(24
de marzo de 2003)
Leyenda de un "ciclonero"
ORFILIO PELÁEZ
Por esas casualidades de
la vida vino al mundo en 1926, apenas cuatro meses antes de que el
célebre huracán del 20 de octubre de ese año castigara con toda su
furia a la ciudad de La Habana.
Aunque
ya "jubilado", Rolando Martínez Cantero, mantiene su pasión por los
ciclones.
Tan simple coincidencia
pareció sellar su destino. Desde muy niño, observar la lluvia y las
nubes se convirtió en un juego favorito. Luego tendría la
inolvidable vivencia de sentir en su natal Cienfuegos el paso de un
fuerte meteoro en septiembre de 1935.
Desde entonces, Rolando
Martínez Cantero, quedó atrapado por la afición a los ciclones. Fe
de ello son sus más de 50 años de trabajo ininterrumpido (1948-2000
) en el Observatorio Nacional, convertido en Instituto de
Meteorología a partir de 1965.
Para las actuales
generaciones de especialistas en el tema, este sencillo hombre es
una verdadera leyenda viviente, "la historia con paticas", como
algunos de sus compañeros gustan de llamarle.
Aunque se jubiló hace
dos años porque "el diario estrés laboral ya me agotaba", tan pronto
hay un cicloncito rondando por el Caribe, Martínez Cantero se beca
en Casablanca y sus opiniones son escuchadas con absoluto respeto.
Tampoco pierde el
interés por mantenerse al día de los avances más recientes en este
campo, por tanto, no es extraño verlo participar en las sesiones del
II Simposio Internacional sobre Ciclonología Tropical Padre Benito
Viñes In Memoriam, que por estos días tiene lugar en el Hotel
Nacional, junto con el X Congreso Latinoamericano e Ibérico de
Meteorología, y el II Congreso Cubano de esa materia.
¿Cualidades de un
cazador de ciclones?
Quien no observe el
cielo y todos sus elementos de interés, como pueden ser los tipos de
nubes y su movimiento, dirección del viento y otros factores, nunca
podrá ser un verdadero especialista por mucha tecnología que tenga a
su disposición.
Aquí sucede algo muy
similar a lo de la medicina, donde el ojo clínico es insustituible
para hacer un diagnóstico. Luego viene la capacidad de análisis a la
hora de interpretar los datos y tener una especie de "olfato" capaz
de captar cualquier indicio que signifique un probable cambio en el
pronóstico inicial de una situación atmosférica determinada. A ello
se suma el saber razonar de manera colectiva todos los posibles
criterios y llegar a un consenso.
Por supuesto, hoy
existen los modelos de pronósticos por computadora, las imágenes de
los satélites, radares automatizados y otros soportes tecnológicos,
que son de mucha utilidad y complementan el trabajo del hombre.
¿Huracanes difíciles?
Todos lo son. Pero en mi
experiencia personal hay tres casos que fueron un gran dolor de
cabeza. Uno de ellos, es el de octubre de 1948, pues cuando todo
indicaba su inminente cruce por las inmediaciones del Cabo de San
Antonio, durante la noche comenzó a realizar un rápido giro hacia el
Nordeste, y en pocas horas pasó por encima de La Habana, para amarga
sorpresa de los habitantes de la capital.
El lazo descrito dentro
de tierra por el Flora (octubre de 1963) en la zona oriental de
Cuba, y su muy lento movimiento, resultó algo verdaderamente
excepcional y de ningún modo previsible, como también lo fue la
atípica trayectoria del Inés en octubre de 1966, por cierto el
huracán que ostenta el récord histórico de más boletines especiales
emitidos.
¿Momento crucial del
pronóstico?
Sin duda, determinar el
punto aproximado por donde se espera penetre en el territorio
nacional, sobre todo si se mueve con lentitud por el Sur de Cuba y
muestra indicios de iniciar la tradicional recurva hacia el
Nordeste. Ello puede llevar al fenómeno en pocas horas a cruzar por
una zona situada a cientos de kilómetros del lugar previsto
inicialmente.
Otro elemento complejo
es determinar si la lluvia será intensa. Las precipitaciones son un
factor en extremo peligroso de los ciclones tropicales por su alto
poder destructivo, y resulta muy difícil estimar las áreas donde
pueden ocurrir. Siempre será preferible lanzar la advertencia de
probables lluvias intensas, a que estas se presenten de manera
imprevista.
¿Cómo llega a la
Meteorología?
Paradójicamente se lo
debo al fortísimo huracán del 18 de octubre de 1944. En Cienfuegos
yo había estudiado artes y oficios para hacerme constructor civil.
Luego del paso de aquel organismo ciclónico, el Observatorio libró
una convocatoria dirigida a incrementar el personal.
Por oposición, gané una
plaza en 1947 y al año siguiente ya hacía observaciones y ploteaba
mapas en ese lugar ubicado en la Loma de Casablanca, donde he tenido
la suerte de poder lidiar con cada ciclón que ha azotado o amenazado
a nuestro país en el transcurso del último medio siglo. |