(8
de septiembre de 2005)
Atrapado por ciclones
ORFILIO PELÁEZ
El cruce con apenas 10
días de diferencia de los huracanes Isidore y Lili por Pinar del
Río, en el 2003, convirtieron en pasión la curiosidad que el niño
Marcel Pérez Perdomo sentía por la Meteorología.
Marcel
junto a la caseta donde tiene instalados termómetro, barómetro y
otros instrumentos.
Tras el azote de ambos
fenómenos, Marcel se presentó en la Sociedad Meteorológica de Cuba (SOMETCUBA),
y solicitó que le permitieran afiliarse a ella como un aficionado
más.
"Tenía 12 años de edad
y, por el reglamento establecido, le faltaban seis para ser admitido
de manera formal", recuerda el licenciado Andrés Planas, presidente
de SOMETCUBA.
Fue tanta la insistencia
que aceptaron su participación. Desde finales de ese año el muchacho
viaja a la capital el último sábado de cada mes para asistir a los
habituales encuentros de la Sociedad, y siempre "arrastra" consigo a
uno de sus padres.
EL RUBIERA DE MORALES
Pero la afición fue
mucho más allá y Marcel quiso tener una estación meteorológica, en
la cual pudiera hacer sus propias observaciones sobre el estado del
tiempo.
Tocó las puertas de la
cercana estación de Tapaste y allí recibió todo el apoyo de Osvaldo
Simón González, jefe de ese centro. Además de bibliografía, le
donaron los primeros instrumentos y le enseñaron cómo utilizarlos.
En la propia sede del
Instituto de Meteorología encontró también el respaldo de varios
especialistas, quienes aportaron para su singular proyecto
termómetros, barómetros y otros equipos.
Con recursos propios y
ayudado por la familia, Marcel construyó él mismo la veleta, el
pluviómetro, y la correspondiente caseta.
Así, el primero de enero
del 2004 inauguró, a pocos metros de su casa, la estación
meteorológica a la cual llamó Morales, nombre del caserío donde
vive, ubicado a unos siete kilómetros del pueblo de San José de las
Lajas.
Sin descuidar los
estudios (comienza el noveno grado en la escuela secundaria básica
Hermanos Gómez, de San José), este jovencito de 14 años de edad
realiza cada día y siempre que las clases se lo permiten, un total
de ocho observaciones de las variables del tiempo en los mismos
horarios establecidos por la red nacional de estaciones
meteorológicas, incluidas las correspondientes a la madrugada.
Entre los datos que
anota Marcel figuran el tipo de nubes prevaleciente, nivel de vapor
de agua, humedad relativa, velocidad y dirección del viento,
temperatura ambiente, presión atmosférica y cantidad de lluvia
registrada.
Una vez completada la
observación compara sus apuntes con los de la estación de Tapaste, y
luego envía la información hacia el Instituto de Meteorología,
mediante un programa informático denominado Sarón.
Cuando hay situaciones
de peligro, explicó, las observaciones se hacen en mucho menor
tiempo entre una y otra, como ocurrió durante el azote del huracán
Charley a las provincias habaneras, en agosto del pasado año.
Marcel desafió la
inclemencia del tiempo hasta bien entrada la madrugada del día 13, y
a pesar de la lluvia y del viento, no dejó de hacer las mediciones
acompañado de su papá, bajo la mirada preocupada de la madre y
abuelos.
En una libreta dejó
constancia de la fuerza con que Charley se hizo sentir en la zona:
Viento máximo en racha de 102 kilómetros por hora de región Sur a
las 2:20 a.m. Presión más baja de 990 hectopascal, a la 1:08 a.m.
Reconoce ser un "típico
ciclonero", pues le sigue el paso a cuanto sistema tropical se
forme, aun cuando esté bien lejos de nuestro país, y guarda los
mapas con las trayectorias de todos los que han surgido en las
últimas temporadas.
Desea estudiar la
carrera de Licenciatura en Meteorología y quizás sueña con poder
explicar alguna vez por televisión el pronóstico de trayectoria de
un huracán.
Para sus vecinos, Marcel
es por el momento el Rubiera de Morales. |