CUBA                 

(12 de febrero de 2003)

Tras las huellas de un asteroide

Orfilio Peláez

Para el eminente científico japonés Takafumi Matsui, de la Universidad de Tokio, Cuba es una suerte de "isla del tesoro de la geología", donde entre otras joyas, se han podido encontrar las mejores evidencias del presunto choque de un enorme asteroide contra la Tierra hace alrededor de 65 millones de años.

En el Museo Nacional de Historia Natural pueden apreciarse restos fósiles de algunos organismos marinos que se extinguieron por el impacto.

Y es que al parecer, ese terrible impacto ocurrió posiblemente en la Península de Yucatán, cerca de nuestro país, y se correspondería con el gigantesco cráter de casi 200 kilómetros de diámetro, que en 1991 un grupo de investigadores halló enterrado a más de un kilómetro de profundidad en esa zona de la geografía mexicana y al cual denominaron Chicxulub.

El choque del cuerpo celeste produjo nubes de polvo y gases tóxicos que cubrieron la atmósfera durante muchos años, altísimas temperaturas desataron voraces fuegos en todo el planeta capaces de carbonizar millones de hectáreas de tierra, ocurrieron terremotos de máxima intensidad, tsunamis.

Según el criterio de muchos científicos, dicha catástrofe provocó una crisis ambiental de tal magnitud que dio lugar a la extinción de infinidad de especies, desde microorganismos marinos hasta los dinosaurios.

Las olas de entre cien y trescientos metros de altura depositaron sedimentos inusuales en todo el Golfo de México y el Mar Caribe. Por tanto, Cuba figuraba como un lugar promisorio para rastrear todo indicio de tan importante acontecimiento.

ACIERTOS DE UN PROYECTO

Teniendo en cuenta esa posibilidad y la localización en nuestro país de rocas formadas hace 65 millones de años, en 1997 especialistas del Museo Nacional de Historia Natural, el Instituto de Geología y Paleontología, y de la Universidad de Tokio, iniciaron un proyecto de investigación en busca de las posibles evidencias de aquel suceso en Cuba.

El master en Ciencias Reinaldo Rojas Consuegra, subdirector científico del Museo Nacional de Historia Natural, comentó a Granma que durante los últimos cinco años se han realizado varias expediciones para estudiar sedimentos rocosos relacionados con el límite entre los períodos Cretácico y Terciario, principalmente en las provincias de Pinar del Río (en Moncada, cerca de Viñales, y Río San Diego, Soroa), La Habana, Matanzas y Villa Clara.

Resultados preliminares indican con absoluta certeza que en la mayor de las Antillas existen las mejores y más completas muestras de rocas asociadas con aquel hecho de toda el área del Caribe.

Por ejemplo, los espesores de estas son mucho mayores a las halladas en otros países de la región (algunas alcanzan hasta 900 metros), tienen indicios de haberse formado como resultado de una ola gigante y no a consecuencia de un terremoto, y su presencia a lo largo y ancho de nuestro archipiélago es más frecuente que en ninguna de las naciones vecinas.

Otra probable evidencia lo es la existencia de alto contenido de iridio en capas de sedimento, un material que de forma general abunda solo en los asteroides y otros cuerpos espaciales.

Para el disfrute de los interesados en el tema, el Museo Nacional de Historia Natural, sito en Obispo no. 61, Plaza de Armas, exhibe la muestra transitoria Tras las huellas de un asteroide, donde además de exponerse algunos fragmentos de rocas, puede apreciarse una breve reseña histórica sobre el estudio del que se supone sea el mayor impacto ocurrido en la Tierra.

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