Sancti Spíritus.- Por razones que pueden ir desde lo explicable hasta lo inexplicable, la yerba había tomado el mando en áreas del organopónico que no por gusto lleva como nombre El Gigante.
Cuatro hectáreas dedicadas al cultivo de hortalizas y vegetales (todo el mundo sabe con qué propósito), pedían a gritos un buen pase de machete, azadón y mano, que ya la incompleta plantilla de esa unidad no podía garantizar por sí sola.
De tal manera, la orientación del Consejo de Defensa Provincial, antes de desactivarse y retornar el territorio a la normalidad, vino como anillo al apretado dedo de ese lugar, a un costado de la circunvalación de la ciudad cabecera.
Hombres y mujeres del sistema de la agricultura se encargarían de darle cumplimiento al acuerdo, tras meterle el pecho, «armados hasta los dientes», bien temprano en la mañana.
Alcides Rosendi Martínez, trabajador del mencionado organopónico desde hace alrededor de 18 años, mira a los recién llegados y larga un suspiro de alivio.
«Este refuerzo, tras el paso del huracán, nos viene muy bien porque, como todos sabemos, la mala yerba se pone molesta y es un obstáculo entre la campaña de primavera y la de frío: momento que debemos aprovechar para sembrar cultivos de hoja como lechuga, acelga, remolacha, rábano, zanahoria y otros que la población necesita mucho» -explica Enrique Ferrán Reinoso, jefe de producción de la Unidad Empresarial de Base Granja Urbana.
Entre tanto -y por indicación igualmente de las máximas autoridades territoriales- en arterias principales, avenidas y otros espacios urbanos, machetes, guatacas, rastrillos y chapeadoras hacen también lo suyo.
Las escasas lluvias que Rafael dejó sobre la piel geográfica espirituana no pueden devenir alimento para la mala yerba, prima hermana por cierto del mal gusto, de la chapucería y de la improductividad.

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