(19
de septiembre de 2009)
Cuando la muerte
puede prolongar la vida
Lianet Arias Sosa
En la tierra de griegos, egipcios o romanos los hombres
aprendieron a conocerse mejor. Lo hicieron, a veces, movidos por sus
creencias más antiguas; sin embargo, el estudio de los cuerpos sin
vida comenzó a delinear poco a poco el difícil mapa de la anatomía
humana.
La
lección de anatomía del doctor Tulp, una obra de Rembrandt, mostraba
en el siglo XVII el estudio de un cadáver.
Los siglos que siguieron, atravesados de lado a lado por la Edad
Media, acusaron a los promotores de tales prácticas: fueron llamados
brujos, malditos, herejes... Más acá, nombres como Giovanni Batista
Morgagni, Karl Rokitansky o Rudolf Virchow abrieron y consolidaron
el camino.
De autós, que en latín significa "mismo", y de opsis
(visión), proviene el vocablo autopsia. Se trata, pues, de la acción
de ver con los propios ojos. En Cuba, el precursor fue Tomás Romay.
Carlos J. Finlay, por su parte, tomó esas prácticas como apoyo para
sus investigaciones sobre la fiebre amarilla.
Temida por muchos, rechazada por su cercana relación con la
muerte, ha quedado demasiadas veces en la sombra. De la autopsia se
habla poco y se conoce menos. En el siglo XVIII, no obstante,
Morgagni dejaba ver la luz: "Los médicos que han realizado muchas
autopsias o que regularmente han presenciado exámenes post mórtem,
al menos aprenden a tener dudas". Así, los estudios de este tipo han
contribuido al desarrollo de la Medicina en todos los campos.
EXTENDER LA VIDA
Los especialistas afirman que la autopsia, uno de los métodos
fundamentales de la Anatomía Patológica, constituye el estudio más
completo de la enfermedad y el enfermo que la padeció. Emerge como
la vía para conocer las verdaderas causas del deceso, pero también
la existencia de otros trastornos que habrían pasado inadvertidos.
"En la inmensa mayoría de los casos demuestra qué fue lo que
pasó, por qué el paciente tenía un síntoma determinado, por qué no
respondió al tratamiento, por qué a pesar de todo lo que se hizo no
se logró restituir la salud", afirma el profesor Israel Borrajero,
quien dirige en Cuba la especialidad de Anatomía Patológica. "Puede
dar elementos para ayudar al que padece esa misma enfermedad y no se
ha complicado, o al que no la padece —en tal caso, se realiza una
labor de prevención—", indica.
La autopsia provee, además, órganos y tejidos para trasplantes.
Es un recurso preciado en la actividad docente y en el desarrollo de
investigaciones. Brinda información segura para una genealogía de
las enfermedades familiares; descubre riesgos de contagio y
elementos para la consulta genética. Nada escapa a su lectura: como
confirma o no el diagnóstico emitido por los médicos involucrados en
el caso, mide también la calidad del trabajo y la atención
hospitalaria.
En el libro Autopsia. Garantía de calidad en la medicina,
del profesor José Hurtado de Mendoza, se afirma que el método
también descubre y dilucida nuevas enfermedades, expresiones
inusuales de las ya conocidas y complicaciones terapéuticas que
pudieron ocurrir; al tiempo que evalúa nuevos diagnósticos e
identifica tendencias.
En pleno siglo XIX, cuando las muertes por peritonitis resultaban
comunes, discusiones en torno a los análisis post mórtem señalaron a
la apendicitis aguda como causa principal. Centenares de trastornos
completan la lista de enfermedades reveladas o esclarecidas mediante
esos estudios: la forma de demencia senil descrita por Alois
Alzheimer y el rol de las malformaciones congénitas descubiertas por
Edith Potter figuran entre ellas.
EN CUBA Y EL MUNDO
La clara influencia de ese método en el desarrollo de la Medicina
no corresponde con su situación actual. En el mundo el número de
autopsias decrece. Se dice que en los hospitales norteamericanos el
índice ha tocado la cifra del 5%. Las naciones subdesarrolladas lo
ven peor: a la tendencia marcada por los ricos, se suman las
limitaciones en sus sistemas de salud.
De acuerdo con el profesor Borrajero, resulta una investigación
cara. "Nadie paga por ella. Se hacía antes porque había muchas
instituciones interesadas en mantener el nivel científico", dice.
Además, influye el temor a las demandas en el orden jurídico. La
autopsia —indica, mientras esboza un caso— puede poner de manifiesto
que el diagnóstico de los médicos no fue el adecuado, y ahí mismo va
una reclamación de millones. Muchos médicos en esos países no están
de acuerdo con su práctica; las instituciones menos, porque a veces
se les reclama a ellas.
En Cuba —aunque poco— también disminuyen, pero las causas no son
exactamente las mismas. "Primero el periodo especial empezó a
afectar; después ha habido un decrecimiento por el deterioro
estructural y de equipos en los departamentos de Anatomía
Patológica, de las morgues, de los laboratorios", señala. Otra razón
importante reside en la negativa de muchos familiares a autorizar su
ejecución. Para cambiar ese escenario, la óptima relación del médico
con el paciente y su familia cobra especial alcance.
Aun así, en el caso de los fallecidos hospitalizados, el índice
de autopsias asciende a cerca del 55%. Los números han llegado a más
de 33 000 estudios al año.
La política nacional no privilegia tanto la cantidad, como la
calidad de esos estudios. Es indispensable, por tanto, garantizar el
buen estado de todos los recursos necesarios en la labor, así como
la especialización del personal técnico y de los patólogos. Otra
cuestión importa: incorporar en todo el país el Sistema Automatizado
de Registro y Control de Anatomía Patológica (SARCAP), que
permitiría acumular una base de datos equivalente al Registro
Nacional de Autopsias y, por eso, una fuente útil para el trabajo de
la asistencia, la docencia y la actividad científica y
administrativa de los hospitales.
Posiblemente, la sola mención de la palabra haga mostrar la
espalda a más de uno. Sin embargo, la muerte, anudada a las más
tristes experiencias personales, puede por esta vez parecer más
clara. Analizarla y aprender de ella también es una forma de
prolongar y fortalecer la vida. |