(14 de
noviembre de 2009)
Migración a software libre
Sin recetas acabadas, pero con lucidez
Lianet ARiAS
SOSA
Un informático se sienta frente a una computadora.
Mediante lenguajes de programación escribe un código que luego es
comprendido por la máquina. Ha creado una aplicación. Si la entrega
junto con lo escrito, entonces el código es abierto y el software,
si cumple todos los requisitos, libre.
El
94% de los más de 1 200 usuarios trabaja con Linux.
En ese caso, existe la posibilidad de que otros
informáticos puedan ver y transformar ese código. De tal modo,
serían capaces de mejorar la aplicación o adecuarla a contextos
específicos.
Sin embargo, el más extendido en el mundo continúa
siendo el código propietario, la filosofía con que trabajan las
transnacionales del software. Se afirma que estas aplicaciones
poseen puertas traseras, una vía eficaz para la fuga de información
de las computadoras conectadas a una red.
"Por razones de seguridad y, sobre todo, de
soberanía tecnológica, nosotros estamos estimulando mucho el empleo
de las aplicaciones de software libre, para empezar, en las
entidades y organismos de la administración central del Estado
—señala Boris Moreno, viceministro de la Informática y las
Comunicaciones."
Desde hace algunos años existe en Cuba un Grupo
Ejecutivo para la Migración. Lo componen el Grupo Legal, encargado
de establecer el marco regulatorio para respaldar el proceso; el
Grupo de Capacitación, cuya tarea reside en preparar a las personas
para el cambio; y el Grupo Técnico, que ha elaborado una guía de
migración, referencia para ordenar el proceso y señalar cuáles son
las aplicaciones sustitutas de aquellas en código propietario.
"Llevamos tiempo intentando impulsar la migración.
Es una tarea complicada, porque implica cambiar hábitos y
costumbres, y no hemos avanzado a la velocidad que queremos —destaca
el viceministro."
En materia de empleo de aplicaciones y plataformas
de código abierto, la Aduana General de la República (AGR) es una
referencia para nosotros, añade. "Como siempre sucede, es muy
importante el rol de los principales directivos. En el caso de la
Aduana, la más alta dirección de la entidad comprende muy bien el
papel que desempeña la informática para hacer más eficientes y
seguros los procesos de trabajo en las organizaciones".
UNA
EXPERIENCIA EN LA MIGRACIÓN A CÓDIGO ABIERTO
A mediados de 1999, a Carlos Anasagasti le pusieron
en las manos lo que parecía una "misión imposible". Entonces ya era
el jefe del Centro de Automatización para la Dirección de la
Información en la Aduana. La idea de "investigar qué era Linux",
terminó siendo una migración —difícil, pero afortunada— hacia el
código abierto.
Además de la independencia tecnológica inherente a
la adecuada implementación del software libre, no sujeto a los
vaivenes de las grandes transnacionales, la AGR tuvo más razones
para elegir.
Hicimos un estudio y en el 2002 —señala Anasagasti—
, con la cantidad de máquinas que había, nos ahorraríamos más de 300
000 dólares en licencia, de tener instalado Linux. "Dijimos que si
seguíamos creciendo como pensábamos, en algún momento gastaríamos
cifras bien grandes y nos las podíamos ahorrar".
Un año después, ya habían revisado innumerables
experiencias de otras partes del mundo: Brasil, Alemania, la
provincia española de Extremadura... Ninguna, sin embargo, despejó
el camino. "Estábamos casi solos —recuerda Anasagasti—. El detalle
de cómo hacer las cosas, nadie nos lo daba".
Otros vinieron a ayudar. Especialistas de Infomed y
algunos iluminados inmersos en las maravillas del software libre
cuando aún era un completo desconocido, sumaron fuerzas al empeño.
Así fue como comenzaron a entrenar a los informáticos de la
institución. Les introdujeron en el mundo del código abierto y
paralelamente se comenzó a migrar los servidores, la parte menos
visible para los usuarios no especializados.
Quedaba lo más difícil. La migración en las
estaciones de trabajo "afecta a la mayor cantidad de gente —señala
el directivo", las que no quieren cambiar, están acostumbradas a una
cosa. (...) Aprobamos un plan de capacitación y en el 2006 ya
habíamos definido qué enseñarle a la gente sobre Linux".
AMÉN DE DIFICULTADES
TÉCNICAS...
Como cuenta David Fernández, jefe del Grupo de
Automatización de la AGR en Santiago, debido a la diversidad de los
equipos y las aplicaciones existentes, era imposible usar una sola
distribución para todas las máquinas. Llegó un momento en que no
todas las computadoras funcionaban con Linux (algunas trabajaban
mejor con una versión de Windows), pero sí tenían el navegador, el
correo electrónico y las aplicaciones ofimáticas en código abierto
que usarían cuando tuvieran instalado ese sistema operativo.
"El día que cambiaran la máquina, los usuarios
debían aprender los detalles del sistema operativo, pero el resto ya
lo sabía usar", subraya Anasagasti. "Eso nos facilitó mucho las
cosas".
Con la llamada virtualización, el hecho de que los
usuarios necesitaran algunas aplicaciones en software propietario
dejó de ser impedimento para instalar los sistemas operativos libres
en las estaciones de trabajo. El mecanismo, bien conocido en el
mundo, consiste en crear varias máquinas virtuales —con versiones de
Windows, por ejemplo— en un servidor; cada una de ellas posibilitará
la ejecución de programas desde la computadora conectada a esa red.
Hubo resistencia al cambio, pero la estrategia los
ayudó. En estos momentos, el 94% de los más de 1 200 usuarios
trabajan con Linux. El Sistema Único de Aduanas, la principal
aplicación de la AGR, corre sobre software libre. Les falta migrar
la base de datos, pues la que tienen en software propietario supera
por mucho a sus similares de código abierto; pero en ello laboran.
Lejos quedaron los tiempos en que las versiones de
Linux consistían en difíciles y extrañas desconocidas. Hoy tienen
Ubuntu para los usuarios en las estaciones de trabajo, una
distribución de Linux muy amigable y parecida a Windows; Debían, "un
proyecto muy poderoso", se destina a los servidores.
Mientras, los impulsores de esta obra recuerdan que
han tenido duros tropiezos y que necesitaron siempre de un buen
soporte técnico capaz de corregir inmediatamente las dificultades.
Las experiencias, con seguridad, serán un reto para muchas
entidades. Por eso urge que la filosofía de solidaridad y
colaboración del software libre se acompañe de organización, de
flexibilidad y de lucidez para, finalmente, consolidar el rumbo.
"Free software", se diría en inglés "software
libre". El término "free" —que en lengua anglosajona significa tanto
"libre" como "gratis" —es probablemente el causante de una vieja
polémica. De ahí el mito de que el software libre implica
obligatoriamente gratuidad.
Richard Stallman, conocidísimo de esa comunidad y su
principal promotor, se refiere a "free" en su acepción de "libre" y
señala que cuatro son las requisitos imprescindibles para que una
aplicación sea considerada de este tipo: libertad para ejecutar el
programa en cualquier sitio, con cualquier propósito y para siempre;
libertad para estudiarlo y adaptarlo a necesidades específicas;
libertad de redistribución, de modo que se pueda colaborar con otros
usuarios; libertad para mejorar el programa y publicar sus mejoras.
|