"Desde muy joven practiqué la pesca submarina y las
actividades subacuáticas en general. Cuando entré en la Facultad de
Biología de la Universidad de La Habana, en 1968, estaba decidido a
estudiar esa especialidad, pero aquellas conferencias me atrajeron
tanto que terminé inclinándome hacia la botánica".
Así, cuando terminó la carrera en 1973, Vales fue
ubicado en el entonces Instituto de Botánica y casi de inmediato le
propusieron trabajar en un tema novedoso y poco conocido en el país:
anatomía de las maderas en Cuba.
Cuenta que pronto se vio envuelto en una importante
investigación referida a buscar entre los árboles maderables de
nuestro archipiélago cuáles reunían las mejores características para
emplearse en la elaboración de los lápices que se hacían en la
fábrica de esos utensilios escolares, ubicada en Batabanó.
"Por la dureza de la madera importada, a la hora de
sacarle filo, las puntas tendían a partirse con suma frecuencia y
probamos utilizar el almácigo en su confección. Finalmente logramos
superar tal problema y mejorar la calidad del lápiz. En el plano
personal ese resultado me hizo comprender que no me equivoqué al
elegir mi destino profesional".
Luego vendrían otros proyectos científicos
vinculados a determinar cómo cambiaba el sabor de los rones
producidos en la Empresa Havana Club, según el tipo de madera
empleada en la confección de los toneles, y la causa de que los
muebles hechos con la palmita traída de Vietnam denominada malaca,
no fueron duraderos en nuestras condiciones ambientales.
Precisamente el estudio de la anatomía de madera de
varios géneros de la familia rubiaceas (café) le sirvió para hacer
el doctorado en la Universidad de Humboldt, de la extinta República
Democrática Alemana, entre los años 1978 y 1982.
Investigador Titular del Instituto de Ecología y
Sistemática (IES) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente, el doctor Miguel Ángel Vales integró el colectivo de
profesionales que trabajó en la conformación del Nuevo Atlas
Nacional de Cuba, editado en 1989, fue el primer director del Centro
Nacional de Biodiversidad creado dentro del IES, y coordinó la
realización y terminación del Primer Estudio Nacional sobre
Diversidad Biológica de la República de Cuba.
Este resultó uno de los primeros de su tipo hecho en
los países en vías de desarrollo, a partir de lo establecido por la
Convención de Biodiversidad aprobada en la Cumbre de Río de Janeiro
en 1992, y por sus resultados finales mereció el reconocimiento del
Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
"Apenas en siete meses y con la exclusiva
participación de unos 150 científicos cubanos y más de 80
instituciones nacionales, logramos realizar una suerte de fotografía
del conocimiento de la diversidad biológica cubana a todos sus
niveles, desde lo genético hasta el paisaje, además de precisar las
principales amenazas a nuestra flora y fauna".
"Pudimos identificar entre ellas la fragmentación
del hábitat asociada a la actividad humana, principalmente el
desarrollo urbano, la agricultura, minería, pesca, la caza y la tala
furtiva, así como la presencia de especies exóticas invasoras".
Tan completa y detallada investigación (se
describieron también los principales ecosistemas cubanos, y fue dado
a conocer el total aproximado de especies de la flora y la fauna
inventariados hasta ese momento) mereció Premio Nacional de la
Academia de Ciencias de Cuba en 1997, y el Premio Nacional de Medio
Ambiente de ese propio año.
Como señala a Granma el científico, en la
actualidad el cuidado y preservación de la diversidad biológica es
máxima prioridad del Estado revolucionario, y nadie puede iniciar
una inversión en ningún sitio del país sin hacer los estudios de
impacto ambiental y disponer de la licencia correspondiente.
"Pero a pesar de tener una situación mucho más
favorable a la de 15 años atrás, a nuestra flora y fauna le siguen
acechando peligros derivados del manejo inadecuado de recursos
naturales, las violaciones del ordenamiento territorial, las
pretensiones de producir más alimentos sobre la base de incrementar
las áreas de siembra y no de la correcta explotación de las
existentes, el uso de agroquímicos y pesticidas, y la introducción
de especies invasoras sin control, como ha ocurrido con la claria y
determinadas plantas".
El doctor Vales García dedica hoy buena parte de sus
esfuerzos a trabajar junto a los campesinos en el desarrollo de los
llamados huertos familiares, dirigidos a conservar la agrodiversidad
y el conocimiento tradicional, además de propiciar el rescate de
especies prácticamente desaparecidas.
Unido en el amor y el trabajo durante más de cuatro
décadas con la doctora en Ciencias Daysi Vilamajó Alberdi, afirma
que la biología es la razón fundamental de la vida profesional de
ambos y les ha facilitado la comprensión y el entendimiento en su
relación de pareja.
No duda en manifestar algunas preocupaciones
referidas a la reducción del número de biólogos en Cuba, el
envejecimiento de buena parte de los profesionales del sector, y las
limitaciones existentes para el ingreso de jóvenes graduados a los
centros de investigación vinculados con esa ciencia.
Confía en que las dificultades mencionadas puedan
superarse y no se pierda el conocimiento atesorado durante muchos
años de trabajo en diferentes áreas de estudio de la biología. Como
bien expresa, a la biodiversidad hay que salvarla todos los días.