(22
de enero de 2011)
Profesor Orfilio
Peláez Molina
El arte de multiplicar
milagros
RAQUEL MARRERO YANES
Quizás pocas personas sepan que el eminente
oftalmólogo cubano Orfilio Peláez Molina nació en una finca próxima
a un apartado pueblito de la geografía camagüeyana llamado Magaromba,
el 17 de noviembre de 1923.
La
dedicación que ardía dentro de él para ayudar a sus pacientes contra
ese terrible mal hizo que multiplicara todos sus esfuerzos a
proporcionarles una vida mejor.
Desde niño y sin que para nada estuviera presionado
por la situación económica del hogar, su padre le enseñó a cortar y
alzar caña, arar la tierra, ordeñar vacas, pero sobre todo, a ser
honrado y sincero, a no faltar jamás a la palabra empeñada, a saber
que la única forma de ganarse el sustento es con el trabajo digno.
Nunca olvidó aquellas lecciones y a pesar de que con
el paso del tiempo se convirtió en una personalidad del mundo
científico, jamás dejó de ser ese individuo franco, asequible y
sencillo que recuerdan quienes lo conocieron.
EN BIEN DE LA HUMANIDAD
Luego de terminar los estudios de Bachillerato en el
Instituto de Segunda Enseñanza de su natal Camagüey, donde fue
presidente de la Asociación de Estudiantes, en 1944 ingresa a la
Universidad de La Habana para cursar la carrera de Medicina.
Obtuvo el título el 30 de julio de 1951 y aunque
hizo su tesis de graduación en Medicina Legal, la muerte de un amigo
cercano al cual le pronosticaron que se quedaría ciego por tener
retinosis pigmentaria (RP), determinó que la oftalmología fuera su
camino definitivo, y dentro de ella, el de trabajar sin descanso por
encontrar alguna forma de tratarla.
Sensible y perseverante, el doctor Orfilio Peláez
Molina dedicó más de 40 años al estudio de esa afección degenerativa
de la retina de carácter hereditario, causante de ceguera, cuyos
síntomas característicos son la mala visión nocturna, problemas para
adaptarse a los cambios de iluminación, y la reducción progresiva
del campo y la agudeza visual. Puede aparecer asociada a diferentes
trastornos genéticos que causan retraso mental, sordera,
cardiopatías congénitas, insuficiencia renal y problemas endocrinos.
Con entereza soportó el escepticismo de algunos
colegas, la indiferencia, o la falta de ética; pero siguió adelante,
sin cejar en el empeño, acompañado por su esposa Mariadela,
compañera de agotadoras jornadas tanto en consulta como en el
quirófano.
Finalmente, en la segunda mitad de la década de los
80 del pasado siglo, puso a punto un esquema integral para el
tratamiento de la enfermedad con el objetivo de detener su avance,
que incluyó el diseño de una novedosa técnica quirúrgica.
Su mayor recompensa fue la creación del Programa
Nacional de Retinosis Pigmentaria, anunciado por el Comandante en
Jefe Fidel Castro el 11 de septiembre de 1989, a partir del cual
surgió después una red de centros provinciales, que posibilita hasta
el día de hoy la atención multidisciplinaria especializada,
requerida por estos pacientes discapacitados y su familia.
La aplicación del procedimiento terapéutico logró
detener el progreso de la enfermedad en alrededor del 70% de los
casos atendidos, y una mejora de la visión en un 16% de ellos.
Dada la demanda que comenzó a tener el método cubano
en el exterior, en junio de 1992 se creó el Centro Internacional de
Retinosis Pigmentaria Camilo Cienfuegos, donde en estos 18 años
recibieron atención médica 11 429 pacientes de 104 países.
Sus discípulos lo llamaban el Profe. Era Doctor en
Ciencias Médicas, Profesor Consultante y Titular del Instituto
Superior de Ciencias Médicas de La Habana, Especialista de Segundo
Grado en Oftalmología.
Fue acreedor de numerosos reconocimientos, entre
ellos el de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, la Orden
Carlos Juan Finlay y el Premio Visión, otorgado en la ciudad de Los
Ángeles, California, en 1994, además de ser miembro de Mérito de la
Academia de Ciencias de Cuba y de otras instituciones homólogas de
varios países.
Más allá de sus conocidos aportes en este tema,
figuró entre los pioneros de la cirugía de trasplantes de córnea en
Cuba, descubrió el denominado Signo del tatuaje, para facilitar la
localización y extracción de cuerpos extraños intraoculares
magnéticos, e hizo significativas contribuciones al desarrollo de la
Ergoftalmología y al tratamiento de la conjuntivitis hemorrágica.
VIGENCIA DE UNA OBRA
Como refiere el doctor Obel García Báez, actual
director del Programa Nacional de Retinosis Pigmentaria, este
proyecto conserva toda su vitalidad y razón de ser. Aparecieron
nuevas investigaciones dirigidas a descifrar las incógnitas
existentes en torno a la etiología de la enfermedad y los daños que
causa en otras partes del ojo, además de sentar las bases para
introducir, de manera gradual, avanzadas técnicas de genética
molecular en su diagnóstico.
Pudieron caracterizarse los fenotipos clínicos más
frecuentes en Cuba, y comprobar que la RP mantiene una tendencia al
incremento de la prevalencia en nuestro país, al alcanzar en el 2010
una tasa de 4,9 por cada 10 000 habitantes, superior a la de 3,6,
registrada en el año 2000. El número de casos detectados llegó a 5
232 en todo el archipiélago, pertenecientes a 3 043 familias.
Mencionó los estudios hechos por la doctora Mirta
Copello, directora del Centro de Referencia Nacional de RP, radicado
en el hospital Salvador Allende, para buscar las causas de la
presencia de glaucoma en pacientes con retinosis, en colaboración
con el profesor Lázaro Vigoa Aranguren, del hospital Ramón Pando
Ferrer.
Si de novedades se trata, vale destacar la detección
de algunos síndromes vinculados a la enfermedad no descritos
previamente en la literatura médica, como es el caso de la
asociación entre la RP y el Síndrome de Lown-Gannong-Levine,
resultado de la investigación de los clínicos Julio González
Sampedro, Carlos Llapur Almaguer, Carlos Huergo López y Bárbara
Pérez García, junto a la genetista Beatriz Dyce Gordon.
En plena capacidad intelectual, a la edad de 77
años, el doctor Orfilio Peláez Molina dejó de existir, el 17 de
enero del 2001, víctima de un infarto cerebral. Su deceso constituyó
una sensible pérdida, pero su legado está vivo en cada paciente que
vio detenida o mejorada su enfermedad, y en los especialistas que
aprendieron a su lado el arte de multiplicar milagros. |