(9 de
septiembre de 2013)
Polvo del Sahara
¿Verdugo de los ciclones?
Orfilio Peláez
El desarrollo de la tecnología satelital abrió el camino para que
los científicos comenzaran a mostrar interés hacia un fenómeno
típico del norte de África, sin implicaciones aparentes sobre el
clima y otros ecosistemas.

En la gráfica puede
observarse el comportamiento del polvo del Sahara sobre el Atlántico
oriental hasta el jueves 5 de septiembre. Imágenes: Cortesía del
entrevistado
Se trata de la formación de nubes de polvo generadas por las
famosas tormentas del desierto del Sahara, proceso monitoreado hoy
desde el espacio en todas sus etapas, incluida la dirección de su
desplazamiento.
Esas nubes conformadas por partículas de polvo vienen cargadas de
sal, hierro, sílice, cuarzo y otros minerales, además de hongos,
bacterias y virus.
Una vez emergidas del continente africano pueden moverse sobre
las Islas Canarias y afectar luego a España, Portugal y Gran
Bretaña, en tanto otras avanzan hacia el oeste por el océano
Atlántico impulsadas bajo el flujo de los vientos alisios, y llegan
hasta el mar Caribe, y en ocasiones al Golfo de México. A esta
región suelen arribar a los seis días de ocurrida la tormenta,
aproximadamente.
Reportes internacionales dan cuenta que en las últimas cinco
décadas la cantidad de polvo del Sahara diseminada a la atmósfera
creció en más de diez veces.
En el caso particular de Cuba, estudios realizados por el doctor
en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, de la Sección de Satélites del
Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, el máximo de
frecuencia de días con polvo del mencionado desierto tiene lugar de
mayo a agosto, pero los picos ocurren en junio y julio,
fundamentalmente.
CONTRA LAS CUERDAS
Como explica a Granma el reconocido especialista en el
tema, las nubes de polvo suben hasta alturas de tres a siete
kilómetros y originan una masa de aire muy caliente, con valores
mínimos de humedad relativa.
Tal condición inhibe de manera significativa el surgimiento y
desarrollo de los ciclones tropicales, o tiende a debilitar los ya
formados, pues les crea un ambiente sumamente hostil al aportarles
aire seco, además de incrementar la cizalladura vertical del viento
en la altura, impidiendo que el sistema pueda concentrar la energía
para su formación y fortalecimiento, resaltó.
El doctor Mojena indicó que durante julio y agosto hubo una
fuerte presencia del polvo del Sahara en la zona comprendida entre
los 10 y 20 grados de latitud norte y los 20 y 60 grados de longitud
oeste (la zona de máxima actividad ciclónica en la cuenca del
Atlántico), y solo surgieron tres tormentas tropicales denominadas
Chantal, Dorian y Erin, las cuales tuvieron una vida efímera y no
pasaron de esa categoría.
Más allá de los factores adversos prevalecientes en el área, ya
mencionados, las aguas del Atlántico se han enfriado con respecto a
la temperatura que tenían a comienzos de la temporada (algo no
previsto en los vaticinios) y ese comportamiento también parece
estar vinculado al polvo, pues al tener una extensa cobertura y alta
concentración de las partículas en la atmósfera, disminuye la
intensidad de la radiación solar recibida en la superficie terrestre
y el mar está menos caliente.
Según adelantó el investigador, la presencia de esta suerte de
"verdugo" de los ciclones comienza a ser menor y debe ir
disminuyendo de forma paulatina en toda la región.
Como dato curioso vale destacar que hasta el 5 de septiembre
ninguna de las siete tormentas surgidas en nuestra área geográfica
alcanzó la categoría de huracán.
De acuerdo con lo informado por el doctor Ramón Pérez Suárez, del
propio Instituto de Meteorología, desde 1851 a la fecha eso solo ha
ocurrido en quince ocasiones, la más reciente en el 2002 cuando el
primer organismo tropical en alcanzar esa categoría lo hizo el 11 de
septiembre. En el transcurso del periodo mencionado no hubo
huracanes en 1907 y en 1914. |