Después del triunfo del Primero de Enero de 1959 y a la espera de 
			que reabrieran Medicina, hizo estudios preparatorios de 
			Contabilidad.
			"Los aprobé y me seleccionaron para hacer la licenciatura. Casi 
			empiezo, pero aquello no era lo mío; supe entonces que mi destino 
			era curar enfermedades y salvar vidas humanas".
			En aquel crucial año fue secretario de la administración 
			municipal del citado poblado habanero y luego pasó a laborar en la 
			instancia de Salud Pública en el propio territorio. Al retomar la 
			carrera lo hace en un curso para trabajadores, hasta que finalmente 
			la termina por la vía normal.
			"Me gradué en 1964 y partí hacia la antigua provincia de Oriente. 
			El primer lugar donde trabajé fue en el dispensario Ramón de 
			Guaninao, situado a la salida de Palma Soriano. Luego estuve 
			alrededor de seis meses rotando por varios hospitales rurales, hasta 
			que me asignaron la tarea de dirigir el de Ocujal del Turquino, 
			cerca de la antigua Comandancia de la Plata".
			Según narra Porfirio, la estancia de más de un año en tan 
			apartado lugar de la geografía cubana, lo puso en contacto con una 
			realidad muy diferente a la de la capital del país. Todavía existía 
			entre los niños de la zona mucho parasitismo intestinal, y las 
			condiciones de vida eran sumamente precarias.
			"Aprendí a tomar decisiones sin tiempo para consultarlas, y a 
			conocer la nobleza y la solidaridad del campesino cubano. Enfrenté 
			situaciones difíciles y las superé. Aquella experiencia me hizo 
			crecer desde el punto de vista profesional y humano. La convivencia 
			con personas tan humildes me enseñó que más allá de ser médico, para 
			ellos yo era el amigo al cual podían contarle cualquier problema".
			
			Después pasó a ser director del hospital de Palma Soriano, y 
			posteriormente, coordinador del servicio médico rural en toda esa 
			área. Vino la propuesta de ocupar un puesto administrativo en 
			Santiago de Cuba, pero el interés de volver a la medicina 
			asistencial lo hizo rechazar la oferta y regresar a La Habana, para 
			hacer la especialidad de Medicina Interna en el Hospital Calixto 
			García.
			"Mi pasantía en la sala Clínica Bajos de esta institución, fue 
			una verdadera escuela. Tuve profesores de primerísimo nivel, 
			consagrados a la docencia y a la atención de los pacientes, entre 
			ellos el desaparecido Fidel Ilizástigui. Con ellos conocí lo humano 
			y lo divino de la clínica, la importancia del interrogatorio a los 
			enfermos, escucharles la descripción de los síntomas, el saber 
			palpar el abdomen y otras partes vitales del cuerpo, y la indicación 
			racional de los análisis complementarios, prácticas que 
			desafortunadamente hoy se aplican poco. 
			En 1969 y tras haber concluido la especialidad, Porfirio comenzó 
			a trabajar como clínico del Instituto de Hematología, ubicado en el 
			Hospital Nacional Enrique Cabrera. Sin apenas darse cuenta se fue 
			enrolando en el fascinante mundo de la investigación científica.
			"Asesorados por el profesor argentino Alberto Carmena, formamos 
			un grupo para hacer trabajos experimentales de trasplantes de médula 
			ósea en ratas, cuyos resultados publicamos en una prestigiosa 
			revista foránea".
			Lo anterior abrió el camino para que, a mediados de la década de 
			los ochenta, del pasado siglo figurara entre los iniciadores de ese 
			tipo de transplante en nuestro país en humanos, con todos los 
			requisitos internacionales exigidos.
			Desde el 2004, el también miembro titular de la Academia de 
			Ciencias de Cuba y subdirector de Investigaciones del ahora 
			denominado Instituto de Hematología e Inmunología, fue pionero en la 
			aplicación de células madre en personas aquejadas de isquemias 
			severas de los miembros inferiores, quienes al no responder a los 
			tratamientos convencionales estaban a punto de sufrir algún tipo de 
			amputación mayor.
			"Tenemos una experiencia de casi seis años en este espectacular y 
			promisorio campo de la medicina regenerativa, y puedo afirmar que 
			esta línea de trabajo sobrepasó los límites de la ficción para 
			avanzar progresivamente en su aplicación clínica. 
			"Hasta la fecha hemos empleado la también llamada terapia celular 
			regenerativa en unos 800 pacientes —la mayoría de ellos con 
			deficiencia circulatoria en los miembros inferiores—, con resultados 
			alentadores, pues salvamos de la pérdida total de una extremidad 
			entre un 60 y un 70% de los enfermos que tenían esa indicación".
			Explicó que el procedimiento es utilizado en centros 
			hospitalarios de seis provincias. Más allá de lo logrado en el campo 
			de la Angiología con el implante de células madre obtenidas de la 
			médula ósea, en fecha reciente comenzaron a aplicarse para el 
			tratamiento de la artrosis de rodilla, sentenció. 
			Por sus notables aportes científicos, el doctor Porfirio 
			Hernández Ramírez acaba de merecer el Premio Francisco de Arango y 
			Parreño, que otorga la Sociedad Económica de Amigos del País.
			La ocasión resulta propicia para preguntarle cómo se ve a sus 72 
			años: 
			"Soy una persona a la cual le gusta trasmitir sus conocimientos a 
			las nuevas generaciones de especialistas y alumnos de Medicina. Que 
			solo sigue el béisbol cuando Cuba juega en eventos internacionales, 
			lleva medio siglo de feliz matrimonio, y desde hace más de dos 
			décadas no ha vuelto a cazar o pescar (sus principales aficiones). 
			Pero por encima de todo siempre será un clínico que investiga".