Salvo fundamentalmente en las entidades del Polo
Científico, regidas por el concepto de trabajo a ciclo completo
(investigación-desarrollo-producción a escala industrial y
comercialización), en el resto de la actividad científica nacional
se carece de un esquema que facilite aplicar con las debidas
celeridad y eficacia el enorme cúmulo de resultados logrados en el
transcurso de años, muchos de los cuales podrían contribuir a suplir
carencias de la población, sustituir importaciones, modernizar la
industria y potenciar el desarrollo de las fuerzas productivas.
Un ejemplo cercano lo tenemos en la Universidad de
La Habana (UH), donde sus centros de investigación tributan cada año
como promedio entre un 25% y un 30% de los premios nacionales
otorgados anualmente por la Academia de Ciencias de Cuba (ACC).
Sin embargo, una parte considerable de esos aportes
validados por expertos altamente calificados no se generalizan o
simplemente son aplicados en lugares puntuales, sin tributar los
beneficios esperados a la sociedad.
Para el doctor en Ciencias Ernesto Estévez Rams,
director del Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales (IMRE),
entidad que mantiene una producción científica de primer nivel
expresada en el registro de numerosas patentes, centenas de
artículos publicados en prestigiosas revistas extranjeras y la
obtención en los últimos diez años de 39 Premios Nacionales de la
ACC, la no aplicación de los resultados obedece a diferentes causas.
"En mi opinión, hay una falta de cultura científica
en amplios sectores de la sociedad, incluyendo la economía, que
suele condicionar cierto menosprecio a los logros obtenidos fuera
del área de la biofarmacéutica, y esto hace pensar que no reúnen los
requisitos para resolver nuestros problemas. Por eso en sentido
general, se prefiere acudir al mercado internacional para adquirir
cosas que realmente pudieran hacerse en Cuba."
La inmediatez de una compra frente a la no
inmediatez y el riesgo asociado a introducir un resultado son otros
factores importantes. A lo anterior, agregó, se suma que los
investigadores en las universidades tampoco favorecen la
comunicación de sus resultados más allá del ámbito académico por
considerarlo ajeno a sus funciones.
Esto refleja la ausencia de un "diálogo" efectivo
entre los centros de investigación y las empresas, sin olvidar en
ningún momento los problemas asociados al financiamiento requerido
para desarrollar e introducir un producto.
También ocurre que algunos resultados son reseñados
con criterios triunfalistas en los medios de comunicación y esa
falta de rigor, sin contrastar con otras fuentes la información
recibida, hace que los empresarios pongan en duda sus reales
beneficios, enfatizó.
"En el IMRE hicimos las investigaciones y
desarrollamos varios resultados a partir de las zeolitas. A pesar de
que hoy somos más escuchados, el ministerio encargado de realizar
los estudios de factibilidad para llevarlos a la práctica no ha dado
respuesta al asunto, aun cuando existen clientes extranjeros con
intereses concretos, y que los mismos tienen un potencial uso en
áreas como la agricultura y la potabilización del agua".
Según señaló el doctor Estévez, no pocas veces en la
Feria de La Habana se hacen licitaciones por parte de diferentes
ministerios con el fin de adquirir determinados renglones, y casi
nunca es solicitada la asesoría de especialistas y científicos
cubanos antes de cerrar el contrato.
Así, y pueden citarse ejemplos concretos, compran
cosas que después no sirven. Incluso, ni siquiera averiguan si hay
posibilidad de obtenerlo en Cuba, ni consultan las patentes e
invenciones registradas en la Oficina Cubana de la Propiedad
Industrial, indicó.
"Otras veces alguien vende una idea de hacer un
proyecto, que puede ir desde concebir una investigación específica,
hasta una inversión o la creación de un centro, y se llega a lograr
su aprobación por parte de los tomadores de decisiones, sin haber
sido sometido al análisis crítico de un comité de expertos que no
formen parte de la propuesta."
Tampoco existe la cultura del ejercicio de oposición
como mecanismo sano para lograr una mejor evaluación de las cosas,
indicó.
El director del IMRE recordó que hace unos años todo
el esquema económico del Ministerio de Educación Superior (MES)
relacionado con el apoyo a la innovación fue desmantelado y ese
error pesa hasta el día de hoy.
Más allá de este panorama, los centros de
investigación de la UH enfrentan un proceso de descapitalización de
los recursos humanos, y marcado deterioro de las instalaciones,
problema que la dirección actual del MES comprende y tiene la
voluntad de revertir dentro de las posibilidades del complejo
momento que vive el país, acotó.
Dijo que la ciencia no debe verse con el criterio
estrecho de que su función es exclusivamente potenciar las fuerzas
productivas y generar ingreso de inmediato.
"Aún en las peores condiciones económicas, hay que
priorizar el desarrollo de las ciencias en general, incluyendo las
básicas por su carácter estratégico. Son ellas las que tributan las
innovaciones y los avances tecnológicos del mañana."
Asimismo, no podemos olvidar el carácter cultural de
la ciencia. Una sociedad que no sea capaz de crear y socializar
conocimiento nuevo es una sociedad intelectualmente colonizada por
lo creado en otras latitudes, aseveró.
Hace más de una década, comentó, el IMRE recibió
presiones para que no priorizara los estudios básicos y aplicados,
dirigidos a la búsqueda de nuevos materiales, en aras de concentrar
los esfuerzos en áreas que entonces eran consideradas más
importantes.
"De haber desistido de nuestro objetivo, no
hubiéramos tenido hoy los conocimientos esenciales y la docena de
doctores formados en esa temática como base para montarnos junto a
otras instituciones, en el desarrollo de la nanotecnología y los
nanomateriales en el país, disciplinas que marcan sin duda el
nacimiento de una nueva revolución en la ciencia".