«Esto es lo único que nos faltaba» -dijo el vecino de Anay García cuando supo, en la mañana de este domingo 10 de noviembre, que dos sismos habían tenido lugar, minutos antes, en la zona suroriental de Cuba, allá por Santiago y Granma.
Y mayor trascendencia aun le concedió a su criolla frase al saber que esos eventos, de 6.0 y 6.7 grados, respectivamente, habían sido perceptibles en Guantánamo, Holguín, Las Tunas, e incluso en geografía camagüeyana, avileña y, por lo visto, también espirituana.
Con 63 años en su costillar, quien teclea estos apuntes no recuerda un momento en que se pusieran en línea tantas y tan variadas adversidades juntas, para conspirar contra la tranquilidad, la seguridad y el bienestar de los cubanos.
Ahí está, en carne geográfica viva, el resultado de dos huracanes con apenas unos días de diferencia entre el azote de uno y otro. Al menos mi memoria no registra coyuntura igual.
Ambos organismos coincidieron, y tornaron mucho más compleja aún, la ya difícil situación energética que ha venido atravesando el país, con brutal efecto para toda la vida económica y social de la nación, sin excluir, desde luego, a miles de hogares familiares.
Sismos, ciclones, apagones y desplome del sistema eléctrico nacional han tenido lugar -por demás- en el contexto de una muy compleja coyuntura económica y financiera que viene repercutiendo sobre actividades, necesidades y servicios básicos que abanican desde la imprescindible alimentación, pasando por la salud y la educación, hasta el transporte o el comercio, en medio de un comportamiento nada favorable de precios que irrespetan por completo el poder adquisitivo de quienes viven única y honradamente de su salario, e incluso de otro (idem) adicional.
De manera que, por si fuese poco (en verdad demasiado) ahora afloran en el acontecer nacional esos dos movimientos telúricos que puntean entre los más significativos de las últimas décadas, con daños preliminarmente apreciados en cubiertas, paredes de viviendas, otras instalaciones, vías…
Solo eso nos faltaba -dijo aquel buen vecino, pero seguro estoy de que no lo hizo movido o mordido por la desesperanza, el miedo y mucho menos por (in)capacidades de rendición.
Porque, más allá de la sensación de arenga que pueda dejarle a alguien este puñado de líneas, a la par de eso que supuesta o realmente «nos faltaba», también nos sobran todavía muchísimas cosas y razones para, como se dice, supongo, desde los tiempos de manigua y machete mambí: seguir echando palante.
Sucede que tampoco conocemos otra opción más digna, sobre todo llevando por dentro tanta historia y tantos valores, incluso en infinidad de momentos de tanta y tanta tempestad.
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Basilio Garcia dijo:
1
11 de noviembre de 2024
00:27:30
Pedro Muñoz gordillo dijo:
2
11 de noviembre de 2024
07:49:09
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