Guillermo García Frías
Comandante de la Revolución
Nunca me habían sometido a un
interrogatorio tan largo y profundo: qué hombres había contactado,
dónde se encontraban y la seguridad que tenían. Respondí que el
grupo de Almeida, compuesto por siete compañeros, más otros que le
había incorporado, entre ellos Pablo Díaz, Arsenio García y los tres
Calixto, se hallaba en un lugar muy inseguro, y le entregué la
tarjeta de Almeida.
Al informarle sobre todos con los
que había hecho contacto, que ya sumaban más de veinte, me preguntó:
«¿Y a Raúl no lo has encontrado. Tú crees que haya muerto?». «Sé que
no ha muerto —contesté—, pero yo personalmente no lo he encontrado.
Por informaciones de los campesinos supe que han pasado algunos más,
pero él no se ha identificado».
No había contactado ni con Raúl
ni con sus compañeros, pues cuando llegué allí, después de recibir
el aviso de que estaban en Ojo del Toro con la familia de Neno
Hidalgo, ya se habían marchado. «Sin embargo —añadí— tengo noticias
de que pasó por toda la red organizada por los campesinos».
Entonces me habló con mucho
sentimiento sobre su hermano. Se refirió también a lo difícil que
había sido el desembarco; a la sorpresa y al fracaso de Alegría de
Pío, así como a la experiencia que había dejado. Reflexionó sobre el
cansancio de los expedicionarios, de la necesidad que tiene el
hombre de imponerse a la fatiga y elevar la voluntad por encima de
todo, tal como hicieron los mambises en la lucha por la
independencia de Cuba, sobreponiéndose a condiciones que entonces
fueron mucho más difíciles. Me habló también de la calidad humana de
los campesinos con que se había encontrado, quienes a pesar de su
miseria y aun viendo un ejército tan grande y bien armado, se habían
decidido a protegerlos.
Continuó hablando sobre el
significado de lo hecho por nosotros; de qué forma teníamos que
organizar a los campesinos como combatientes, y especialmente como
productores para crear la base del sustento de los guerrilleros en
la retaguardia, y de qué manera mejorar la economía de los
habitantes de la Sierra Maestra.
Me expuso toda su idea con
respecto a la guerra contra Batista, máximo responsable de la
situación que vivía el país, y no contra el ejército, instrumento de
la dictadura, y cuál sería el tratamiento a los soldados que fueran
hechos prisioneros.
Con mucha claridad me explicó lo
que representaría la Revolución para los campesinos; que habría que
convencerlos de que sería una guerra larga, pero con un triunfo
indiscutible, y que esta lucha los sacaría de la miseria, del
analfabetismo, de la opresión de la Guardia Rural y de todos los
males que padecíamos en ese momento...
Nunca antes había escuchado un
pensamiento político y militar tan claro. Fidel posee una penetrante
sicología y un poder de convencimiento extraordinario. Por primera
vez en mi vida había sostenido una conversación tan profunda y
esclarecedora sobre nuestra situación en el campo, y cuál sería el
futuro del campesinado cubano.
Narración de su libro en
preparación Un encuentro con la verdad.
Regreso a las 118 opiniones de
personalidades nacionales e internacionales