Orfilio
Peláez
pelaez@granma.cip.cu
Los centros de investigación pertenecientes a la
Universidad de La Habana (UH) aportan como promedio alrededor de un
25 a un 30 % de los premios nacionales anuales conferidos por la
Academia de Ciencias de Cuba.
Doctor
en Ciencias Ernesto Estévez Rams, director del IMRE.
Tan notable caudal de conocimientos podría
contribuir mucho a modernizar las industrias, suplir carencias de la
población, aumentar la competitividad de amplios sectores
productivos, generar empleos, y evitar la compra en el exterior de
una gama de artículos que podrían fabricarse en el país.
Sin embargo, buena parte de ese cúmulo de resultados
engrosan la lista de las llamadas "soluciones engavetadas", o
simplemente son aplicados en lugares puntuales, dejando de tributar
los beneficios esperados a la sociedad.
Ello impide a los autores recibir el más preciado
estímulo para cualquier científico: la generalización de sus
aportes.
Trece meses después de haber abordado el asunto en
esta propia página, Granma intercambió con el Doctor en
Ciencias Ernesto Estévez Rams, director del Instituto de Ciencia y
Tecnología de Materiales (IMRE), de la UH, centro que acapara más de
35 Premios Nacionales de la ACC en el último decenio y es un
paradigma de la actividad investigativa de primer nivel.
¿Cómo valora la situación actual de la introducción
de logros en ese ámbito?
"Se observa un cambio de actitud en nuestro
ministerio (Educación Superior), el cual está impulsando un vuelco
al estado de inmovilidad al que habíamos llegado. Es justo reconocer
la existencia de una voluntad para eliminar las barreras que
posibiliten aprovechar al máximo el enorme potencial científico
presente en las universidades, algo distante de alcanzar hoy."
Fuera del mencionado organismo y desde mi
perspectiva particular, observo solo tímidas señales de cambio de
mentalidad en este asunto. También toca a los científicos el ver a
la innovación como parte integrante del ciclo de
investigación-desarrollo, manifestó.
"En la no aplicación de los resultados influye la
falta de una cultura científica en los empresarios y productores,
quienes no acaban de comprender en la práctica hasta qué punto la
sostenibilidad económica depende de la generación de nuevos
conocimientos, tecnologías, y que en nuestros centros pueden
encontrar muchas soluciones factibles a sus problemas."
Según comenta el doctor Estévez, aún no hemos
logrado una comunicación efectiva entre las universidades y las
empresas, y persisten las dificultades referidas a las formas de
obtener el financiamiento necesario para desarrollar e introducir un
producto.
"Debemos reconocer que la desconfianza y la inercia
mostrada por algunos productores tienen parte de su origen en que no
siempre el resultado fue logrado con el rigor necesario, se violaron
pasos indispensables en el tránsito del laboratorio al escalado
industrial, los estudios económicos que avalan la factibilidad de la
propuesta de generalización no se llevaron a cabo de manera
correcta, y en no pocos casos hubo demasiado triunfalismo. Al final,
lo obtenido quedó por debajo de las expectativas creadas."
Es cierto que no siempre la ciencia se pone
completamente en sintonía con las demandas del desarrollo económico,
como tampoco se complementa con la adecuada planificación que
asegure su implementación.
"En el caso particular del IMRE tenemos varios
productos para la agricultura que obtuvimos hace varios años y aún
siguen sin aplicarse, a pesar de las mejoras introducidas para
abaratar de manera notable los costos y garantizar su introducción
masiva con un mínimo de recursos."
Mencionó entre ellos el fertilizante de urea
furfural de liberación controlada (se vende a precios muy elevados
en el mercado internacional), capaz de asegurar por un tiempo
prolongado las concentraciones adecuadas de ese nutriente en el
suelo.
Aparece, además, un bioestimulador natural del
crecimiento para hortalizas, caña de azúcar, cítricos y plantas
aromáticas, obtenido a partir del henequén y la cera de la abeja,
con toda la tecnología disponible dirigida a propiciar su
generalización.
Son dos ejemplos de avances logrados en el IMRE que
todavía esperan por ser introducidos. No se trata de plantear que
son lo máximo para la agricultura, pero las pruebas realizadas hasta
la escala de producción piloto mostraron perspectivas promisorias
con aumentos significativos en la productividad y reducción de los
volúmenes de fertilizantes empleados.
¿Qué otros problemas presenta la investigación
científica en los predios de la Universidad?
"Pienso que hay un retroceso a nivel nacional,
incluso en estructuras de dirección, sobre la comprensión de la
importancia vital de las ciencias básicas; existe una tendencia a
relegarlas basada en el criterio estrecho de que lo esencial de la
actividad científica es potenciar las fuerzas productivas y generar
ingresos de inmediato."
Desafortunadamente se pasa por alto su carácter
estratégico para el desarrollo sostenible y la soberanía científica
y tecnológica de la nación. Son ellas las que tributan las
innovaciones y los progresos tecnológicos del mañana, subrayó el
doctor Estévez.
"La ausencia de una ciencia básica fuerte e
imbricada con la educación universitaria, pre y postgraduada,
conduce a la falta de rigor y capacidad de evaluación, al empirisimo,
a tener un profesional insuficientemente preparado que trabajará con
profundas carencias formativas. Pero la ciencia básica es también
ideología y tiene un papel importante que desempeñar en la batalla
ideológica de la Revolución."
"A pesar de los pasos emprendidos por la actual
dirección del MES para intentar revertirlo, en sentido general los
centros de investigación de la UH siguen enfrentando un proceso de
descapitalización de los recursos humanos y deterioro de las
instalaciones."
Como expresa el director del IMRE, resolver esta
situación rebasa las capacidades económicas y financieras del
mencionado ministerio.
El país tiene hoy dificultades en el orden
financiero y debe garantizar prioridades, pero como dice el doctor
Estévez "sin una inversión mayor destinada a fortalecer la
infraestructura científica de las universidades, corremos el riesgo
de perder la capacidad de generar conocimientos, de formar a los
profesionales de primer nivel que necesitamos, a que sigan
desapareciendo algunas escuelas de conocimiento que teníamos en el
país —como por ejemplo en la cristalografía y la microscopía—, e
impedir el surgimiento de otras imprescindibles en la actual etapa
de la revolución científica y tecnológica".
Dijo que se impone revisar determinadas barreras
legales y económicas que desestimulan a los investigadores a
insertarse en la innovación.
"Quienes crean una tecnología no pocas veces tienen
que asumir las gestiones de compra de los envases, buscar y poner
las etiquetas, cargar el producto, transportarlo, y, sin embargo, no
reciben ninguna remuneración adicional por todo eso. También ocurre
que las empresas exigen la transferencia gratuita de tecnologías y
eso hay que pagarlo. De lo contrario, nuestra labor se hace
insostenible, pues nos limita la adquisición de los medios
necesarios para seguir investigando, además de causar dificultades a
la hora de firmar los contratos", sentenció Estévez.