El siglo XIX marcó hitos trascendentales en ese
camino. Durante la segunda mitad de la centuria surge la
Organización Meteorológica Internacional, precursora de la actual
OMM, comienzan a emplearse los barcos para recopilar datos sobre
temperatura y otras variables en altamar, y tiene lugar el
reconocimiento de esa disciplina como una rama científica propia.
Hoy el estudio de la atmósfera tiene en cuenta dos
aspectos fundamentales, identificados con los términos tiempo y
clima, los cuales no siempre son bien empleados, pues tiende a
confundirse el significado de cada uno de ellos.
Según explica el doctor en Ciencias Geográficas
Ramón Pérez, del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, el
concepto de tiempo se refiere al estado de la atmósfera en un
momento dado. Abarca los valores de temperatura, humedad, presión
atmosférica, nubosidad, dirección y velocidad del viento reinante en
un lugar e instante preciso, es decir, resulta algo inmediato,
cambiante y en cierto modo irrepetible.
En cambio, el clima comprende el conjunto de los
estados fluctuantes del tiempo en un periodo más o menos largo, para
una región determinada. Incluye esas propias variables, pero
promediadas en plazos no inferiores a los treinta años. Tiene una
dimensión más permanente, duradera y estable.
Como señala el especialista, el clima del planeta
responde a múltiples procesos de interacción que involucran a la
atmósfera y la superficie terrestre, las aguas, los hielos y otros
factores.
Ellos integran el denominado sistema climático, muy
variable y complejo en tiempo y lugar. Su principal fuente de
energía es el Sol, aunque la circulación atmosférica ejerce una
marcada influencia en su comportamiento porque, a través de ella,
ocurre la redistribución de esa energía, sin lo cual la vida en la
Tierra sería imposible.
También las características físico-geográficas
constituyen uno de los principales elementos formadores del clima en
una región determinada.
En el caso particular de Cuba existe una notable
diferencia entre los valores medios mensuales y anuales de la
radiación solar, la insolación, temperatura y humedad del aire,
nubosidad total y las precipitaciones, para las regiones costeras,
zonas llanas y montañosas.
La distribución de la radiación solar no es pareja a
nivel del globo terráqueo, al estar condicionada por la posición
relativa de la Tierra con respecto al Sol, y la inclinación del eje
de rotación de nuestro propio planeta.
El investigador señaló que la temperatura del
sistema tierra-atmósfera, definida como la temperatura media global
cerca de la superficie terrestre, está determinada por el balance
entre la radiación solar entrante y la saliente, el cual persiste
durante periodos de tiempo prolongados y mantiene la estabilidad de
ese elemento climático alrededor de un valor medio.
Pero si tal equilibrio se altera por causas
naturales o antropogénicas, la temperatura se incrementa y ocurren
cambios importantes en el sistema.
Un ejemplo de lo que el hombre puede influir en ello
es el reforzamiento del denominado efecto invernadero. Contrario a
lo pensado por algunas personas, se trata de un proceso natural que
permite mantener la temperatura del planeta en sus valores actuales.
Es originado por la presencia en la atmósfera de
gases como el dióxido de carbono, el metano, óxido nitroso y vapor
de agua, capaces de absorber la mayor parte de la radiación emitida
por la superficie terrestre, después de ser calentada.
Tales compuestos actúan de manera similar a los
cristales de una casa de invernadero, de ahí el origen del
publicitado término. En su ausencia, la temperatura media global del
planeta sería 33 grados Celsius más baja que la actual y ello
impediría la supervivencia de las diferentes formas de vida.
Sin embargo, a partir de la Revolución Industrial y
asociado básicamente a la quema de enormes cantidades de
combustibles fósiles, ocurre un crecimiento progresivo de las
concentraciones de los citados gases en la atmósfera.
Adicionalmente el hombre liberó los
clorofluorocarbonos (CFC), que no existían de manera natural y son
poderosos retenedores de la radiación terrestre.
El reforzamiento del efecto invernadero provocado
por las acciones humanas, subrayó el experto, es una de las causas
más importantes del actual calentamiento o cambio climático global,
traducido en una elevación de la temperatura media de la Tierra, que
subió en 0,74 grados Celsius en el transcurso del siglo XX.