ENERGÍA             

(23 de junio de 2005)

Biogás

Mucho más que una simple alternativa

Entrevista al Doctor en Ciencias José Antonio Guardado Chacón, integrante de la junta directiva de Cubasolar, a cargo de la promoción de la tecnología del biogás en el país

MIGUEL FEBLES HERNÁNDEZ

Más que la retórica académica, el Doctor en Ciencias José Antonio Guardado Chacón ha apostado por el intercambio directo con los productores, como vía para promover y extender la tecnología del biogás, cuyo uso en el país no ha llegado a estabilizarse a pesar de sus incuestionables beneficios.

Foto del autor“Cuando a las personas se les explica las bondades del biogás, se interesan por obtenerlo”, asegura el ingeniero José Antonio Guardado Chacón.

Ocupado en tales menesteres en unidades productivas de la provincia de Camagüey, Granma aprovechó para dialogar con el especialista, quien forma parte de la directiva nacional de Cubasolar, sociedad encargada de la promoción de las fuentes renovables de energía y el respeto ambiental.

—¿Qué ha motivado su presencia en esta provincia?

Nuestro propósito es contribuir al despertar de Camagüey en esta actividad. Si bien es este uno de los territorios con mayor potencial en el país, tanto en recursos humanos como en existencia de materia orgánica, lo cierto es que ha sido señalado en varias ocasiones por su retraso en la extensión del Programa.

A inicios de los años ochenta del siglo pasado en Cuba se construyeron más de 400 plantas de biogás, buena parte de las cuales se ubicaron en vaquerías de la cuenca lechera camagüeyana. Sin embargo, por falta de una estrategia adecuada y problemas técnicos, entre otras causas, estas instalaciones no tuvieron los resultados esperados y después de un tiempo relativamente corto fueron abandonadas.

—¿De qué manera pretenden ahora propiciar el necesario despegue de la provincia?

Una de las vías más efectivas, con cierta experiencia de aplicación en otros territorios del país, es a través de los talleres de usuarios del biogás, modalidad que estimula la acción participativa de los productores, estatales o particulares, interesados en el empleo de este tipo de energía renovable.

No se trata de encerrarlos en un aula durante dos o tres días, sino de movernos nosotros hacia el campo y capacitarlos directamente en las fincas, con el propósito de diseñar los biodigestores de acuerdo con las características y posibilidades de cada lugar, es decir, conformar una especie de traje a la medida.

—¿Existe ya algún resultado, aunque sea incipiente?

A partir de diciembre del 2011 comenzamos a trabajar con un grupo de usuarios potenciales del biogás, en su mayoría usufructuarios de la tierra por el Decreto-Ley 259, ubicados en la circunvalación de la ciudad de Camagüey, que forman parte del Programa de la Agricultura suburbana.

Han transcurrido dos meses apenas y ya se observan los primeros resultados: tres plantas concluidas, dos recuperadas y cuatro en proceso de terminación. Pero lo más importante es que ahora tenemos un banco de datos con otras 25 personas del municipio cabecera provincial interesadas en obtener el biogás.

—¿Qué aportan ustedes y qué les corresponde hacer a los productores?

Nuestro papel es de asesoría: les indicamos el mejor lugar para ubicar la planta, les hacemos el diseño y los acompañamos hasta su puesta en marcha. También les ofrecemos abundante información sobre el tema, pues es preciso fomentar en ellos una cultura energética y de protección del medio ambiente.

Los productores, por su parte, financian los materiales y construyen el biodigestor a partir del esfuerzo propio. Para ello, hemos desarrollado una veintena de modelos diferentes y no un proyecto típico como camisa de fuerza. Son obras de poca complejidad, con posibilidad de repararse en caso necesario.

—¿Qué beneficios les puede reportar la instalación de este tipo de órgano de tratamiento?

El primer efecto es que cuida la biosfera, su entorno vital, al procesar los desechos animales, vegetales e industriales. La mezcla de residuos orgánicos con agua, después del proceso de digestión anaeróbica, emite tres productos finales: biogás, efluentes líquidos y sedimentos sólidos.

En lugar de que esos gases se expandan a la atmósfera con consecuencias sumamente negativas, pueden aprovecharse para la cocción de alimentos, la iluminación de naves y viviendas, o en la generación de electricidad. En lo que respecta a los efluentes líquidos y sólidos, constituyen excelentes biofertilizantes.

—Si están probadas tales bondades, por qué su empleo dista de ser el ideal y en determinados lugares hasta se ha involucionado?

Simple y llanamente porque no hay conocimiento suficiente acerca de esta tecnología tan sencilla. En segundo lugar, porque su aplicación ha estado sustentada en los proyectos de colaboración, que no generan un sentido de pertenencia, pues cuando a usted le regalan algo no se valora igual. En cambio, quien invierte recursos y esfuerzos sí lo aprovecha al máximo.

A todo ello hay que agregar que hasta el día de hoy, aunque se ha avanzado, no existe una infraestructura definida, con una institucionalidad, para mantener esta actividad. Lo otro es la necesaria integración a lograr en la base entre las instituciones y organismos que de alguna manera tienen que ver con esto.

—¿Se podría hablar entonces de un resurgir del interes por el biogás en Cuba?

Resurge el biogás, pero cuando ya casi no hay otra alternativa que promoverlo (como parte de la apuesta por las fuentes de energía renovable). Lo vemos hoy como un elemento integrador dentro de un sistema de tratamiento (sedimentadores, lagunas de oxidación), capaz de ofrecer determinados beneficios que hacen que la inversión se pueda recuperar rápidamente.

Hemos identificado alrededor de 700 plantas de biogás en el país, una cifra que puede ser mayor o menor, pero que está muy lejos de las posibilidades y necesidades actuales. De ahí que resulte vital la promoción del Programa. Cuando a las personas se les explica las bondades del biogás, se interesan por obtenerlo.

A modo de ejemplo, se calcula que existen a instancia nacional unos 13 mil convenios porcinos, cada uno de los cuales genera una cantidad considerable de desechos que, de no procesarse correctamente, pueden contaminar la atmósfera y los cuerpos de agua circundantes.

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