacio dentro del inmueble del ingeniero De la Granda.
El nuevo emplazamiento gozaba de la ventaja, aún vigente, de situarse en una posición estratégica en el centro de tres barrios significativos, Versalles, Matanzas y Pueblo Nuevo. En aquel entonces, para ser bombero voluntario el único requisito era tener un oficio.
UN MUSEO ÚNICO EN EL PAÍS
La historia de esos hombres resultaba tan singular y hermosa en el territorio que las autoridades de Patrimonio siempre pensaron en la necesidad de que existiera un lugar dedicado a ellos. En 1998 se materializó la idea, pero solo tenían 301 piezas, y emprendieron una campaña de rescate. Actualmente ya rondan las 4 000.
La principal fuente para aumentar la riqueza de sus fondos son las donaciones. Uno de sus proyectos más ambiciosos ha sido el completamiento de la plantilla del Cuerpo de Bomberos desde 1836, en el cual han colaborado muchos descendientes.
Para asegurar la salvaguarda de los hechos del presente, y siempre bajo la premisa de impedir el olvido de quienes lo arriesgaron todo, cada comando posee comisiones y libros de Historia. También se confeccionan las hojas de vida de los jubilados y fallecidos, así como de aquellos con más de diez años de servicio.
Según declaraciones recientes a la acn, de la dirección del Museo, allí ya piensan en una sala dedicada al incendio en la Base de Supertanqueros.
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