Por casi cuatro décadas, el estudio ha formado parte, impulsado o
supervisado disímiles expediciones que despejaron difíciles
incógnitas sobre características de la comunidad aborigen en la
región central, en sitios como Ojo de Agua, Punta Gavilla, Hoyo de
Padilla u otros. Mas, dos grandes proyectos marcan su mayoría de
edad en el terreno amado: las investigaciones en el Complejo Palo
Liso-Las Glorias y en la encomienda de El Padre de las Casas en
Jagua.
Del examen al complejo, ubicado en las cercanías de los cursos de
los ríos Jabacoa, Damují y Hanábana, en el municipio de Rodas,
Marcos publicó los libros El arte rupestre en Rodas, en
coautoría con su colega Carlos Rafael Borges y, en solitario, El
Complejo Palo Liso-Las Glorias: un sistema ceremonial aborigen.
"En Palo Liso-Las Glorias, privilegiada extensión —motivo de
estudio integral de años a cargo de mis compañeros Carlos R. Borges,
Léster Puntonet, Alberto Arano y yo—, hallamos diversidad de
elementos de la cultura material, al modo de herramientas de trabajo
o artefactos de piedra, entre otros.
"Y, además, motivos de la cultura espiritual o supraestructural,
al apreciarse la presencia de petrogrifos, cultos zoolátricos,
silbatos que copian el graznido de la yaguaza empleados para
rituales mágicos imitativos.
"Algunas de estas cuevas fueron utilizadas por nuestros
aborígenes para pequeños observatorios astronómicos elementales
enfilados a marcar los ciclos anuales (ellos vivían muy dependientes
de eso); en la gruta de la Siguaraya hay un cronómetro solar, con el
solsticio de invierno sobre un petrogrifo.
"El Complejo es muy grande, contentivo de disímiles residuarios
arqueológicos que demuestran que la actividad al aire libre fue
intensa. El área trasciende no solo en la provincia o en el país,
sino además a escala de las Antillas. Solo los petrogrifos y
pictografías pueden generar estudios enjundiosos sobre el arte
rupestre", dice.
En torno al tema de la encomienda de Fray Bartolomé de las Casas,
Marcos precisa cómo "en 1973 el arqueólogo Alfredo Rankin Santander
localizó en la Loma del Convento, cerca del río Arimao, en
Cienfuegos, un yacimiento de grandes proporciones, el cual consideró
precolombino en aquel momento.
"Luego se fueron ampliando los análisis, hasta que en 1987 tiene
lugar una gran expedición cubano-soviética —dos campañas de
excavaciones—, donde participé a tiempo completo.
"En verdad, el interés soviético consistía en estudiar el patrón
de asentamiento para compararlo con los de otras regiones de Cuba.
Empero, comenzaron a aparecer mayólicas, botijuelas, fragmentos de
metal, fuentecillas de vidrio y una pata de compás de cartografía
naútica, elementos de transculturación propios de una convivencia
prolongada entre nativos y españoles.
"Luego, un posterior estudio integral, más detallado, me permitió
asegurar que fue exactamente el sitio del benefactor de los indios,
del cual él habló en sus escritos, pero que hasta entonces se
desconocía o confundía el lugar exacto", sostiene ufano.
Siempre activo pese a haberse retirado hace pocos meses,
Rodríguez Matamoros acaba de participar en una investigación de
campo con colegas espirituanos, la cual podrá arrojar datos, del
todo nuevos, sobre los antecedentes del Yayabo, una vez sean
confirmados en el trabajo de gabinete, según adelanta.
"Estas labores arqueológicass en la zona espirituana de Pueblo
Viejo aportarán importante y novedosa información a la historia de
la Villa del Yayabo en su quinto centenario a conmemorarse en el
próximo año 2014, junto al de su hermana mayor la villa Santísima
Trinidad", estima el investigador.