Gracias a los convenios de colaboración suscritos entre la
entonces Academia de Ciencias de Cuba y el Servicio
Hidrometeorológico de la URSS, el 23 de marzo de 1969 y coincidiendo
con el Día Meteorológico Mundial, fue inaugurada en la sede del
Instituto de Meteorología la primera estación receptora de fotos de
satélites que tuvo nuestro país, la cual solo recibía imágenes de
espectro visible de una a dos veces al día, en los espacios de luz
solar.
Apenas cinco meses después, contribuyó de manera protagónica en
el seguimiento de la trayectoria del huracán Camilla, durante su
amenaza y posterior cruce por el extremo occidental de Pinar del
Río, el 15 de agosto de ese propio año.
Para el doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, la posterior
instalación en 1974 de una segunda estación desarrollada en la
antigua República Democrática Alemana, marcó un hito al brindar la
posibilidad de extender los horarios de observación a las horas
nocturnas, ampliando la calidad del análisis de los datos.
También significó un despegue en lo referido a la formación de
profesionales y técnicos altamente calificados en esa temática,
quienes impulsaron diferentes estudios que ayudaron a fortalecer el
servicio meteorológico nacional.
Según precisó a Granma el también Investigador Titular del
departamento de Satélites del Centro de Pronósticos del Instituto de
Meteorología, hoy existen dos tipos de esos artefactos dedicados a
"mirar el tiempo": los denominados geoestacionarios, cuya órbita
abarca todo el cinturón ecuatorial, y los que operan a lo largo de
los ejes polares.
En 1985 la institución adquirió una nueva estación receptora APT-WEFAX
(transmisión automática de fotografía y facsímil meteorológico), que
representó un salto cualitativo al permitir visualizar y procesar
digitalmente la información.
Al combinarse lo anterior con el desarrollo de un novedoso
software creado por expertos nuestros y del Instituto de
Cibernética, Matemática y Física (ICIMAF), el perfil de aplicaciones
de las fotos satelitales se amplió de manera significativa,
sentenció Mojena.
Más allá del pronóstico del tiempo y el rastreo permanente de los
huracanes, ellas fueron incorporadas a las investigaciones en el
campo de la oceanología, climatología, agricultura, geología,
hidrología, transporte marítimo y aéreo, y control de la
contaminación de las aguas, por citar algunos ejemplos.
De manera particular sobresalen los beneficios de su empleo en el
estudio de las corrientes marinas, bancos de peces, yacimientos
minerales, determinación de la temperatura superficial del mar,
grado de humedad de los suelos, probabilidad de ocurrencia de
incendios forestales, traslado de contaminantes a larga distancia,
derrames de hidrocarburo, nivel de concentración de ozono en la
atmósfera, así como en la recopilación de valiosos datos referentes
al proceso de calentamiento global del planeta.
Mojena dijo que en la actualidad el Instituto de Meteorología
dispone de una moderna estación receptora, capaz de recibir en todas
las bandas espectrales las transmisiones digitales de los satélites
geoestacionarios y los que orbitan los polos, con la máxima
resolución, lo cual mejoró la capacidad para monitorear el
movimiento y evolución de los ciclones tropicales.
Sin embargo, debido a la dispersión hacia otros centros de una
parte de los especialistas calificados en la temática, y a problemas
técnicos de la estación, no pueden aprovecharse al máximo las
potencialidades de este equipo encargado de recopilar la información
que desde el Cosmos nos envían cada 15 minutos esa suerte de
centinelas de la Tierra.