Cuba condena la desvergonzada decisión de poner en libertad al
terrorista Luis Posada Carriles y señala al gobierno de los Estados
Unidos como el único responsable de este acto cruel e infame que busca
comprar el silencio del terrorista sobre sus crímenes al servicio de
la CIA, especialmente en la época en que Bush padre fue su Director
General.
Con esta decisión, el gobierno norteamericano ha ignorado el clamor
levantado en todo el mundo, incluso dentro del territorio de los
Estados Unidos, contra la impunidad y la manipulación política que
este acto entraña.
Esta decisión es un insulto al pueblo cubano y a los pueblos que
perdieron a 73 de sus hijos en el abominable atentado de 1976 con el
derribo, frente a las costas de Barbados, de un avión civil de Cubana
de Aviación.
Esta decisión es un insulto al propio pueblo de los Estados Unidos,
y es un rotundo mentís a la supuesta "guerra contra el terrorismo"
declarada por el gobierno del Presidente George W. Bush.
Al gobierno de los Estados Unidos le habría bastado con certificar
el carácter terrorista de Luis Posada Carriles para impedir su
liberación, y de conformidad con la Sección 412 de la Ley Patriota de
los Estados Unidos, haber reconocido que "su liberación amenaza la
seguridad nacional de los Estados Unidos o la seguridad de la
comunidad o de cualquier persona".
El gobierno de los Estados Unidos también habría podido aplicar las
regulaciones que le permiten al Servicio de Inmigración y Aduanas
retener a un extranjero no admisible en el territorio norteamericano y
sujeto a la deportación. Para ello habría bastado que las autoridades
norteamericanas hubiesen determinado que Posada Carriles es un riesgo
para la comunidad o que liberarlo entrañaría el riesgo de que se
fugara.
¿Por qué el gobierno de los Estados Unidos permitió que el
terrorista ingresara impunemente en el territorio norteamericano a
pesar de los llamados de alerta formulados por el Presidente Fidel
Castro?
¿Por qué el gobierno norteamericano lo protegió durante los meses
que permaneció ilegalmente en su territorio?
¿Por qué, teniendo todos los elementos para ello, se limitó, el
pasado 11 de enero, a acusarlo de delitos de menor cuantía, de
carácter eminentemente migratorio y no de lo que realmente es: un
asesino?
¿Por qué se le libera, cuando la propia Jueza Kathleen Cardone, en
su dictamen del día 6 de abril que ordenó la excarcelación del
terrorista reconoció que se le acusa "¼ de
haber estado involucrado en, o de estar asociado con algunos de los
hechos más infames del Siglo Veinte (¼ )?
Algunos de estos hechos incluyen la invasión de la Bahía de Cochinos,
el escándalo Irán-Contras, el derribo del vuelo 455 de Cubana de
Aviación, las bombas de 1997 en centros turísticos de La Habana y,
según algunos teóricos de la conspiración, en el asesinato del
Presidente John F. Kennedy".
¿Por qué ahora el Servicio de Inmigración y Aduanas del
Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos no utiliza los
mecanismos que tiene a su disposición para mantener en prisión al
terrorista, con el indudable argumento, ya utilizado por la Fiscalía
General de los Estados Unidos en fecha tan cercana como el pasado 19
de marzo de que, de ser liberado, se corre el riesgo de que se fugue?
¿Por qué el gobierno de los Estados Unidos ha hecho caso omiso de
la solicitud de extradición presentada, con todos los requisitos de
rigor, por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela?
¿Cómo es posible que se libere hoy al más notorio terrorista que
jamás ha existido en este hemisferio y permanezcan en cruel prisión
cinco jóvenes cubanos cuyo único delito ha sido el de luchar contra el
terrorismo?
Para Cuba, la respuesta es clara. La liberación del terrorista ha
sido gestada por la Casa Blanca como compensación para que Posada
Carriles no divulgue lo que sabe, para que no hable de los
innumerables secretos que guarda sobre su prolongado periodo como
agente de los servicios especiales norteamericanos, en que actuó en la
Operación Cóndor, y en la guerra sucia contra Cuba, contra Nicaragua y
contra otros pueblos del mundo.
La plena responsabilidad por la liberación del terrorista y por las
consecuencias que de ella deriven, recae directamente sobre el
gobierno de los Estados Unidos y, muy particularmente, sobre el
Presidente de ese país.
Incluso ahora, después de su liberación, el gobierno de los Estados
Unidos tiene toda la información y los mecanismos legales para
volverlo a arrestar. Falta solo tener la voluntad política para luchar
en serio contra el terrorismo y recordar que, según el Presidente Bush,
"¼ si usted da refugio a un terrorista, si
apoya a un terrorista, si alimenta a un terrorista, usted será tan
culpable como los terroristas".
La Habana, 19 de abril del 2007
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