El decibel (dB) es una unidad relativa empleada en
la acústica y las telecomunicaciones para expresar la relación entre
dos intensidades del sonido, pues la práctica indica que cualquier
sujeto necesita escuchar al menos dos sonidos de diferente magnitud
para dar una estimación confiable de su valor. La escala de medida
no es lineal, sino logarítmica, que se ajusta mejor a la
sensibilidad del oído humano.
Para evaluar el riesgo auditivo es preferible
utilizar el decibel A ponderado (dBA), que se basa en
determinaciones realizadas aplicando un filtro. El proceso elimina
parte de las bajas frecuencias (sonidos graves) y las muy altas
(sonidos agudos), dejando solo las frecuencias medias, de mayor
percepción.
Existen diferentes acepciones del ruido: sonido
desagradable, perjudicial, perturbador o dañino para quien lo
recibe, pero actualmente la más aceptada parece ser "sonido no
deseado", cualquiera que este sea.
Los animales reaccionan ante el ruido huyendo,
escondiéndose o enfrentándose agresivamente a su fuente. Si estaban
dormidos, despiertan. La secreción de adrenalina que se origina es
similar a la causada por cualquier otra señal de peligro.
En los seres humanos se muestran instintivamente las
mismas reacciones, en depedencia de la sensibilidad individual de
cada persona frente a tan incómodo estímulo.
El efecto más usual del ruido es el malestar, que
durante el día se suele experimentar moderadamente a partir de los
50 dbA, y llega a ser fuerte por encima de los 55. Al anochecer, en
estado de vigilia, el efecto es mayor, y estas cifras se reducen en
5 ó 10 dbA.
También interfiere en la comunicación entre las
personas. en una conversación normal, para que una palabra sea
perfectamente inteligible, la intensidad debe ser superior al ruido
de fondo en no menos de 15 dBA.
El ruido de fondo, o los ruidos repentinos, pueden
causar la disminución del rendimiento en muchos trabajos,
especialmente en aquellos que exigen concentración. Aparecen errores
y se reduce la calidad y cantidad de las tareas realizadas.
En algunos casos las consecuencias pueden ser
duraderas. Por ejemplo, los niños sometidos a altos niveles de ruido
durante la edad escolar aprenden a leer con mayor dificultad y
tienden a alcanzar niveles inferiores de dominio de la lectura.
Además de la imposibilidad de dormir cuando hay
mucho ruido, a partir de un nivel de 45 dBA la probabilidad de
despertar cuando se duerme es mayor. Pero aun cuando no haya
interrupciones en el sueño, la contaminación sonora puede afectar
seriamente su calidad, y este se vuelve intranquilo, suelen
acortarse sus fases más profundas, ocurren cambios en la respiración
y puede aumentar la presión arterial y el ritmo cardiaco.
Por tanto, la persona no habrá descansado bien y
será incapaz de realizar adecuadamente sus labores cotidianas. Si la
situación tiende a prolongarse, los daños al equilibrio físico y
psicológico pueden ser mayores.
La relación de daños a la salud humana ocasionados
por el ruido incluye la denominada sordera transitoria (fatiga
auditiva) o permanente en el caso de exposiciones prolongadas a
niveles superiores de 75 dBA. También la pueden desencadenar los
sonidos de corta duración mayores de 110 dBA.
De acuerdo con la opinión de algunos especialistas
se necesitan unas 16 horas de descanso en situación de confort
acústico para recuperarse totalmente de la fatiga auditiva.
Las personas sometidas a cualquiera de las
situaciones descritas anteriormente suelen desarrollar algunos de
los padecimientos siguientes: cansancio crónico, tendencia al
insomnio, hipertensión, cambios en la composición química de la
sangre, isquemias cardiacas, trastornos del sistema inmune
(responsable de la respuesta a las infecciones y a los tumores);
trastornos psicofísicos tales como ansiedad, manía, depresión,
irritabilidad, náuseas, jaquecas, problemas digestivos y también
neurosis o psicosis en individuos predispuestos a ello.
El ruido es capaz de propiciar la aparición de
conductas negativas como hostilidad, intolerancia, agresividad,
aislamiento social y disminución de la tendencia natural hacia la
ayuda mutua.
Parafraseando en sentido contrario el título de una
popular serie televisiva que se retransmite en la programación de
verano, se impone apostar por un entorno con "menos ruido", es
decir, mucho más sano.
Nota de la
Redacción
El problema de la contaminación sonora pasa, sobre todo, por
la pérdida de autoridad y la desidia de quienes tienen que
hacer cumplir lo legislado por la Asamblea Nacional del
Poder Popular. A la indolencia de los que convierten
cualquier espacio en un infernal bullicio, se suma la falta
de exigencia de quienes están facultados para imponer las
sanciones previstas. Y como si fuera poco, al habitual ruido
de nuestra cotidianidad se suma por estos días de verano la
nueva moda de concluir las fiestas en plena calle, mientras
muchos a esa hora de la madrugada intentan conciliar el
sueño entre insensibles algarabías y coros estridentes.
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