METEOROLOGÍA        

(10 de diciembre de 2011)

Primer observatorio meteorológico

El mejor tributo a sus precursores

Orfilio Peláez
pelaez@granma.cip.cu

El azote a La Habana de dos devastadores huracanes en octubre de 1844 y 1846, parece ser un hecho decisivo en el posterior empeño de dotar a la ciudad de un centro meteorológico con carácter oficial, que fuera capaz de ponerla en guardia frente a futuras amenazas de fenómenos naturales similares.

Andrés Poey y Aguirre es considerado el precursor de la meteorología científica en Cuba.

Así, durante la siguiente década, reconocidas personalidades de la ciencia y la cultura nacidas en Cuba promueven ese proyecto a través de la Sociedad Económica de Amigos del País, entre las cuales desempeñaron un papel protagónico José María de La Torre (hizo la primera propuesta), Antonio Bachiller Morales, Felipe Poey y Antonio Zambrana.

Finalmente, al amparo de una Real Orden firmada en Madrid el 8 de diciembre de 1860, la corona española autoriza la creación del Observatorio Físico-Meteórico de La Habana (OFM). Menos de un año después, el 25 de noviembre de 1861 la decisión se hace realidad, para convertirse en el primer servicio meteorológico fundado en Cuba bajo la autoridad de la metrópoli.

La mayor de las Antillas pasó a formar parte del reducido grupo de naciones, que fuera del continente europeo y los Estados Unidos, disponían de instituciones similares.

El OFM quedó establecido en la edificación de la propia sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la calle Dragones número 308 (actual), cuya altura permitía visualizar el horizonte circundante. Su director fundador fue Andrés Poey y Aguirre, hijo mayor del célebre naturalista cubano Felipe Poey.

Como señala a Granma el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, reconocido historiador de esa disciplina, las observaciones instrumentales seriadas comenzaron a realizarse el primero de enero de 1862. El equipamiento era de la mejor tecnología existente a nivel internacional en aquella época, pues casi todos sus instrumentos habían sido construidos en talleres de probada calidad y prestigio, radicados en París.

Además de estudiar los ciclones tropicales y otros fenómenos atmosféricos, el centro también incursionó en la astronomía y reportó la ocurrencia de algunos terremotos. Su creación trascendió las fronteras nacionales, al ser reconocido por los meteorólogos franceses y la Smithsonian Institution, de los Estados Unidos, nación enfrascada entonces en la organización de su sistema meteorológico

Según precisa Ramos Guadalupe, Andrés Poey es considerado el precursor de esa disciplina científica en Cuba. Hizo notables investigaciones referidas a la clasificación de las nubes y su movimiento, como indicadores de la circulación de las corrientes de aire en diferentes niveles de la atmósfera.

También observó la asociación de determinados tipos de nubes con la presencia de ciclones tropicales. Sus trabajos cronológicos sobre los huracanes, los temblores de tierra y las granizadas son de indiscutible valor histórico y sirvieron de base para muchos estudios posteriores.

El primero de los mencionados titulado Tabla cronológica que comprende 400 huracanes y ciclones que han ocurrido en las indias occidentales y el Atlántico Norte de 1493 a 1855, fue publicado en Francia, auspiciado por la Academia de Ciencias de esa nación, y en la Revista de la Sociedad Geográfica de Londres.

Miembro de la Real Academia de Ciencias de París, y de otras importantes asociaciones, Andrés Poey fue cesanteado por las autoridades coloniales españolas y marchó hacia el país galo, donde se radicó hasta su fallecimiento el 4 de enero de 1919.

Los problemas económicos y la carencia de una política científica por parte del gobierno de la metrópoli dieron al traste con la gestión del Observatorio, que desapareció en las postrimerías de 1869.

Siglo y medio después de fundado aquel primer observatorio, la meteorología en Cuba vive hoy una etapa cualitativamente superior, fruto del programa nacional para fortalecer tan vital servicio, surgido por iniciativa de Fidel tras el paso de los huracanes Charley e Iván en el 2004.

Entre los principales resultados del último lustro aparecen la completa automatización de la red de radares meteorológicos, hecho que además de garantizar el monitoreo permanente de todo fenómeno atmosférico con posibilidad de azotarnos, ahorró al país millones de dólares; elevar la efectividad de los pronósticos del tiempo hasta alrededor del 90 %; el desarrollo de modelos de predicción climática a corto plazo, incluido el referido al evento El Niño/Oscilación del Sur (ENOS), y la eficaz implementación de las alertas tempranas para la ocurrencia de sequía agrícola y condiciones favorables a la aparición de incendios forestales.

También figuran la identificación del potencial eólico aprovechable en la generación de electricidad, el montaje de veinte estaciones automáticas, la puesta en marcha de modernos equipos para transmitir información y el dotar con grupos electrógenos a cada una de las instalaciones existentes, lo cual asegura la vitalidad del trabajo operativo bajo cualquier circunstancia.

Pero quizás ningún otro logro rinda mejor tributo a los precursores de esta disciplina científica que el valioso capital humano creado, capaz de hacer avanzar a la meteorología cubana, en medio de las difíciles condiciones económicas prevalecientes en el mundo.

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