Luego de practicados los exámenes correspondientes y ser evaluado
por diferentes especialistas, se confirmó que el pequeño Enzo
presentaba una enfermedad degenerativa muscular hereditaria
denominada Distrofia Muscular de Duchenne (DMD), provocada por una
mutación genética que impide al organismo fabricar distrofina, una
proteína presente en el interior de la membrana de las células
musculares, cuyo déficit en el músculo esquelético y cardíaco,
conduce a su necrosis progresiva.
Cecilia y su esposo Eric Barriga Ruíz Lova, jamás podrán olvidar
la angustia de aquel momento. Para la dolencia no existía ningún
tratamiento efectivo y el pronóstico evolutivo era bien reservado.
Según les explicó el médico, dentro de pocos años el niño tendría
una discapacidad motora total. Después empezarían a presentarse
fallas del sistema respiratorio y de otros órganos vitales, en
particular entre la segunda y tercera década de vida.
Ambos padres sintieron que el mundo se les caía encima, pues no
había la más mínima posibilidad de detener la progresión de la
enfermedad. La única recomendación fue limitarle al máximo la
actividad física y que tomara algunos fármacos para tratar de
estabilizar un poco la deprimida función muscular del infante.
AÑOS DE INCERTIDUMBRE
Cuenta la mamá que Enzo se puso muy flaquito, sus extremidades
inferiores siguieron debilitándose, y solo podía desplazarse en
silla de ruedas.
"Tuvo que olvidarse de la bicicleta, y buscar otras opciones de
entretenimiento en el aprendizaje de diferentes juegos de mesa, y
sobre todo en la computación. Fueron años de sufrimiento, de
permanente estrés emocional, duele mucho ver a un hijo en esas
condiciones, dependiendo totalmente de sus familiares, sin poder
jugar con los demás niños, ni saber cuánto podría empeorar en el
futuro".
Pero Cecilia estaba decidida a no rendirse ante tan dura
situación y confiaba en que los progresos de la ciencia encontrarían
alguna solución para tratar a los niños con DMD.
Supo a través de los medios de prensa nacionales de los pasos
dados por Cuba en la aplicación de la medicina regenerativa, en
particular el uso de células madre en distintas afecciones.
Así en una de las consultas de seguimiento que tenía su hijo con
el doctor Omar López, le comentó al pediatra si era posible tratarlo
con tan avanzado procedimiento.
Tras hacer una revisión de lo publicado a nivel internacional
sobre el tema, el especialista corroboró que no había ningún
antecedente al respecto, por tanto sería experimentar con algo nuevo
sin saber qué resultado podría dar.
El doctor López Medina refiere a Granma que valoró el caso
con otros miembros del Grupo de Enfermedades Raras del hospital
William Soler, entre ellos la doctora Norma Elena de León Ojeda,
especialista en segundo grado en Genética Clínica, la neuróloga
Sonia María Bello, y el cardiólogo Javier Ozores.
"La perseverancia de esa mamá que nunca se dio por vencida e
insistía en buscar alguna solución efectiva al problema de su hijo,
nos motivó a plantearle el caso al doctor Porfirio Hernández,
subdirector de Investigaciones del Instituto de Hematología e
Inmunología, quien durante la última década promovió el uso de
células madre en pacientes aquejados de isquemias severas de los
miembros inferiores", indicó.
Finalmente en abril del 2012, Enzo Barriga Hernández se convirtió
en el primer niño de Cuba en recibir una infusión sistémica de
células madre extraídas de su propia médula ósea para tratar la DMD.
La extracción y concentración de estas células fueron realizadas
por el doctor Juan Carlos Jaime y el licenciado Lázaro del Valle,
del propio Instituto de Hematología.
Desde entonces ha sido sometido en tres ocasiones a ese proceder,
que de forma provisional permite reparar el tejido dañado y mantener
la fuerza muscular. La continuidad y periodicidad de la novedosa
terapia estará en dependencia de la evolución del niño.
EXPECTATIVAS SUPERADAS
Quien ve ahora al muchacho de doce años, no puede imaginar cuánto
pudo deteriorarse su capacidad física tiempo atrás. Al intercambio
con los reporteros llegó caminando sin ayuda de nadie, sonriente.
Muestra cómo ya puede flexionar completamente la rodilla, y
refiere que no ha tenido más caídas, se vale por sí mismo, y monta
bicicleta tomando precauciones.
Al igual que su papá, quiere ser mecánico automotriz y hasta
probar suerte en una cancha de fútbol. Hoy estudia en la Escuela
Solidaridad con Panamá, donde cursa el séptimo grado. Le gustan la
historia y las ciencias naturales.
Sus padres no encuentran palabras para agradecer al equipo de
médicos, fisiatras, licenciados de laboratorio clínico, enfermeras
pediátricas y de hemodinámica, especialistas en nutrición y demás
trabajadores, que participan de manera destacada en la
rehabilitación y recuperación de Enzo.
"Aquí en el William Soler hemos recibido la mejor atención del
mundo, sin que nos haya costado un solo centavo. Volvimos a tener
confianza de que algún día nuestro hijo y otros niños puedan
recuperarse plenamente de la enfermedad. Todo gracias a la
comprensión, apoyo, profesionalidad y amor que nos han brindado en
este hospital, y al nivel alcanzado por la ciencia cubana".
En opinión de los doctores Omar López Medina y Porfirio
Hernández, y de la doctora Norma Elena de León Ojeda, aunque la
Distrofia Muscular de Duchenne es por ahora incurable, lo llamativo
es que el niño recuperó funciones que perdió después de aparecer el
padecimiento.
Los tres coinciden en ser cautelosos en cuanto a la futura
evolución de Enzo, pero de lo que sí están satisfechos es de haber
aportado una luz de esperanza para las familias afectadas por tan
agresiva dolencia.