Cacocum, Holguín.–Dicen los más ancianos que ni cuando el ciclón Flora el río Holguín alcanzó ese nivel. Las lluvias intensas en la ciudad cabecera provocaron escurrimientos que elevaron rápidamente el nivel de las aguas en comunidades de Cacocum, a unos 18 kilómetros de la urbe.
Sin embargo, allí la solidaridad subió más alto que las aguas, y los lugareños, junto a combatientes de las FAR y el Minint, comenzaron las labores de rescate, con una idea clara, no dejar a nadie desamparado.
Esa premisa movió, a pesar del riesgo, a Leodanis González Guerrero, cuentapropista y campesino, que devino ahora, por puro corazón, héroe y rescatista. Más tarde, se le incorporó su hermano Leandro, sobre un camión de triple tracción comenzaron a avanzar en las zonas anegadas del Algarrobo y Santa María.
Conocedor de la zona y de sus habitantes, Leodanis no dudó en saltar del camión cuando este no tuvo paso, y empezar a abrirse camino entre las aguas, hasta las viviendas donde sabía que había personas vulnerables, así cargó y llevó en brazos a ancianos encamados como «Papi» Morales, postrado a merced del río.
Unos ocho hombres, incluidos los dos hermanos, rescataron cerca de 12 niños, a y otras personas hasta sumar unas cien. También rescataron animales. Al momento de esta información, ya recibían apoyo de dos camiones militares más y de un vehículo anfibio.
«No podía abandonar a esta gente, y los rescatistas solos no podían, no conocen el lugar, yo sí; yo he podido guiarlos y llevar a personas en mis brazos. Eso hacemos los cubanos, nos unimos cuando hace falta».
Las aguas del río seguían subiendo; pero allí, los hermanos y los combatientes continuaban sin descanso para llegar hasta el último ser humano.
GRATITUD POR LA VIDA, Y A PENSAR EN LA RECUPERACIÓN
Las Tunas. – Yasmín Jiménez Pérez «vio el cielo abierto» cuando regresó a su casa la mañana de este miércoles y encontró su techo intacto, luego de los fuertes vientos que provocó el huracán Melissa a su paso por la región oriental de Cuba, y que la hicieron mantenerse despierta durante toda la madrugada.
Junto a su pequeño hijo y a su madre, estuvo en la casa de Blanca, una vecina generosa que abrió las puertas de su hogar a quienes lo necesitaron. Allí, por más que la consolaron, estaba casi en pánico, desesperada, pensando en sus pertenencias y rogando a Dios que al amanecer sus lágrimas fueran de gratitud y no de lamentos.
Así fue. Hoy agradece a quien la protegió y a todas las personas que en la provincia de Las Tunas «dieron la mano» a otras para que a ningún residente en estas tierras le faltara el futuro por culpa de Melissa.
Por eso se siente dispuesta a ayudar a los que en otro momento lo requieran, y será parte activa en los esfuerzos de este pueblo para recuperar todos los daños que hoy se cuantifican, y que, en este territorio, sobre todo, han dejado un saldo muy doloroso para el mayor polo productivo local.
LAS RESACAS DEL LODO
Granma. – Sergio Pedreira Zamora, vecino cercano al Chapuzón, área fuertemente inundada en Bayamo, nos cuenta que «el río reventó. Fue una furia de agua sin aviso. La presión levantaba las tapas del registro.
«El agua se convirtió en un monstruo que penetró por puertas y ventanas. En mis cincuenta y pico de años aquí nunca había visto entrar el agua así, solo una vez rozó el rodapié de la vivienda. Esta vez fue un mar que lo tapó todo, mire, llegó hasta la marca de la loma, y aquí alcanzó la placa de esta casa», señala con la escoba.
«No dio tiempo a casi nada. Logré salvar las gavetas, pero no la cómoda; algunas cosas de la cocina se perdieron para siempre. Fue una desgracia que se nos vino encima. Nosotros subimos a un segundo nivel para ponernos a salvo».
Mientras caía la tarde, Sergio y su hijo se enfrascaban en quitar las huellas de lodo en las paredes de su casa. En los laterales, una marca de humedad en las paredes habla de la altura alcanzada por el nivel del río y que, probablemente, se vaya apagando con el sol, pero no se irá de sus memorias.
En Manzanillo, refiere el periodista Roberto Mesa Matos que «el viento aullaba como una bestia enfurecida, golpeando con ráfagas, que llegaron a silbar a 100 kilómetros por hora. Fueron momentos muy tensos. Nosotros nos evacuamos en casa de familiares porque el techo de mi vivienda es de tejas; y eso, para lo que se nos venía encima, era como un castillo de naipes.
«Mi mundo se dividía en dos. Una parte de mí era Roberto Mesa Matos, el periodista: el oído pegado al celular, descifrando los mensajes que llegaban a trompicones por la intermitente conexión a internet, tratando de armar el rompecabezas de lo que el ciclón le estaba haciendo a mi ciudad. Mi mente, casi por inercia, buscaba los datos, la magnitud, la historia que habría que contar. Pero la otra parte, la que le ganaba a golpe de corazón, era la de mi familia, la vieja que estaba muy nerviosa y la niña que en ese entonces estaba conmigo».
En ese momento tenso, la brújula moral giraba de manera implacable hacia la familia. El periodista podía esperar; el jefe de familia no.
«Cuando amaneció, salimos a evaluar los daños. Manzanillo, había aguantado la furia de Melissa. No fue el agua la gran protagonista, sino el viento, que barrió calles con furia, dejando ramas y señales de su paso, pero sin la devastación que temimos».
MARCAS QUE TRASCIENDEN A MELISSA
Santiago de Cuba. – Para muchos, el huracán Sandy marcó un antes y un después en la historia de Santiago de Cuba, pero Melissa arrancó los árboles que 13 años atrás se habían mantenido. Su centro cruzó la provincia de norte a sur; aunque pronosticadas, las precipitaciones fueron extraordinarias, y los vientos fortísimos.
Esta vez, fueron los municipios de Guamá, Tercer Frente, Palma Soriano, Contramaestre y Mella los de mayores daños.
En las zonas más bajas de la emblemática avenida 24 de Febrero, en la ciudad cabecera, tradicionalmente conocida como Trocha, las aguas subieron al punto que se necesitó la actuación de brigadas de rescate y salvamento.
De manera general, la lluvia fue intensa, con crecidas en los ríos nunca antes vistas, tal como sucedió en El Cobre, aparejadas a deslizamientos de tierra que provocaron la incomunicación de 17 personas, hasta con peligro para la vida: «nosotros estábamos muy al tanto de las precipitaciones y el nivel del río, que está a unos 200 metros de mi casa –ubicada en una pequeña elevación–, pero las laderas de la loma del Cimarrón comenzaron a desvanecerse y la situación se tornó insostenible, al punto de que nos guarecimos en una vivienda más fuerte, y que al final quedó aislada», relató Lionnis Franco Larduet, quien apeló a todas las vías para evitar un desenlace fatal.
Había dos niños y cinco adultos mayores, significó el joven traumatólogo que asistió a los que padecían de hipertensión y asma bronquial; «esta casa era un punto de referencia para el poblado para advertir el nivel del río», detalló.
Los rescatistas se trasladaron desde la Ciudad Héroe, en medio de complejísimas circunstancias, y cumplieron la misión.
«Mi techo había resistido a Sandy, y a mi entender mi casa no se doblegaba a los ciclones, porque ninguno la había siquiera rasguñado. Incluso, una vecina hasta me había propuesto que fuera para su casa que es de placa, pero me rehusé. Los vientos de Melissa hicieron volar las tejas, quebrantaron el armazón y posibilitaron que mi familia y yo nos anegáramos en agua», manifestó Raiza Castellanos Jimenez, quien reside en el corazón de Palma Soriano.
«Yo sentí las tejas volar, el rugido del viento –muy parecido al de un león-, temí por mi vida y por la de mis hijos, añadió Alina, una de las descendientes de Raiza que ha jurado «no pasar un huracán en otro local que no tenga cubierta rígida».
SE LLAMARÁ MELISSA SI ES HEMBRA
Guantánamo. – Pasadas las 5 de la madrugada del miércoles, un ruido fuerte al lado de su cama despertó a Ruth, quien, sin entender lo ocurrido, se lanzó, «descalza, a correr en la oscuridad sobre el piso frío».
A esa hora, en la urbe guantanamera parecían más fuertes los vientos del huracán. Ruth, una de las 26 embarazadas que habían sido trasladadas del hogar materno a la Escuela de Danza de la ciudad, dormía, ajena al rugido meteorológico.
Disparada por una racha, una de las ventanas del cubículo en el que pernoctaba se proyectó contra el piso junto a su cama; y, obedeciendo al instinto, la muchacha emprendió la huida.
Menos mal que el estruendo no paralizó a las enfermeras de guardia ni al personal de turno y trasladaron a las embarazadas al cubículo contiguo. Sin embargo, después del amanecer, a Ruth le dolía la cabeza.
La presión estaba normal, y le aplicaron un calmante; pero luego el síntoma reapareció, y esta vez sí subió la tensión arterial. Poco después, Granma pudo ver cómo un auto del CD condujo a la paciente hacia el Hospital Provincial. Para entonces la presión era normal, pero aun así se decidió que permaneciera en la institución.
El susto pasó, pero antes, Ruth había comentado a Granma, «el sexo del bebé no está definido, pero si es hembra se llamará Melissa».





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