(23
de agosto de 2006)
Emisarios del pasado
Orfilio Peláez
pelaez@granma.cip.cu
En diferentes partes del
mundo la tradición popular dice que cuando uno observa en el
firmamento una estrella fugaz (o meteoro como prefieren denominarle
los astrónomos), debe pedir en silencio un deseo y este se
convertirá en realidad.
Fragmentos
de uno de los meteoritos hallados en Cuba.
Más allá de tan
ancestral costumbre, cada día y atrapados por la fuerza de gravedad,
decenas de miles de pedazos de roca espacial desprendidos de las
colas de los cometas, asteroides y otros cuerpos del espacio
sideral, penetran en la atmósfera terrestre a la notable velocidad
de hasta más de 70 kilómetros por segundo.
A esos fragmentos de
rocas se les da el nombre de meteoritos y constituyen una valiosa
fuente de información en la búsqueda de nuevos datos sobre el origen
del sistema solar, pues la Tierra y otros planetas se formaron en un
continuo proceso de choque de partículas ocurrido hace más de cuatro
mil millones de años, y dada su antigüedad estos "intrusos del
espacio" llevan consigo las huellas de aquel acontecimiento.
Incluso, como plantea el
investigador Efrén Jaimez Salgado, del departamento de Geología
Ambiental, Geofísica y Riesgos, del Instituto de Geofísica y
Astronomía, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente,
hay teorías que plantean que las primeras moléculas orgánicas a
partir de las cuales se originó la vida en la Tierra pudieron llegar
del cosmos transportadas por meteoritos y cometas.
Uno de los fundamentos
de ese planteamiento, precisa Efrén, se basa en la existencia de un
tipo especial de meteoritos llamados condritas carbonacias, con un
alto contenido de carbono, elemento básico para la formación de la
vida tal como la conocemos en nuestro planeta.
La mayoría de los
meteoritos se funde y pulveriza al quemarse por la fricción generada
al atravesar las diferentes capas de la atmósfera, mientras los que
logran llegar a la superficie lo hacen convertidos en verdaderos
proyectiles supersónicos, capaces de abrir en algunos casos cráteres
con diamétros superiores a los 200 metros.
Si bien la caída de
meteoritos es un fenómeno frecuente en el mundo (se estima que la
Tierra recibe un baño anual de 100 000 toneladas de meteoritos y
polvo interplanetario), muchas personas no lo consideran así porque
al partirse en tantos pedazos se confunden con las rocas terrestres
y son difíciles de detectar.
También pueden
esconderse en el subsuelo o penetrar en las profundidades de mares y
océanos, sin olvidar la lógica transformación que sufren por la
influencia combinada de la humedad, erosión, oxidación y otros
factores ambientales.
Entre los ejemplos
notables de "lluvias de meteoritos" reportadas en diferentes partes
del globo terráqueo figura la registrada en la noche del 19 de julio
de 1912 en la localidad de Galbruck, Estados Unidos, donde en un
área de cuatro kilómetros cuadrados se recogieron 14 000 meteoritos,
con un peso total de 218 kilogramos. Otro llamativo bombardeo de
rocas ocurrió en Polonia el 30 de enero de 1968, al contarse más de
3 000 en apenas unas pocas horas.
De manera particular
sobresale el llamado meteorito del Chaco, en Argentina, que con sus
33 toneladas de peso abrió un enorme cráter.
METEORITOS EN CUBA
Según precisó a Granma
el investigador Efrén Jaimez Salgado, en Cuba se ha podido confirmar
hasta la fecha, la presencia de seis meteoritos, verificados
mediante análisis químicos y de rayos X, mientras hay un caso
pendiente de comprobar de un fragmento de roca encontrado en la
azotea del antiguo Centro Nacional de Investigaciones Hidrológicas y
de la Calidad de Agua, en el municipio de Boyeros.
Encabeza la lista el
meteorito encontrado en el poblado pinareño de Mango Jobo, en 1938.
Dicho cuerpo se fragmentó en tres pedazos y estaba compuesto por
hierro y níquel. Mostraba el efecto de las quemaduras producidas por
el contacto con la atmósfera a tan alta velocidad y en la década de
los ochenta del pasado siglo se exhibió en el Museo Nacional de
Historia Natural.
Le siguen el descubierto
en la zona de Bacuranao, en agosto de 1974, a unos cuarenta metros
de la costa por el ingeniero Arnaldo Correa (también reflejaba las
marcas de la intensa fricción), y el del 10 de junio de 1994, que
fue visto caer por dos campesinos cuando realizaban sus labores
habituales en la finca Palmarito, a dos kilómetros del pueblo de
Santa Isabel de las Lajas.
Es oportuno destacar que
los reportes públicos de estos tres meteoritos, fueron hechos por el
profesor Jorge Pérez Doval, en la revista Datos Astronómicos para
Cuba, del Instituto de Geofísica y Astronomía.
Casi dos años después,
en febrero de 1996, fue hallado el cuarto en el poblado de
Calabazar, a un costado de la cuneta de una carretera, por
integrantes del Grupo Pedro Borrás, de la Sociedad Espeleológica de
Cuba, en tanto el quinto y el sexto se localizaron en la segunda
mitad del 2001 en el reparto Balcón de La Lisa, y en un campo arado
de Güira de Melena, respectivamente.
Según explicó Efrén, el
cuarto, el quinto y el sexto meteorito, son muy parecidos en su
composición química minerológica (contienen una rara aleación de
hierro y síliceo, conocido como mineral perryta, inexistente en la
Tierra), por tanto es posible que puedan haber formado parte de un
solo cuerpo, que luego se fragmentó. Los tres fueron certificados
por el ingeniero químico José Antonio Alonso, del Centro de
Investigaciones y Proyectos de la Industria Básica
El investigador no
alberga dudas de que en el archipiélago cubano deben haber caído
muchos más meteoritos, no detectados aún. Quizás cualquier día usted
encuentre una piedra o roca de apariencia extraña. No olvide
entonces que allí a sus pies pudiera tener los ladrillos originales
que fabricaron el sistema solar y los primeros seres vivos. |