Ocupado en tales menesteres en unidades productivas
de la provincia de Camagüey, Granma aprovechó para dialogar
con el especialista, quien forma parte de la directiva nacional de
Cubasolar, sociedad encargada de la promoción de las fuentes
renovables de energía y el respeto ambiental.
—¿Qué ha motivado su presencia en esta provincia?
Nuestro propósito es contribuir al despertar de
Camagüey en esta actividad. Si bien es este uno de los territorios
con mayor potencial en el país, tanto en recursos humanos como en
existencia de materia orgánica, lo cierto es que ha sido señalado en
varias ocasiones por su retraso en la extensión del Programa.
A inicios de los años ochenta del siglo pasado en
Cuba se construyeron más de 400 plantas de biogás, buena parte de
las cuales se ubicaron en vaquerías de la cuenca lechera
camagüeyana. Sin embargo, por falta de una estrategia adecuada y
problemas técnicos, entre otras causas, estas instalaciones no
tuvieron los resultados esperados y después de un tiempo
relativamente corto fueron abandonadas.
—¿De qué manera pretenden ahora propiciar el
necesario despegue de la provincia?
Una de las vías más efectivas, con cierta
experiencia de aplicación en otros territorios del país, es a través
de los talleres de usuarios del biogás, modalidad que estimula la
acción participativa de los productores, estatales o particulares,
interesados en el empleo de este tipo de energía renovable.
No se trata de encerrarlos en un aula durante dos o
tres días, sino de movernos nosotros hacia el campo y capacitarlos
directamente en las fincas, con el propósito de diseñar los
biodigestores de acuerdo con las características y posibilidades de
cada lugar, es decir, conformar una especie de traje a la medida.
—¿Existe ya algún resultado, aunque sea incipiente?
A partir de diciembre del 2011 comenzamos a trabajar
con un grupo de usuarios potenciales del biogás, en su mayoría
usufructuarios de la tierra por el Decreto-Ley 259, ubicados en la
circunvalación de la ciudad de Camagüey, que forman parte del
Programa de la Agricultura suburbana.
Han transcurrido dos meses apenas y ya se observan
los primeros resultados: tres plantas concluidas, dos recuperadas y
cuatro en proceso de terminación. Pero lo más importante es que
ahora tenemos un banco de datos con otras 25 personas del municipio
cabecera provincial interesadas en obtener el biogás.
—¿Qué aportan ustedes y qué les corresponde hacer a
los productores?
Nuestro papel es de asesoría: les indicamos el mejor
lugar para ubicar la planta, les hacemos el diseño y los acompañamos
hasta su puesta en marcha. También les ofrecemos abundante
información sobre el tema, pues es preciso fomentar en ellos una
cultura energética y de protección del medio ambiente.
Los productores, por su parte, financian los
materiales y construyen el biodigestor a partir del esfuerzo propio.
Para ello, hemos desarrollado una veintena de modelos diferentes y
no un proyecto típico como camisa de fuerza. Son obras de poca
complejidad, con posibilidad de repararse en caso necesario.
—¿Qué beneficios les puede reportar la instalación
de este tipo de órgano de tratamiento?
El primer efecto es que cuida la biosfera, su
entorno vital, al procesar los desechos animales, vegetales e
industriales. La mezcla de residuos orgánicos con agua, después del
proceso de digestión anaeróbica, emite tres productos finales:
biogás, efluentes líquidos y sedimentos sólidos.
En lugar de que esos gases se expandan a la
atmósfera con consecuencias sumamente negativas, pueden aprovecharse
para la cocción de alimentos, la iluminación de naves y viviendas, o
en la generación de electricidad. En lo que respecta a los efluentes
líquidos y sólidos, constituyen excelentes biofertilizantes.
—Si están probadas tales bondades, por qué su empleo
dista de ser el ideal y en determinados lugares hasta se ha
involucionado?
Simple y llanamente porque no hay conocimiento
suficiente acerca de esta tecnología tan sencilla. En segundo lugar,
porque su aplicación ha estado sustentada en los proyectos de
colaboración, que no generan un sentido de pertenencia, pues cuando
a usted le regalan algo no se valora igual. En cambio, quien
invierte recursos y esfuerzos sí lo aprovecha al máximo.
A todo ello hay que agregar que hasta el día de hoy,
aunque se ha avanzado, no existe una infraestructura definida, con
una institucionalidad, para mantener esta actividad. Lo otro es la
necesaria integración a lograr en la base entre las instituciones y
organismos que de alguna manera tienen que ver con esto.
—¿Se podría hablar entonces de un resurgir del
interes por el biogás en Cuba?
Resurge el biogás, pero cuando ya casi no hay otra
alternativa que promoverlo (como parte de la apuesta por las fuentes
de energía renovable). Lo vemos hoy como un elemento integrador
dentro de un sistema de tratamiento (sedimentadores, lagunas de
oxidación), capaz de ofrecer determinados beneficios que hacen que
la inversión se pueda recuperar rápidamente.
Hemos identificado alrededor de 700 plantas de
biogás en el país, una cifra que puede ser mayor o menor, pero que
está muy lejos de las posibilidades y necesidades actuales. De ahí
que resulte vital la promoción del Programa. Cuando a las personas
se les explica las bondades del biogás, se interesan por obtenerlo.
A modo de ejemplo, se calcula que existen a
instancia nacional unos 13 mil convenios porcinos, cada uno de los
cuales genera una cantidad considerable de desechos que, de no
procesarse correctamente, pueden contaminar la atmósfera y los
cuerpos de agua circundantes.