El don de la perseverancia
Orfilio Peláez
pelaez@granma.cip.cu
El primer caso de muerte por cáncer en Cuba ocurrió
el 4 de marzo de 1637. Se trataba de un ciudadano portugués nombrado
Antonio Hernández, fallecido a consecuencia de una úlcera maligna de
la región facial. Los registros parroquiales del suceso fueron
conservados en los archivos de la Santa Iglesia Metropolitana, de
San Cristóbal de La Habana.
El
nuevo bloque acogerá dos salones de operaciones y el local de
esterilización central.
Casi trescientos años después, el VI Congreso Médico
Nacional, celebrado en 1925, crea la Liga Contra el Cáncer para
organizar todo lo relacionado con la práctica de la Oncología en la
mayor de las Antillas.
Por iniciativa de la junta directiva de la Liga, el
gobierno de turno dio luz verde al proyecto de construir, dentro del
hospital Calixto García, un local donde pudieran ser atendidos los
pacientes aquejados por esa enfermedad.
Hacer
el diagnóstico de las biopsias es una de las funciones del moderno
laboratorio de Anatomía Patológica. En la gráfica aparecen las
doctoras Sirced Salazar y Sonia Franco.
El 19 de mayo de 1929 queda inaugurado el flamante
Instituto del Cáncer, dirigido por el doctor Emilio Martínez. Así
nació el primer centro médico que existió en el país para tratar las
neoplasias malignas. Este año se conmemoran ocho décadas de aquel
acontecimiento.
Según refiere el doctor Antonio Díaz Mirabal,
profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La
Habana, en 1945 tiene lugar la apertura del dispensario de la Liga
Contra el Cáncer, ubicado en la calle F entre 29 y la entrada del
Castillo del Príncipe, el cual acoge las consultas, el departamento
de Radioterapia del Instituto, y las oficinas de la citada
organización.
El 20 de abril de 1949 comienza a prestar servicios
el nuevo hospital Curie, edificado al lado del dispensario. Fondos
donados por la propia Liga Contra el Cáncer y los correspondientes a
dos sorteos de la lotería nacional, hicieron posible su
construcción. El Estado solo aportó el terreno.
Para el doctor Fernández Mirabal, es imposible
hablar de la historia de la oncología en Cuba sin mencionar la obra
de Zoilo Marinello.
"Él fue un entusiasta impulsor de las
investigaciones científicas y siempre abogó por introducir los
avances mundiales en la especialidad. Cuando en 1966 el Hospital
Oncológico de La Habana se convierte en el Instituto Nacional de
Oncología y Radiobiología (INOR), Marinello, que era su director,
plantea de inmediato hacer un departamento de estudios
experimentales".
Proyecta entonces siete líneas básicas de trabajo,
entre las cuales figuran la quimioterapia citostática a partir del
empleo de plantas de la flora cubana, y el uso de los radioisótopos
en el diagnóstico y la terapia oncológica.
Una de las más trascendentales, subraya el profesor
Fernández Mirabal, era la referida al papel de la inmunología en la
lucha contra el cáncer.
Con muchos deseos de trabajar, un grupo de jóvenes
asumió el reto de incursionar en ese prometedor perfil desde un
pequeño laboratorio montado en el INOR. Allí laboraban entonces
Agustín Lage, Rolando Pérez y Jorge Gavilondo, hoy reconocidas
personalidades del mundo científico.
Aquello resultó la base del posterior desarrollo de
los anticuerpos monoclonales, y de las más recientes vacunas
terapéuticas contra varios tipos de tumores malignos, logradas
básicamente, por el Centro de Inmunología Molecular. Buena parte de
los fundadores de esa institución proviene del Oncológico, indicó.
Durante años el INOR obtuvo avances significativos
en el desarrollo de la quimioterapia, la medicina nuclear y la
oncología pediátrica, los cuales, junto a la aplicación de nuevas
procedimientos quirúrgicos y tecnologías, posibilitaron que los
resultados en el tratamiento del cáncer fueran comparables a los
reportados por otros centros especializados del mundo.
Nombres como los de Lorenzo Alfonso, Juan Miguel
Oliva, Gilberto Fleitas, Julio Santana, Guillermo Halley, Miguel
Azcue, la doctora María Luisa Buch, la jefa de Enfermería Idalmi
Infante, por mencionar algunos, han dejado aquí su impronta
profesional y humana.
Sin embargo, el impacto del periodo especial y el
recrudecimiento del bloqueo, influyeron en la caída de los
servicios, perjudicados también por el deterioro de las diferentes
áreas del edificio.
Como señala el doctor Esteban García, su actual
director, desde hace algunos años están inmersos en un proceso
inversionista de reparación y ampliación de sus instalaciones, el
cual no ha estado ajeno a múltiples contratiempos. Todavía nos falta
mucho para dar una atención de excelencia, apuntó.
En el transcurso de las casi últimas dos décadas y
por los factores mencionados, los especialistas del Oncológico
enfrentaron las más complejas situaciones en su abnegada labor de
"acorralar" al cáncer y renovar las esperanzas de llegar a vencer
tan terrible enfermedad.
Más allá del alto nivel científico y la sensibilidad
de su colectivo, el don de la perseverancia ha sido esencial en esta
permanente batalla por la vida.