Si bien las variaciones en los campos magnéticos y eléctricos, la
elevación o la disminución súbita del nivel del agua en los pozos, y
el comportamiento inusual de los animales, han sido indicios
premonitores de la aparición de algunos terremotos en el mundo, lo
cierto es que hasta el presente la comunidad científica no ha
logrado vaticinar con exactitud el momento de su ocurrencia.
De ahí la importancia de proseguir las investigaciones, haciendo
énfasis en calcular las zonas de mayor o menor riesgo sísmico,
indicador estimado en función de las pérdidas materiales y de vidas
humanas que pudiera ocasionar un sismo de una intensidad
determinada.
Según aparece en el libro Geología para Todos, cuyo editor
científico es el doctor Manuel Iturralde Vinent, presidente de la
Sociedad Geológica de Cuba, para ello se utilizan una serie de
elementos que incluyen los datos históricos, la recurrencia de los
temblores de tierra perceptibles, la longitud, la profundidad y el
mecanismo de las fallas sismogeneradoras, los tipos de rocas y de
suelos, el relieve y las características de las edificaciones
existentes en cada área.
La desaparecida doctora Bertha Elena González, quien fue una
reconocida investigadora en el tema, decía en un congreso que jamás
debía descuidarse la evaluación del peligro en las grandes ciudades,
aun cuando estuvieran ubicadas en regiones de baja actividad
sísmica.
Para fundamentar tal afirmación citaba el ejemplo de lo sucedido
en la ciudad de Gazlí, en Uzbekistán, donde de acuerdo con lo
apreciado por los expertos, no era necesario tomar allí medidas de
carácter sismorresistentes en las construcciones. Sin embargo, en
los meses de abril y mayo de 1976 ocurrieron en el lugar dos
notables terremotos que destruyeron gran parte de las edificaciones,
ninguna de las cuales estaba diseñada para soportar tan fuertes
sacudidas.
El Doctor en Ciencias Tomás Chuy Rodríguez, uno de los
científicos más experimentados de esa institución y autor de un
interesante trabajo referido a las características de la sismicidad
en Cuba durante el periodo 1528-2010, precisó a Granma que
los terremotos tienen lugar en todo el territorio nacional, y esa
condición requiere ganar conciencia en la percepción de los
potenciales riesgos y fomentar una cultura acerca de cómo
prepararnos y actuar frente a ellos.
Indicó que si bien la mayor peligrosidad se localiza en la zona
suroriental del país, vinculada al sistema de la falla
Oriente-Caimán, y donde suelen presentarse los de mayor magnitud e
intensidad, la cronología registra temblores de tierra en otras
partes de la geografía cubana, algunos de ellos bien notables, como
el reportado en el poblado de San Cristóbal el 23 de enero de 1880
(hoy provincia de Artemisa).
Alcanzó una magnitud estimada de 6,0 grados en la escala de
Richter, y una intensidad de 8,0 grados en la escala MSK. Vale
aclarar que la magnitud mide la energía liberada por el evento
telúrico, y la intensidad se determina por los daños ocasionados.
Este fenómeno produjo considerables pérdidas materiales, y fue
perceptible con cierta fuerza en algunos lugares de La Habana, para
sorpresa de sus habitantes no acostumbrados a sentirlos.
Otros casos significativos que también se registraron fuera del
oriente cubano son el de Remedios-Caibarién, del 15 de agosto de
1939, con una magnitud de 5,6 grados; y los reportados en Alonso de
Rojas, Pinar del Río, el 11 de junio de 1981, y Jagüey Grande,
Matanzas, el 16 de diciembre de 1982, que provocó la rajadura de
paredes en centros escolares.
Vale la pena mencionar, además, el ocurrido el pasado jueves 9 de
enero con una magnitud de 4,9, cuyo epicentro se localizó al noreste
de Varadero, y resultó perceptible en varias localidades matanceras,
y en partes de la capital.
La propia investigación del doctor Chuy sitúa al del 20 de agosto
de 1852 al frente de los más notables acaecidos en el país durante
el siglo XIX. Alcanzó en Santiago de Cuba un estimado de 7,3 grados
en la escala de Richter y 9,0 de intensidad.
Destruyó más de mil viviendas, mientras hubo afectaciones
considerables en las iglesias e inmuebles de la administración
colonial.
Asimismo, provocó deslizamientos de grandes piedras en la zona de
la Sierra Maestra, la aparición de largas y anchas grietas en el
terreno, y sus potentes sacudidas se sintieron hasta las ciudades de
Baracoa, Gibara, y Holguín, extendiéndose incluso a las vecinas
islas de Jamaica y la Española.
Dados los antecedentes históricos de esta urbe oriental en cuanto
a la frecuencia y fortaleza de los temblores de tierra ocurridos
allí, el CENAIS hizo la caracterización completa del escenario bajo
riesgo, material de obligada consulta para aplicar acciones de
prevención y mitigación que propicien el desarrollo sostenible de la
ciudad.
Como dato curioso es oportuno señalar que el primer sismo del
cual se tiene referencia en Cuba aconteció en la villa primada de
Baracoa en 1528.
El doctor Chuy apuntó que desde el 2010 y con la colaboración de
la República Popular China, el país empezó a modernizar la red
sismológica nacional, cuya avanzada la conforman ocho estaciones de
banda ancha, capaces de registrar y transmitir en tiempo real las
señales sísmicas de cualquier temblor de tierra que tenga lugar
dentro del territorio nacional, en la región del Caribe, o a miles
de kilómetros de distancia.
Lo anterior propicia que en breve tiempo los especialistas puedan
procesar los datos y brindar de inmediato la información
relacionada.
Algunos de los terremotos más notables ocurridos en Cuba
Año |
Magnitud |
Intensidad |
Lugar |
1551 |
5,8 |
8,0 |
Bayamo |
1578 |
6,8 |
8,0 |
Santiago de Cuba |
1776 |
7,6 |
9,0 |
Santiago de Cuba |
1852 |
7,3 |
9,0 |
Santiago de Cuba |
1880 |
6,0 |
8,0 |
San
Cristóbal |
1914 |
6,2 |
7,0 |
Gibara |
1932 |
6,7 |
8,0 |
Santiago de Cuba |
1939 |
5,6 |
7,0 |
Remedios-Caibarién |
1976 |
5,7 |
8,0 |
Pilón |
1992 |
7,0 |
7,0 |
Cabo
Cruz |
Fuente: Centro
Nacional de Investigaciones Sismológicas