Fundamentada en el progreso de la tecnología, en particular los
aportes referidos a la aparición de avanzadas computadoras y
programas informáticos, aquella práctica fue seguida después por
otros centros de investigación asentados en algunos países
desarrollados, como es el caso de Gran Bretaña.
Desde 1996 y después de hacerlo con carácter experimental el año
anterior, Cuba comenzó a emitir de manera oficial sus propios
vaticinios mediante la aplicación de una metodología basada en
ecuaciones matemáticas y otras herramientas científicas, concebida
por un equipo de expertos dirigido por la doctora en Ciencias
Meteorológicas Maritza Ballester Pérez, e integrado, además, por la
doctora Cecilia González Pedroso, y el doctor Ramón Pérez Suárez,
del Instituto de Meteorología.
Se trata en lo esencial de tener una idea aproximada del
comportamiento de la actividad ciclónica general que debemos esperar
para nuestra área geográfica de interés, conformada por el Atlántico
Norte, el golfo de México y el mar Caribe, en el periodo del 1ro. de
junio al 30 de noviembre.
Estos pronósticos estacionales tienen hasta el presente un valor
estrictamente científico, al poner a prueba cada año la efectividad
de los vaticinios, y las posibilidades del hombre de mejorarlos;
pero al no poder señalar con antelación cuál será el país y la zona
específica que será azotada por un huracán, desde el punto de vista
práctico aún distan de ser útiles en el trabajo operativo.
De acuerdo con las predicciones emitidas antes de su inicio, la
actual temporada sería activa al esperarse la formación de un número
de ciclones tropicales nombrados muy por encima del promedio anual
de aproximadamente diez.
Así por ejemplo el grupo del doctor Gray, de la Universidad de
Colorado, vaticinaba el surgimiento de 18 organismos, de los cuales
ocho o nueve alcanzarían fuerza de huracán, incluyendo tres
intensos, es decir de Categoría 3, 4 o 5 en la escala Saffir-Simpson.
También el Centro de Predicción Climática adscrito a la
Administración de los Océanos y la Atmósfera de los Estados Unidos (NOAA
por sus siglas en inglés), daba de 13 a 20 tormentas tropicales;
mientras la cifra de huracanes oscilaría entre siete y 11. No menos
de tres debían llegar al rango de intensos.
El modelo cubano apuntaba a un total de 17, con nueve posibles
huracanes. Los factores que los investigadores del Instituto de
Meteorología tomaron en cuenta para sus proyecciones fueron el no
preverse la aparición del evento ENOS (El Niño/Oscilación del Sur)
durante la temporada, y el mantenimiento de la temperatura
superficial del mar por encima de los valores normales en el
Atlántico y el Caribe.
También el seguir inmersos en un periodo de elevada actividad
iniciado en 1995, correspondiente a los llamados ciclos
multidecenales, que de manera natural han caracterizado la mayor o
menor presencia de tales fenómenos en diferentes etapas históricas.
Asimismo, el régimen de vientos correspondientes al monzón del
oeste africano aparentaba mostrar un patrón favorable para la
génesis y desarrollo de los CT, en el área localizada entre las
costas de ese continente y el Arco de las Antillas Menores.
Sin embargo, cuando apenas faltan 14 días para el cierre de la
temporada del 2013, el venidero 30 de noviembre, su comportamiento
dista mucho de lo previsto en los pronósticos estacionales al
registrarse hasta este viernes 15, doce tormentas tropicales, la
mayoría caracterizadas por ser sistemas débiles poco organizados.
Solo dos (Humberto e Ingrid) se convirtieron en huracanes que no
sobrepasaron la Categoría 1 en la escala Saffir-Simpson, y cu-ya
vida con esa fuerza resultó bien efímera.
Como señala a Granma el doctor en Ciencias Ramón Pérez
Suárez, del Centro del Clima del propio Instituto de Meteorología,
ello la convierte en la de menor número de huracanes en la cuenca
del Atlántico desde 1982 a la fecha, cuando también hubo idéntica
cifra, pero con la diferencia de que uno de ellos fue intenso.
Al mismo tiempo es la primera que transcurre sin la formación de
un organismo de esa magnitud en los últimos 18 años.
Lo anterior contrasta con los 12, 7, y 10 huracanes, registrados
en las temporadas del 2010, 2011 y 2012, respectivamente.
Si bien habrá que investigar en los próximos meses con mayor
profundidad, por qué los patrones de la circulación atmosférica se
comportaron de forma tan inesperada y poco propicia para el
desarrollo de los huracanes a pesar de no haber un evento ENOS; en
principio ello parece estar asociado en lo fundamental a la fuerte
cizalladura vertical del viento predominante en gran parte del mar
Caribe (impide que pueda concentrarse la energía en la altura para
la formación y fortalecimiento de los CT), y a la notable presencia
de Polvo del Sahara durante los meses de julio, agosto y septiembre
en la región del Atlántico tropical, comprendida entre los 10 y 20
grados de latitud norte y los 20 y 60 grados de longitud, la zona de
mayor actividad ciclónica de la cuenca atlántica.
El doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, de la Sección de
Satélites de la citada institución perteneciente al Ministerio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, precisó que las nubes de polvo
crean un ambiente sumamente hostil a la aparición de organismos
ciclónicos, pues son masas de aire caliente con valores mínimos de
humedad relativa, que aportan un aire muy seco capaz de inhibir en
gran medida su nacimiento o debilitar a los ya surgidos.
Por fortuna la naturaleza no se ensañó esta vez con ningún país
de nuestra región geográfica, salvo el caso de México azotado casi
de manera simultánea por el huracán Ingrid, y otro procedente del
océano Pacífico oriental, los cuales causaron severos estragos en
esa hermana nación.
TEMPORADAS
CICLÓNICAS CON MENOR CANTIDAD DE HURACANES DESDE 1907 A
LA FECHA |
1907 |
Ninguno |
1914 |
Ninguno |
1925 |
Uno |
1917 |
Dos |
1919 |
Dos |
1922 |
Dos |
1930 |
Dos |
1931 |
Dos |
1982 |
Dos |
Fuente:
Centro del Clima del Instituto de Meteorología |