Creadora del revolucionario proceder, la Máster en
Ciencias Georgina Fariñas García recuerda que la idea surge cuando,
estando al frente del servicio de psicología del mencionado centro,
valoró que por la belleza de su música y el hecho de poner a
"flotar" el cuerpo mediante elegantes y coordinados movimientos, el
ballet podría ser una alternativa más en el tratamiento de esos
pacientes.
"A través de la compañera Ángela Grau, logré
entrevistarme con Alicia Alonso y le propuse que nos ayudara. De
inmediato aceptó y me sugirió incluir también a niños hiperactivos,
tartamudos, epilépticos, con timidez excesiva, ansiedad, fobias y
otros trastornos, para ver qué pasaba".
Pocas semanas después, el 21 de febrero de 1973 y en
el propio hospital Aballí, Alicia y el primer bailarín Jorge
Esquivel, dieron la primera clase experimental a un grupo de 33
infantes de ambos sexos.
En apenas tres meses de trabajo, la mayoría de ellos
evolucionaron de manera sumamente favorable, pues casi el 90 % fue
dado de alta, sin haber un solo caso de recaída.
Bajo la dirección conjunta de Georgina Fariñas, por
la parte de Psicología, y de Laura Alonso en lo referido a la
enseñanza del ballet, el proyecto amplió su horizonte y pronto
añadió el trabajo preventivo y de rehabilitación.
Junto con el apoyo incondicional de nuestra prima
ballerina assoluta, el psicoballet tuvo el respaldo decisivo de los
doctores Abelardo Ramírez, por el Ministerio de Salud Pública, y de
Eduardo Bernabé Ordaz, director fundador del Hospital Psiquiátrico
de La Habana, quien lo incoporó a esa entidad como un departamento
independiente.
APORTE INAPRECIABLE
Según precisa Georgina Fariñas, presidenta del Grupo
Nacional de Psicoballet, más de 20 mil personas con necesidades
especiales se han beneficiado en nuestro país mediante la práctica
de este proceder psicoterapéutico genuinamente cubano, donde ciencia
y cultura confluyen para hacerlos crecer como seres humanos y ganar
mayor calidad de vida.
"En la actualidad existen alrededor de 12 filiales y
proyectos comunitarios que trabajan con niños y jóvenes ciegos o
débiles visuales, sordos, autistas, con retraso mental,
discapacitados motores, con síndrome Down, alteraciones emocionales
y problemas neurológicos. En algunos de ellos igualmente se tratan
adultos de cualquier edad, que pueden presentar los trastornos
mencionados, o sufrir estados depresivos".
Mediante el psicoballet, las personas ganan
habilidad en los movimientos de su cuerpo, liberan tensiones, suben
la autoestima, se vuelven menos dependientes para realizar sus
actividades individuales, mejoran la concentración y logran
interrelacionarse con mayor facilidad dentro del grupo, aseveró
Fariñas.
Aunque hoy no disponen de una sede permanente,
continúan trabajando en locales prestados de la Casa de México y la
de África, en La Habana Vieja, gracias a las gestiones de la Oficina
del Historiador de la Ciudad.
La casi totalidad del personal artístico vinculado a
esta actividad no recibe ningún tipo de pago por tan humana labor
que el líder de la Revolución, Fidel Catro, calificó en el 2001 como
un aporte al desarrollo de la ciencia y la cultura cubanas.
Basta observar una clase para apreciar cuánto
influye de manera positiva en el estado de ánimo y la conducta de
esos seres, a los cuales el psicoballet rescata del aislamiento y la
exclusión.
Guiados por la profesora Ofelia Bosh y la
instructora Yarelis Acosta, al compás de la música, cierran espacios
a la timidez y a las expresiones de angustia. Se trata, en esencia,
de una danza por la vida, que ya suma cuatro décadas de amor.