ENERGÍA             

(17 de diciembre de 2003)

Para atrapar al sol

RONAL SUÁREZ RAMOS

PINAR DEL RÍO.— La necesidad hace parir jimaguas, expresa un viejo refrán que muy bien pudiera aplicarse al surgimiento y desarrollo de la planta de producción industrial de módulos fotovoltaicos, única de su tipo en el país, que funciona en el Combinado de Componentes Electrónicos, de esta provincia.

Las mujeres son mayoría en el proceso de fabricación de los paneles.

Cuando a finales del año 2000 avanzaba por toda Cuba el programa de electrificación de escuelas rurales a partir de la energía solar, un incansable grupo de técnicos y trabajadores se daba a la tarea de reconvertir la antigua planta de dispositivos semiconductores, en fábrica de aditamentos capaces de atrapar los rayos del sol para transformarlos en electricidad.

La primera victoria la obtuvieron en esa fase, cuando lograron adaptar varios equipos con tales fines e importar solo los imprescindibles, y con ello reducir el costo de la inversión a menos de la mitad de lo que se había previsto inicialmente.

En diciembre del 2000 se materializaban los primeros paneles, y al año siguiente ya se concretaban exportaciones. Antes fue necesario desarrollar un amplio proceso de investigación e innovación tecnológica para lograr una producción competitiva, expresa Carlos Iván Cabrera, director de la fábrica.

A mediados de mayo del 2001 ya se lograba sustituir las importaciones para el Programa Audiovisual, con un ahorro de 59,40 dólares por cada módulo de 165 Watts de potencia, según su precio en el mercado externo, y el país contaba con un nuevo rubro exportable.

Ello ofrece la posibilidad de llevar la electricidad a más objetivos sociales y familias cubanas con los mismos recursos financieros, a la vez que abre nuevas perspectivas para el colectivo del Combinado de Componentes Electrónicos, al insertarse en un campo de ilimitado futuro, pues la electrificación del sector rural en el mundo debe pasar por el empleo de esta energía.

En el taller donde se cortan y sueldan las celdas hasta conformar los paneles de distintas potencias, la actividad es constante. Su jefa, María del Carmen Perdomo, nos muestra el proceso productivo, hasta que cada aditamento recibe la verificación final mediante un sol artificial donde se comprueba la energía que es capaz de generar.

La mejor muestra de su calidad es la demanda que tenemos, sobre todo de los de más pequeño formato, entre 5 y 22 Watts, dice.

En una vitrina pueden verse los reconocimientos obtenidos ya por el novedoso producto: Medalla de Oro en la XIX Feria Internacional de La Habana, en el 2001; Premio Relevante en el XIV Fórum de Ciencia y Técnica, además de la condición de Proeza Laboral conferida a su colectivo, que comenzó con 10 trabajadores y ya cuenta con 65, entre quienes la presencia femenina es mayoritaria.

Según Carlos Iván, este año el 31% de la producción se dedica al mercado externo y se debe totalizar más de un megaWatt de potencia. El tiempo de vida de cada panel se fija en 20 años.

Aún hoy casi todos los componentes de cada módulo son importados, lo cual encarece su costo. Lograr incrementar paulatinamente la fabricación nacional de sus partes es un reto que pasa por la adquisición de nuevas tecnologías.

El desarrollo de la energía solar como fuente alternativa inagotable ocupa a numerosos consorcios e instituciones de países altamente industrializados. Se calcula que la producción mundial de módulos fotovoltaicos alcanzará este año los 650 megaWatts de potencia y se incrementará notablemente a corto y mediano plazos.

En ese esfuerzo por desarrollar una energía limpia, no contaminante y capaz de ser llevada hasta los lugares más remotos, se insertan la voluntad y el quehacer de los pinareños que han hecho posible, por primera vez en Cuba, atrapar los rayos del sol.

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