Así, durante la siguiente década, reconocidas
personalidades de la ciencia y la cultura nacidas en Cuba promueven
ese proyecto a través de la Sociedad Económica de Amigos del País,
entre las cuales desempeñaron un papel protagónico José María de La
Torre (hizo la primera propuesta), Antonio Bachiller Morales, Felipe
Poey y Antonio Zambrana.
Finalmente, al amparo de una Real Orden firmada en
Madrid el 8 de diciembre de 1860, la corona española autoriza la
creación del Observatorio Físico-Meteórico de La Habana (OFM). Menos
de un año después, el 25 de noviembre de 1861 la decisión se hace
realidad, para convertirse en el primer servicio meteorológico
fundado en Cuba bajo la autoridad de la metrópoli.
La mayor de las Antillas pasó a formar parte del
reducido grupo de naciones, que fuera del continente europeo y los
Estados Unidos, disponían de instituciones similares.
El OFM quedó establecido en la edificación de la
propia sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la calle
Dragones número 308 (actual), cuya altura permitía visualizar el
horizonte circundante. Su director fundador fue Andrés Poey y
Aguirre, hijo mayor del célebre naturalista cubano Felipe Poey.
Como señala a Granma el profesor Luis Enrique
Ramos Guadalupe, reconocido historiador de esa disciplina, las
observaciones instrumentales seriadas comenzaron a realizarse el
primero de enero de 1862. El equipamiento era de la mejor tecnología
existente a nivel internacional en aquella época, pues casi todos
sus instrumentos habían sido construidos en talleres de probada
calidad y prestigio, radicados en París.
Además de estudiar los ciclones tropicales y otros
fenómenos atmosféricos, el centro también incursionó en la
astronomía y reportó la ocurrencia de algunos terremotos. Su
creación trascendió las fronteras nacionales, al ser reconocido por
los meteorólogos franceses y la Smithsonian Institution, de los
Estados Unidos, nación enfrascada entonces en la organización de su
sistema meteorológico
Según precisa Ramos Guadalupe, Andrés Poey es
considerado el precursor de esa disciplina científica en Cuba. Hizo
notables investigaciones referidas a la clasificación de las nubes y
su movimiento, como indicadores de la circulación de las corrientes
de aire en diferentes niveles de la atmósfera.
También observó la asociación de determinados tipos
de nubes con la presencia de ciclones tropicales. Sus trabajos
cronológicos sobre los huracanes, los temblores de tierra y las
granizadas son de indiscutible valor histórico y sirvieron de base
para muchos estudios posteriores.
El primero de los mencionados titulado Tabla
cronológica que comprende 400 huracanes y ciclones que han ocurrido
en las indias occidentales y el Atlántico Norte de 1493 a 1855,
fue publicado en Francia, auspiciado por la Academia de Ciencias de
esa nación, y en la Revista de la Sociedad Geográfica de Londres.
Miembro de la Real Academia de Ciencias de París, y
de otras importantes asociaciones, Andrés Poey fue cesanteado por
las autoridades coloniales españolas y marchó hacia el país galo,
donde se radicó hasta su fallecimiento el 4 de enero de 1919.
Los problemas económicos y la carencia de una
política científica por parte del gobierno de la metrópoli dieron al
traste con la gestión del Observatorio, que desapareció en las
postrimerías de 1869.
Siglo y medio después de fundado aquel primer
observatorio, la meteorología en Cuba vive hoy una etapa
cualitativamente superior, fruto del programa nacional para
fortalecer tan vital servicio, surgido por iniciativa de Fidel tras
el paso de los huracanes Charley e Iván en el 2004.
Entre los principales resultados del último lustro
aparecen la completa automatización de la red de radares
meteorológicos, hecho que además de garantizar el monitoreo
permanente de todo fenómeno atmosférico con posibilidad de
azotarnos, ahorró al país millones de dólares; elevar la efectividad
de los pronósticos del tiempo hasta alrededor del 90 %; el
desarrollo de modelos de predicción climática a corto plazo,
incluido el referido al evento El Niño/Oscilación del Sur (ENOS), y
la eficaz implementación de las alertas tempranas para la ocurrencia
de sequía agrícola y condiciones favorables a la aparición de
incendios forestales.
También figuran la identificación del potencial
eólico aprovechable en la generación de electricidad, el montaje de
veinte estaciones automáticas, la puesta en marcha de modernos
equipos para transmitir información y el dotar con grupos
electrógenos a cada una de las instalaciones existentes, lo cual
asegura la vitalidad del trabajo operativo bajo cualquier
circunstancia.
Pero quizás ningún otro logro rinda mejor tributo a
los precursores de esta disciplina científica que el valioso capital
humano creado, capaz de hacer avanzar a la meteorología cubana, en
medio de las difíciles condiciones económicas prevalecientes en el
mundo.