En sus instalaciones laboran 75 investigadores, de ellos 30
doctores en ciencias y 40 másters. Todo un capital humano capacitado
para enfrentar sin tibieza los problemas asociados a la producción
de alimentos y, sobre todo, contribuir a la búsqueda de alternativas
nacionales que ayuden a resarcir los bolsillos de la economía.
Sin embargo, las empresas no hacen suficiente uso de la capacidad
investigativa del centro y de sus resultados científicos para
solucionar determinadas deficiencias del sector.
En
la planta de cereales se elabora una gama de productos ricos en
fibras y libres de colesterol.
Muchas entidades solo acuden a nosotros cuando se trata de un
proyecto imprescindible, y en ocasiones, aun siendo una urgencia de
la industria, la aplicación queda relegada por carencia de materias
primas, incapacidades tecnológicas o simplemente por tabúes
mentales, indicó.
En pos de nuestra soberanía alimentaria, ¿cuánto no podría
aportar el IIIA, si la generalización de nuevos conocimientos dejara
de ser una carrera de obstáculos?
Comenta la doctora Valdés Fraga que en la rama cervecera, por
ejemplo, la entidad tiene resultados importantes. Sin embargo,
quienes toman las decisiones no los acompañan. Asimismo, la no
planificación a tiempo de los insumos requeridos limita la
introducción de los estabilizadores en la producción láctea.
También reconoce que a muchos científicos les falta agilidad a la
hora de ofrecer respuestas; a veces demoran en brindar alternativas,
llegar a la base y convencer.
No obstante, los investigadores del IIIA continúan enfocando sus
estudios hacia las necesidades puntuales y el desarrollo perspectivo
de la industria, sin descuidar la docencia y la elaboración en
pequeña escala de algunos surtidos, entre los cuales figuran tres
soportes nutricionales destinados a las salas de terapia intensiva y
a los niños intolerantes a las proteínas lácteas.
Justo en el 2010, advierte, el Instituto desarrolló la fórmula de
la leche en polvo fortificada que hoy se oferta a los infantes hasta
los 12 meses de nacidos, la cual cubre el 100% y el 50% de los
requerimientos de hierro y zinc, respectivamente, y constituye un
encomiable trabajo desde el punto de vista nutricional para la
población infantil.
Asimismo, introdujo la tecnología para la obtención de pulpa de
ajo y cebolla, que permitió sustituir las importaciones de estos
condimentos deshidratados y, mediante el uso integral de la sangre,
fue elaborado el Bioestimulín, un suplemento nutricional dirigido a
combatir la anemia por deficiencia de hierro.
Entre los proyectos previstos para el año recién iniciado aparece
un programa dedicado al desarrollo de la industria cárnica, basado
en la elevación de los rendimientos y en un mayor empleo de los
subproductos, incluso las cifras de aprovechamiento ya forman parte
de los controles técnico-productivos de la Unión de la Carne.
La determinación de la capacidad antioxidante de las frutas y
vegetales, y su influencia en la prevención de enfermedades
cerebrovasculares, cáncer y en la elevación del sistema inmune,
constituye otra importante línea de investigación.
Se trabaja, además, en el aumento del valor nutricional de los
alimentos horneados y el empleo de nuevas materias primas con vistas
a la disminución del consumo de harina de trigo en ellos; resalta el
interés por el desarrollo de la chocolatería artesanal y el
mejoramiento de la calidad de los productos de la soya.
Igualmente, la planta de olores y sabores, la cual suministra más
del 50% de los insumos que de este tipo se utilizan en la industria,
labora en la obtención de nuevas variedades a partir de frutas
naturales cubanas, para evitar las costosas compras en el exterior.
Tampoco falta un estudio afín con el medio ambiente, orientado
hacia el tratamiento de los residuales y la reducción del consumo de
energía mediante el uso de los desechos.
A juzgar por el volumen de pesquisas en curso, pareciera que no
le asisten contratiempos al IIIA; sin embargo, ya es hora de enfocar
los análisis desde la generalización y aplicación concreta de los
conocimientos, como único medidor posible del aporte científico al
progreso industrial.