Matanzas.-Distante a unos 500 metros de la batería de tanques el suelo está achicharrado, lo siente uno al caminar. El estado en que quedaron decenas de edificaciones es deprimente.
Todo tiene un color negruzco, y los sedimentos del petróleo derramado, mezclado con tierra y otras chatarras, están esparcidos por toda la zona, donde es posible ver trazos de mangueras, tubos averiados, estructuras metálicas retorcidas y arbustos carbonizados.
Las escasas personas que recorren el lugar a esta hora se muestran asombradas por la dimensión de la catástrofe.

Aquí se acabó el mundo, dice Yordanis López Trujillo, trabajador del área de protección y quien fuera conminado a abandonar su puesto de trabajo el domingo. «La cosa estaba muy fea», recuerda.
El panorama en la Base de Supertanqueros es sencillamente desolador. Pocas cosas parecen tener vida.
La historia del siniestro no ha acabado aún, pero ya es posible apreciar a simple vista el efecto devastador del incendio.
Es inevitable dirigir la mirada hacia la posición del tanque impactado por el rayo, y pensar en los letales instantes de aquella primera explosión alrededor de las cinco de la mañana del sábado día 6.
Por fortuna, el incendio dejó de ser ya un sobresalto para los matanceros y toda Cuba. Ya no volveremos a ver esa nube con forma de hongo que se levantó sobre la ciudad de Matanzas y otras regiones cercanas del occidente del país.
Más que en los efectos del siniestro, la gente piensa en la osadía de los bomberos, quienes se jugaron la vida en gesto heroico.
Yo no dejo de pensar en ellos, confiesa René Ramos Álvarez, experimentado integrante del grupo de rescate y salvamento, un capitalino que ha tenido el honor de haber estado en los últimos episodios de naturaleza trágica que han desafiado el país. Pero ninguno como este, aquí no se sabía qué iba a pasar, manifiesta.
Admitió que para ellos viene ahora la parte más difícil, porque el cuerpo se relaja y la mente empieza a traernos esos recuerdos, que no todos son felices, algunos son muy duros y tienen que ver con aquellos compañeros que no volveremos a ver, expresa.
Mientras lo escucho con avidez, veo llegar unos camiones cargados con materiales rocosos para iniciar, en cuanto sea posible, la fase recuperación. Es la esperanza tras la tragedia.
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