METEOROLOGÍA        

(14 de julio de 2005)

Ciclones en la mirilla

ORFILIO PELÁEZ

La inusual presencia del fortísimo huracán Dennis en el mes de julio y su azote a Cuba, confirma una vez más lo expresado en otras ocasiones por los especialistas del Instituto de Meteorología.

Inundaciones provocadas por las lluvias intensas del ciclón Alberto, en la ciudad de Pinar del Río.

Tras un periodo de relativa calma registrado entre 1973 y 1994, nuestra área geográfica comprendida por el Atlántico Norte, el Golfo de México y el mar Caribe, vive una nueva etapa de mucha actividad ciclónica, tanto por el número de organismos tropicales formados, como por la intensidad de los mismos.

Baste decir que desde 1998 hasta el 2004, en todas las temporadas ciclónicas transcurridas la cifra de ciclones tropicales con nombres fue superior al promedio anual de diez, sobresaliendo la del 2003, que tuvo 16, de los cuales siete fueron huracanes.

Con respecto a Cuba, la frecuencia de azote también ha aumentado durante ese periodo. Así tuvimos los casos de los huracanes Georges, en septiembre de 1998; Michelle (noviembre del 2001), Isidore y Lili (septiembre y octubre del 2002), Charley (agosto del 2004), Iván (septiembre del pasado año), y ahora Dennis, además de las tormentas tropicales Irene, en octubre de 1999, y Arlene, en los primeros días del pasado mes de junio.

CARTAS CREDENCIALES

Definidos como un centro de bajas presiones, alrededor del cual el viento gira en sentido contrario a las manecillas del reloj en el hemisferio Norte, acompañado de una amplia área de nublados con lluvias, chubascos y tormentas eléctricas, los ciclones tropicales se clasifican de acuerdo con la intensidad de sus vientos máximos sostenidos en depresión tropical (hasta 62 kilómetros por hora); tormenta tropical si están entre 63 y 117 kilómetros por hora, y huracán cuando igualan o superan los 118 kilómetros por hora.

Para el caso específico de los huracanes, existe la llamada escala Saffir-Simpson que los divide en cinco categorías: categoría 1 si el sistema tiene vientos máximos sostenidos entre 118 y 153 kilómetros por hora; categoría 2, de 154 a 177; categoría 3, de 178 a 209; categoría 4, de 210 a 250, y categoría 5, cuando superan los 250 kilómetros por hora.

Siempre se forman en el mar y ello solo ocurre bajo determinadas condiciones, como por ejemplo que la temperatura de la superficie del agua sea superior a los 26,5 grados Celsius (baste recordar que en el Caribe occidental está ahora alrededor de los 30 y 31 grados), y existan condiciones favorables en la atmósfera superior. Reciben nombre una vez alcanzada la fase de tormenta tropical.

Entre los elementos más destructivos de un huracán está en primer lugar la llamada marea de tormenta o surgencia, consistente en una sobreelevación abrupta del nivel del mar que se produce en la costa al penetrar el centro del meteoro en tierra. La misma se extiende hasta unos 180 kilómetros a la derecha de la trayectoria del huracán y es mayor mientras más intenso sea el fenómeno y más bajo el fondo marino.

Los otros factores de mucho peligro son las lluvias intensas que pueden sobrepasar los 500 milímetros en 24 horas (casi siempre se concentran en el sector derecho de la trayectoria), y la fuerza de los vientos, en especial en los huracanes categorías 3, 4 y 5, sin olvidar que también pueden ocurrir tornados asociados a la circulación del viento.

Resulta oportuno recordar que la temporada ciclónica en el Atlántico Norte, el Golfo de México y el mar Caribe, comienza el primero de junio y termina el 30 de noviembre, pero la parte más activa ocurre entre mediados de agosto y finales de octubre. Históricamente, los meses de mayor peligro para Cuba son octubre y septiembre.

El récord histórico de más ciclones en una temporada lo tiene la de 1933 con 21 tormentas tropicales y huracanes, y le sigue la de 1995, con 19. En cuanto al número de huracanes, la de 1969 tiene la primacía al registrar un total de 12.

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