ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fidel en reunión de trabajo con los candidatos a diputados. Foto: Archivo

Porque esa naturalidad, sencillez de quien se iguala a otros, recurre cuando hablan sobre ti. Va en ca­da recuerdo íntimo, personal de la gente que te vio, de cerca o de le­jos. Y recuerdos así no se despiden. En todo caso, emergen. Ahora tu gente aprovecha cada espacio para dedicarte una frase, un poema, narrar una anécdota de tu paso por sus vidas. Tienes un pueblo, Fidel, que te hará vivir por siempre.

Para compartir ese mundo de historias diluidas en la cotidianidad y en la oralidad del pueblo, Granma dispuso el correo electrónico tuhistoria@granma.cu, y la plataforma de comentarios en su página web.

A continuación les dejamos al­gunas de ellas.

Aleida María Fernández Pérez, 67 años, licenciada en Control Eco­nómico

Desde el año 1986 fui electa delegada de circunscripción en el reparto Casino Deportivo, hoy Antonio Ma­ceo, del Poder Popular del municipio del Cerro. Aún ejerciendo esa responsabilidad en mi segundo mandato en octubre de 1990 —fe­cha en que se constituyen en La Ha­bana los Consejos Populares— y siendo elegida como presidenta del Con­sejo Popular Armada del propio mu­nicipio, se nos cita a una reunión pa­ra explicarnos lo que significaría este nuevo nivel de gobierno. Al llegar a la Plaza de la Revolución y en­trar en el edificio del Consejo de Es­tado supimos con certeza que el pro­pio Fidel nos lo explicaría, alegría mayor que ni sé describir con palabras.

Comenzó el encuentro con el Co­mandante en Jefe, y nos presentaron de uno en uno. Todos proveníamos de las circunscripciones de ba­se, representantes directos de la población, hombres y mujeres simples, de a pie como se dice actualmente, con diversos orígenes y profesiones. Des­pués de esto, se estableció prácticamente un diálogo directo con todo el que pidió la palabra y expresó su preocupación y pensamiento. Fidel fue contestando, esclareciendo, enseñándonos… Nos fue instruyendo pa­ra llevar a acciones concretas esta idea revolucionaria, novedosa y de­cisiva para el futuro de la Re­vo­lución y la Patria.

Entonces, con mucho nerviosismo de mi parte por tener frente a mí a ese grande de nosotros y el mun­do, pido la palabra y le digo (se­gún mi memoria atesora): «¿Co­man­dante cómo debemos ejercer nuestra responsabilidad, de qué modo funcionaremos, cuál es el alcance de autoridad en el Consejo Popular?».

De inmediato, él me responde. Hace reflexiones. Señala que es un nivel de gobierno, y que había que gobernar con toda la autoridad. «No deberán esperar para ejercerla, ve­lar que se cumpla lo instituido, establecer la disciplina, los controles im­prescindibles, luchar contra la bu­rocracia, las ilegalidades», entre otras que mencionó y que ahora se me agolpan en la mente.

En algún momento de su explicación, recuerdo que se pone de pie y continúa, «deberán escuchar a todos, esclarecer a todos, aunar las fuerzas en cada territorio, presidentes, dele­gados, entidades y la población, siendo protagonistas de cada persona de la comunidad en busca de soluciones, y cuando no se ob­tenga todo se sepa por qué. Esto no será fácil, sino complejo y difícil, no solo porque es una nueva forma del poder del pueblo si­no por los tiempos que vendrán, pero lo enfrentaremos unidos y conseguiremos se­guir, avanzar ante las dificultades y lograr los objetivos».

Y nos dijo «ustedes soy yo allí». Palabras que nunca olvidé, ante los retos que enfrenté en esos años en el Consejo Popular y en otras responsabilidades posteriores. El encuentro siguió con otros compañeros y duró más de cinco horas.

Al igual que en la fábrica de cerámica de la isla de la Juventud, Fidel acostumbraba intercambiar personalmente con los trabajadores de los lugares que recorría. Foto: Jorge Oller

Por eso cuando digo «Yo soy Fi­del», y todo revolucionario digno, hombre, mujer, joven o niño lo dice, estoy segura de que sus enseñanzas son imperecederas, que están firmes y con raíces profundas, porque hay la reciprocidad de vida presente, de ejemplo con su sencillez y abnegación, confiando en nosotros y en que lograríamos vencer. La orden está dada ¡seguir adelante y vencer!

Dagoberto García Moreno, San­tiago de Cuba

Siempre vi en Fidel el guía y conductor que me llevaría por los senderos del desarrollo y los éxitos, por eso a los 13 años me fui a alfabetizar con la Brigada Conrado Benítez, y después estuve becado en la se­cundaria básica Héroes de Ya­gua­jay en Si­bo­ney.

Luego ingresé a la Ciudad Es­co­lar Ciro Redondo en Tarará, y he aquí una anécdota: la delimitación perimetral de la Ciudad Escolar es­taba hecha por una cerca de perles, con tres pelos de alambres de púas en la parte superior sujetos por un angular, pero dichos angulares da­ban al interior del área del centro.

Un día Fidel, al pasar por el reparto se percató de esto y mandó a buscar a los responsables. Ellos le dieron la justificación que eso se había pues­to así para que los becados no se escaparan, a lo que Fidel recalcó que esa cerca y esos alambres se habían puesto para proteger a los becados y evitar que alguien entrase de afuera.

Al otro día todos los alambres de púas con sus angulares estaban ha­cia el exterior.

En 1963, en Tarará había alrededor de 5 000 estudiantes que habían terminado la secundaria básica be­cados, por lo que Fidel ideó un plan, hacerle una prueba, y los que aprobasen podían hacer el pre en dos años. Este plan se llamó Plan Fidel. Eso permitía que un grupo de estudiantes ingresase a la univer­sidad un año antes y se ganaría un año en su incorporación a trabajar en la sociedad, que tanta falta le hacía al país. Nuevamente la idea de Fidel es exitosa, pues nos graduamos 992 que ingresamos a las universidades de La Habana o de Oriente.

Teresa

Desde el primer día quise decir algo pero no podía, ahora es que me atrevo. Mi abuela y una vecina contaban que Fidel vino una vez a una actividad en la Quinta de los Mo­li­nos y todos los vecinos corrieron a verlo, a mí me llevaban en brazos, pues era muy pequeña. Decían que al acercarse él las llamó, las saludó y me cargó!!! Y hasta dijo que mis botas ortopédicas eran iguales a las suyas. Nunca pude perdonarme que no recordara nada de ese mágico instante, solo sé que durante to­da la primaria, cada vez que me vestía para la escuela, le pedía a mi mamá que me pusiera las botas de Fidel.

Por eso, quise escribirle estos versos:

FIDEL

Dime quién puede cantarte

quién abarcar tu espacio,

si eres tan infinito e inmenso

como el universo que quieres

salvar.

Dime qué fuerzas te mueven,

qué gigante lúcido te habita,

que cuando los impíos festejan

tu caída,

eres un rayo luminoso que se enerva.

Dime qué palabras pueden vestirte

y definir lo colosal de tu figura

si incluso, aquellos que te odian,

enmudecen perplejos ante tu haz de luz.

Dime tú, faro y guía de tantos ojos,

brioso corazón ardiente del planeta,

qué puedo decirte que no te hayan dicho

qué puedo susurrarte en tus breves descansos.

Dime qué hacer para acallar

estas pretensiones de cantar

a tu estatura,

si otros inmensos lo han hecho

y no se atreven a volver a hacerlo

por temor a no poder alcanzar

totalmente tu grandeza.

Dime cómo definir en

una sola palabra

tu esencia volcánica, férrea,

íntegra, viril,

esa que nos hace amarte y seguirte incondicionalmente,

perdona si no supe encontrarla,

esa palabra eres tú: FIDEL.

Con todo mi amor,

Teresa.

Iraldo González

Conocí a Fidel en junio de 1970, con apenas 21 años, cuando fui convocado como radiotelegrafista, para integrar la tripulación del pesquero Camarón. Nos disponíamos a trasladar suministros y vituallas al hermano pueblo de Perú, donde un devastador terremoto había dejado miles de víctimas.

Uno de los días previos a la partida, mientras se cargaban las provisiones en el puerto pesquero de La Habana sentí un murmullo inusual en cubierta. Yo estaba en la estación de radio de la embarcación comprobando los equipos, y antes de poder subir a averiguar, la causa de aquel alboroto llegó a mí.

A mis espaldas una voz gruesa y una mano familiar en mi hombro me tomaron por sorpresa: ¡Era Fi­del! No podía creerlo. Solo quería sa­er si todo marchaba bien. Con nervios, pero muy firme le contesté «Sí, Comandante», y luego lo vi partir.

Desde el Callao, Lima, nuestra prensa plana reportó ese viaje solidario. Uno de los tantos que Cuba ha realizado gracias a Fidel.

Adelaida Macías Saínz

Después que concluyó la Cam­paña de Alfabetización, y ante el llamado que nos hiciera Fidel a todos los brigadistas diciendo que nuestra próxima misión sería la de estudiar, me incorporé en 1962 al Plan de Be­cas creado por él, y comencé mis estudios de bachillerato en el in­s­ti­tuto preuniversitario Arbelio Ra­mí­rez en Ciudad Escolar Libertad. Pues bien, resultó que una tarde de 1964, cuando ya estábamos a punto de graduarnos y todos creíamos tener decidido lo que íbamos a estudiar, se nos apareció Fidel a la zona de los albergues y allí, recostado in­formalmente al carro, comenzó a con­versar con nosotros.

Téngase en cuenta la masividad de los bachilleres, que la universidad daría ese año la libertad de escoger la carrera que quisiéramos. Así fueron surgiendo en las respuestas las profesiones más conocidas, sin que ello significara que supiéramos mu­cho de ellas. Y ahí comenzó su contraataque. Empezó con los que se inclinaban por las letras, a los que invitó a que estudiaran Perio­dismo, para divulgar con objetividad la obra de la Revolución.

Después quiso saber quiénes iban a estudiar ingenierías y ciencias, y empezó su convocatoria pa­ra que estudiáramos Ingeniería Agro­nó­mica, ante la necesidad que había en el país de estos profesionales pa­ra emprender los planes de desarrollo agropecuario que la Re­vo­lución se proponía. Argu­men­tó que en Cu­ba los agrónomos eran los hijos de los terratenientes, que en su ma­yoría se habían ido del país, y que los hijos de los campesinos recién se habían alfabetizado.

Aquello nos conmocionó. Con ese poder de persuasión que lo ca­racterizaba, dándonos argumentos y acudiendo a nuestra conciencia muchos accedimos al reto, más por cumplir con un deber con la Re­vo­lución, que por habernos convencido de que esa era la mejor opción para nuestro futuro. Pero ahí no pa­raron las cosas, pocos días después de haber matriculado en la univer­sidad, recibimos en nuestras casas un telegrama con una citación para que nos presentáramos en el Co­mi­té Central del Partido.

Llenos de expectativas asistimos a dicha reunión, y allí descubrimos que nos esperaba una nueva sorpresa. Por encargo de Fidel nos estaban convocando para que nos incorporáramos como profesores de los nuevos centros politécnicos de Suelos, Fertilizantes y Gana­de­ría, que co­menzaban a incrementarse y para los cuales no había docentes suficientes, y con la variante —bien no­vedosa para entonces— de hacer la carrera por un plan especial, que resultó ser el primero de carácter di­rigido que emprendería la Univer­sidad de La Habana.

Comenzaríamos dando clases de las asignaturas básicas (Ma­temática, Física, Química) y en la medida en que avanzáramos en la carrera pasaríamos a las asignaturas técnicas. Alrededor de 30 de aquellos jóvenes nos incorporamos a este Plan de Fi­del, en el que no pocos tropiezos tu­vimos que enfrentar desde el día en que nos paramos por primera vez frente a un aula.

Tiempo ha transcurrido desde en­tonces y varias anécdotas nos acompañarán mientras vivamos, pero lo más trascendente ha sido comprobar cómo muchos de no­sotros acogimos la profesión de do­centes para toda la vida. Por eso, he comprendido tan bien cuando Fidel ha hecho otras convocatorias pa­ra la incorporación a ser maestros, como ocurrió con el destacamento pedagógico o con la formación de profesores emergentes, plan­­teando que la vocación hay que encontrarla hurgando en el al­ma de los jó­venes.

Yordanka Ledesma Bermúdez, profesora de la ESBU José Martí del municipio de Florida, provincia de Camagüey

En estos días de inmenso dolor solo pasa por mi cabeza la imagen inolvidable de Fidel en el año 2005, cuando se reunió con un grupo de universitarios en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Con­versó muchísimo con nosotros. A pesar de los años, nunca olvidaré que me pidió que me pusiera de pie. Me preguntó sobre el refrigerador de mi casa, y le dije que estaba roto. Gracias a él me dieron uno nuevo. En estos días de inmenso dolor, es­tudiantes, trabajadores y amigos me piden que les cuente sobre ese gran encuentro.

Fidel Castro en el círculo infantil Amiguitos de Pyongyang. Foto: Liborio Noval

Siempre lo recordaré como el gran hombre de las manos limpias, y transparentes, luchador por su pueblo y por la igualdad del hombre. Para mí Fidel fue y será más que un Presidente. Será un hombre adelantado a su momento, que sin mie­do, dijo en su juicio que la his­toria lo absolverá. Hoy su pueblo le ha respondido a la altura de lo que fue. Lo despedimos con un nudo en la garganta, convencidos de que siempre estará en nuestros cora­zones.

Teresita Capote Camacho, ex-Embajadora de Cuba en Bulgaria

Junto al dolor que implica la muerte de nuestro Fidel y, viendo las numerosas anécdotas y experiencias de múltiples compañeros que tuvieron el privilegio de conocerlo de cerca, decidí hacerles llegar estas anécdotas.

En realidad, Fidel para mí fue y siguió siendo siempre esa luz que alumbró el oscuro camino de mi niñez, marcada por la pobreza de mi familia, por el hambre y la tuberculosis, enfermedad terrible, que se llevó a mis abuelos, a mis tíos y a mi ma­dre a los 33 años, quedándome huérfana desde los siete años de edad.

El triunfo de la Revolución significó para mí la sensación de que, a los 15 años, yo había vuelto a nacer; que Fidel había hecho la Revo­lu­ción para salvarme y elevar mi au­toestima.

La campaña de alfabetización me hizo sentir libre por primera vez y la posibilidad de cursar estudios en la entonces República Popular de Bulgaria, me permitió en 1970 ser la traductora de nuestro Co­man­dante en Jefe, durante la visita del primer secretario del Partido Co­mu­nista Búlgaro, Todor Yivkov; en 1972 durante la visita oficial de Fidel a Bulgaria; en 1975, durante el Pri­mer Congreso del PCC, entre otras ocasiones.

Una anécdota interesante fue el día, durante la visita a Bulgaria en 1972, que Fidel, impresionado por los bajos precios de los productos, le comentó a Todor Yivkov: «En todo el mundo se dice que el Estado le roba al comprador. Yo creo que este es el único país en que el comprador le roba al Estado».

Una noche, durante esa misma visita, nos reunimos un grupo de los miembros de la delegación y, como se suponía que nuestro Jefe máximo estaba ya descansando, me convencieron para que les cantara algo. En un momento determinado, sentimos unos pasos firmes, dejé de cantar y al llegar Fidel, se mostró sorprendido afirmando: «Yo creía que se trataba de un radio en­cendido y miren ustedes quién era». Entonces, los compañeros me invitaron a cantarle una canción y yo, apenada, me negué, entonces dijo: «Déjenla, si no quiere cantar», en­tonces le dije: ¡Sí Comandante! Y con una pena enorme, interpreté aquella famosa canción de la Nue­va Trova que dice: «Un hombre se le­vanta temprano en la mañana, se pone la camisa y sale a la ventana…». Con toda atención me escuchó y al final me regalaron todos, un lindo aplauso. No fue fácil, porque me pareció la canción más lar­ga de este mundo, pero fue un honor!!!!

Cuando presentamos las cartas credenciales como Embajadora en Tadyikistán, me conmovió el interés del presidente tadyiko por ha­cerme llegar, en detalles, la emoción y el honor que había significado para él haber podido estrechar la mano de Fidel cuando este los visitó siendo él estudiante en Moscú.

A la salida del encuentro, el di­rector de Protocolo nos señaló que habíamos violado el tiempo previsto para la entrevista y, a modo de broma, le respondí: Dígaselo a su Presidente quien habló mucho más que yo.

Motivada por el respeto y el amor que nos inspira, le escribí el poema Agosto 13 que les comparto.

Agosto 13

Cuando llega Agosto 13

Se detiene el calendario

Y cual palomas en vuelo

Repican llenos de euforia

Del mundo los campanarios.

 

Si hasta tu oído pudieran

Llegar los ecos sonoros

De las banderas que agitan

En cada agosto de gloria

Millones de campesinos

Los mil millones de obreros

Para saludarte invicto

Comandante de la historia.

 

Y no pienses que exagero,

Porque si Martí pudiera

Yuxtaponerse en el tiempo

La estrella de mil esfuerzos

Colocaría en tu frente

Para compartir contigo

Querido Titán de siempre

La gloria del universo.

 

Solo no habría consenso

Entre los que tienen miedo

No les gusta que desnudes

Con tu lenguaje de acero

Y tiemblan cuando tu verbo

Que desconoce el disfraz

Descorre todos los velos

Para decir la verdad.

 

Pero la suerte está echada

Habrá mil agostos nuevos

Y con solo recordarte

Habrán de temblar de miedo

La alternativa está clara

No hay variantes para el duelo

Siendo peor para ellos

Mejor serás para el pueblo.

 

Y como el amor de muchos

Inmortaliza en el tiempo

No habrá muerte que te alcance

Serás mil veces eterno

Y aun cuando estés dormido

Serás el mejor guerrero

Renacerás victorioso

CADA PRIMERO DE ENERO!!!

13 de agosto de 1987

Pedro J. González Villar, estudiante de Medicina

Quizá cada cual lleve guardado en su corazón y memoria a su Fidel. El mío llegó el día que tomé en mis manos el reloj de pulsera de mi pa­dre, uno que cuidaba con mucho esmero. Apenas tenía cuatro o cin­co años de edad. Mi padre rápido lo tomó de mis manos, pues no quería que se rompiera.

Luego, al verme apenado me ex­plicó que ese reloj llevaba grabada en la pulsera una dedicatoria de Fidel: al soldado Juan G. Gon­zález, vanguardia FAR, 1975-76 del Co­mandante en Jefe. Se lo ha­bía ganado por su ejemplar conducta du­rante su servicio militar. Aún funciona, a pesar del tiempo. Mi padre, de 64 años, lo cuida como un tesoro preciado. A medida que fui creciendo, he ido comprendiendo a mi padre. Junto al reloj, él guarda una carta enviada por Chávez, en respuesta a un dibujo que le hice cuando era un pionero de siete años; así como el agradecimiento del Consejo de Estado y de Fidel por ese singular gesto infantil. Así pasarán a mis hi­j­os estas reliquias familiares. ¡Hasta siempre, Co­man­dante!

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Yaniuska Guzman Reve dijo:

1

5 de diciembre de 2016

11:01:33


Mi Comandante tenia la capacidad de compartir, de conversar y de llegar al corazon de todos por igual, sim importar el color, la raza, la procedencia el simplemente era uno mas en el gupo, cuanto no hubiera dado por estar a su lado o por menos a unos pasos de el, el tutor de todos los cubanos el que aun sigue creyendo en la Juventud los cuales con su legado y con la responsabilidad de seguirlo, digo esto con los ojos llenos de lagrimas y el corazon estrujado porque cuando un pueblo energico y viril llora la injusticia tiembla, HASTA SIEMPRE COMANDANTE.

Odalis Martínez Bueno dijo:

2

5 de diciembre de 2016

11:38:53


De las tantas veces que ví a Fidel en persona y de haberlo tenido tres veces cerca, no tengo historia personal con él, en esos instantes y sin poder explicármelo hasta hoy en día, siempre adoptaba la posición de firme y vigilante, como si yo estuviera ahí solo para cumplir la misión de cuidarlo, mis padres si tienen sus historias para contar, las que hago mía, ellos, santiageros de pura cepa, se incorporaron a la lucha de Fidel, al triunfar la Revolución continuaron su vida militar. Mi madre, cuando estaba en la vida activa de las FAR, (con 78 años de edad aún sigue trabajando en una empresa militar), muchas veces fue electa como vanguardia y tuvo la oprtunidad de hablar con Fidel y Raúl, tiene fotos de esos momentos. Justamente ayer comenzó a rememorar muchas anécdotas, hubo una que consideré muy simpática, Fidel se reune con ellos en el Museo de la Revolución, ese año se había cambiado el uniforme para el que usan actualmente, el Comandante, dirigiéndose a mi mamá, pregunta: ¿Cuántos uniformes les dio Raúl? Mi madre le contesta que dos, el comandante reflexina y dice: Entonces, tienen que arreglárselas con dos uniformes hasta el año que viene que le den dos más. A lo que mi mamá junto con otros presentes le dice que sí. Entonces, el Comandante, con esa sonrisa pícara que suele poner les dice: "Que tacaño es mi hermano" (Todos conocemos que Raúl es quien más sigue al pie de la letra lo que orienta Fidel y el Comandante siempre ha pedido austeridad)

Niurbelis Cisnero Martínez dijo:

3

5 de diciembre de 2016

16:54:50


Vivo con orgullo de haber rozado por unos segundo la cálida mano de nuestro eterno comandante Fidel Castro Ruz. En julio del 2002, terminando mis estudios del 12 grado, mis profesores comentaban de dos nuevos proyectos, al instante llamé a mis padres y les rogué que me apuntaran, grande fue mi sorpresa cuando después de unos días me comunicaban que había sido seleccionada, de un momento a otro pasé de ser una futura doctora a estudiar en la Universidad de Ciencias Informáticas. En mi primer año de estudio sin esperarlo llegó de sorpresa a nuestra escuela, no podíamos creerlo, la noticia corrió rápido, todos queríamos verlo, corrimos a su encuentro. Fue la primera vez que veía a Fidel en persona, tan cerca, con su sonrisa eterna fue estrechando la mano de todos a su paso, solo duró unos segundos, segundos que fueron eternos. Es el regalo más grande que he recibido en mi vida. Quería explicarnos personalmente la tarea que nos había sido asignada, la importancia de la misma y lo feliz que se sentía de estar compartiendo con nosotros. Todos comprendimos nuestro papel en la historia y nos comprometimos aún más con la revolución, luchamos día a día para que su sueño se hiciera realidad. Incontables fueron las veces que acompañamos a nuestro líder en la lucha por el regreso de nuestros 5 héroes en tribunas abiertas, marchas, desfiles, en cualquier momento y lugar que se luchara por la justicia, la verdad y las conquistas de nuestra revolución. Su preocupación por todos era infinita, su presencia estaba siempre con nosotros. En el acto de fin de curso del primer año de la UCI estuvo presente para felicitarnos a todos y agradecernos por los resultados alcanzados, para exhortarnos a seguir luchando. Cada día aportábamos nuestro granito de arena para construir la universidad que él sonó, la que pasó a ser solo unos pocos edificios a convertirse en la inmensa Universidad de Ciencias Informáticas que es ahora. Fidel fue el hombre capaz de convertir una oruga en una hermosa mariposa que al pasar los años aún mantiene la firmeza de sus alas. Con mucho dolor lamentó no estar presente en el año 2007 en la graduación de los primeros ingenieros, pero sus palabras se hicieron llegar, un discurso hermoso que nos hiso llorar a todos. Su regalo fue hermoso, junto con nuestro diploma recibimos el recién estrenado libro “Cien Horas con Fidel” de Ignacio Ramonet con un mensaje muy cálido firmado por nuestro invicto COMANDANTE. Hoy somos una tropa gigante de Ingenieros Informáticos que desde nuestro puesto de trabajo llevamos adelante la informatización de nuestra sociedad. Siento con mucha tristeza su perdida física. Siempre lo recordaré como el líder que fue y será. No habrá hombre en la historia que se compare con él. Gracias Fidel por todo lo que nos has dado. Aún tengo un nudo en la garganta, pero en todo momento y aún sin voz gritaré bien fuerte “YO SOY FIDEL”.