Según cuenta el profesor Luis Enríquez Ramos
Guadalupe, historiador de esa disciplina científica en Cuba, a su
regreso del país norteño Rodríguez Ramírez era el profesional mejor
calificado y con una formación académica más completa dentro del
servicio meteorológico de la mayor de las Antillas, solo aventajado
por el ingeniero José Carlos Millás, director del mencionado
Observatorio.
Por sus conocimientos es designado subdirector de
esa entidad y junto con el desempeño de tal responsabilidad,
participa de manera activa en la organización y desarrollo de
diferentes cursos de instrucción teórica y práctica para capacitar a
observadores meteorológicos.
Asimismo, introdujo nuevos procedimientos de
predicción en el trabajo operativo, y en 1951 comenzó a prestar
servicios a la compañía Cubana de Aviación para sus vuelos
comerciales, labor que mantuvo por espacio de quince años.
Uno de los más importantes aportes científicos de
Mario Rodríguez lo constituyó, sin duda, el esbozo de la denominada
Teoría Vorticial, para explicar el proceso de formación y desarrollo
de los huracanes, la cual expuso en renombrados centros
meteorológicos de los Estados Unidos, Europa y América Latina, y
trabajó en ella a lo largo de 23 años.
Al crearse el Instituto de Meteorología en 1965, se
convierte en su primer director y funda la Escuela de Meteorología,
desde cuyas aulas imparte diferentes asignaturas y contribuye a
formar decenas de jóvenes especialistas, que en la actualidad
cumplen importantes funciones en esa institución perteneciente al
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Desempeñó un papel protagónico en el surgimiento de
la red nacional de estaciones meteorológicas (suman 69 en la
actualidad), y bajo su guía tuvo lugar la instalación y puesta en
marcha de la primera estación receptora de fotografías tomadas por
satélites meteorológicos existente en Cuba, inaugurada el 23 de
marzo de 1969.
Celoso cumplidor de sus obligaciones profesionales,
el profesor Rodríguez Ramírez trabajó en 35 temporadas ciclónicas y
hubo de enfrentarse a situaciones muy complejas, como fueron el
azote del ciclón Flora, en octubre de 1963, y del Inés, en 1966, por
cierto, el organismo ciclónico que tiene el récord de más boletines
especiales emitidos por el Instituto de Meteorología.
Ante cualquier peligro inmediato para nuestro país,
apuntó el historiador Ramos Guadalupe, montaba una suerte de "estado
mayor" en su oficina, donde permanecía de manera ininterrumpida sin
abandonar su puesto de trabajo, hasta tanto las circunstancias lo
exigieran.
Intervenía de manera directa en la elaboración y el
análisis de los mapas del tiempo, incluso, supervisando el ploteo y
el trazado de las isobaras, además de redactar los avisos
correspondientes.
Fue representante de nuestro país ante la
Organización Meteorológica Mundial (OMM) y miembro de diferentes
sociedades científicas nacionales e internacionales, entre ellas la
American Meteorological Society, y la British Interplanetary Society.
Por su valiosa contribución al desarrollo de esa disciplina en Cuba
recibió la Orden Nacional Carlos Juan Finlay, que entrega el Consejo
de Estado, y otras distinciones.
En el plano personal, supo inculcar a su familia los
valores éticos que siempre practicó, y el amor a la tierra que lo
vio nacer hace cien años. Ya jubilado, pero sin desvincularse jamás
de su pasión por la meteorología, Mario Rodríguez Ramírez falleció
en La Habana el 15 de diciembre de 1996, a la edad de 85 años.