"He vivido enamorado de esta disciplina que me ha
proporcionado momentos sumamente felices en mi labor investigativa y
docente, pero también no pocas amarguras, sobre todo cuando un
resultado validado queda sin aplicarse, o permanece en el olvido".
Nacido en el capitalino municipio de Regla hace 66
años, el también profesor titular de la Facultad de Química de la UH
acaba de merecer el Premio Nacional de esa esfera, por su meritoria
obra a lo largo de más de cuatro décadas.
Baste mencionar que Martínez Sánchez tiene tres
Premios Nacionales de la Academia de Ciencias de Cuba (2004, 2005 y
2008), e igual número de lauros otorgados por la casa de altos
estudios. Es autor, además, de seis patentes, y ha tutelado 40
trabajos de diploma, seis maestrías y tres doctorados. También
figuró entre los químicos cubanos más jóvenes en obtener el
Doctorado en Ciencias de Segundo Nivel en la alemana Universidad de
Jena, y es miembro permanente del tribunal para la defensa de ese
grado académico en nuestro país.
Asimismo, ha impartido numerosas conferencias en
universidades y centros de investigación de Alemania, Brasil, Chile,
España y México. Ostenta la Orden Carlos Juan Finlay, máxima
condecoración otorgada por el Consejo de Estado en el campo de la
ciencia, y la Frank País.
Sus aportes científicos incluyen la determinación en
la década de los setenta del pasado siglo de las causas que
ocasionaban la ruptura prematura del calzado plástico para hombres
fabricado en el país y la eliminación de ese problema, así como el
empleo de nuevas formulaciones de pegamento en los trabajos de
encuadernación, que permitió incrementar la calidad de los trabajos
con menor costo.
En la relación aparecen la obtención de un vidrio de
calidad óptima destinado a confeccionar lentes de contacto duros,
inventiva que propició hacerlos en Cuba con un material sustituto en
una época en la cual no se dispuso del material importado para
fabricarlos, y el haber logrado proteger los pegamentos de las cajas
de cartón ondulado contra la humedad, dificultad que ocasionaba
grandes pérdidas en las exportaciones de cítricos.
Más reciente es el auto principal del fertilizante
de urea furfural de liberación controlada, desarrollado a finales de
la última década del pasado siglo por especialistas del Instituto de
Ciencia y Tecnología de los Materiales (IMRE), de la UH, con la
colaboración del Instituto Cubano de Investigaciones de la Caña de
Azúcar (ICIDCA).
Las pruebas hechas en el cultivo del fríjol, maíz y
arroz mostraron resultados favorables, principalmente en este último
renglón, donde los rendimientos crecieron hasta en un 20 %
(alrededor de media tonelada por hectárea).
Como reflejó Granma en marzo pasado, a pesar
de tan promisoria perspectiva, el fertilizante denominado DFTU nunca
fue sometido a las validaciones pertinentes para completar la cadena
de eslabones dirigidos a permitir su introducción y generalización
por parte de quienes en aquel momento dentro del Ministerio de
Agricultura debían propiciar ese proceso.
Según expresa el doctor Ricardo Martínez, lo
sucedido con el DFTU y otros resultados sin aprovechar parte de que
al menos hasta ahora, las instituciones científicas de la
Universidad carecen de recursos para cerrar el ciclo completo, es
decir como investigadores "no tenemos posibilidad alguna de hacer
producciones en gran escala y llevarlas a probar al surco, si no
tenemos el respaldo de los empresarios y productores".
"Creo que hace falta un cambio de mentalidad para
que comprendan hasta qué punto la sostenibilidad económica depende
de la generación de nuevos conocimientos, tecnologías, y que en
nuestros centros pueden encontrar soluciones factibles a muchos de
sus problemas.
"Nosotros debemos saber cuáles son las necesidades
que ellos tienen y a partir de eso ponernos a trabajar en función de
resolverlas, lo cual pasa, además, por buscar entre ambas partes las
formas de obtener el financiamiento necesario para desarrollar y
aplicar un producto. Hace falta lograr una comunicación más efectiva
y dinámica entre la universidad y la empresa".
Defiende a capa y espada la importancia estratégica
de las ciencias básicas para la soberanía científica y tecnológica
del país. Como bien sostiene, además de garantizar la mejor
preparación integral del profesional, son ellas las que aportarán
las innovaciones e impactos tecnológicos del mañana.
"Por eso me preocupa que la actividad científica se
mire con el criterio estrecho de que lo principal es generar
ingresos de inmediato, y que solo en tales áreas deban concentrarse
los mayores recursos".
Cerca de entrar en la séptima década de vida, el
profesor Martínez Sánchez mantiene una apreciable vitalidad en la
investigación y quiere ver convertidos en realidad varios de los
proyectos en los cuales trabaja hoy, entre ellos el referido al
desarrollo de nanopartículas magnéticas recubiertas con un polímero
modificado, para usarlas en la purificación de aguas contaminadas.
Más allá de sentir particular regocijo por haber
recibido el Premio Nacional de Química, no vacila en responder que
el mayor reconocimiento que pueda tener un investigador es ver sus
resultados aplicados y dando los beneficios esperados a la sociedad.