
Para inquietud de la comunidad científica
internacional, los procesos erosivos afectan hoy en alguna medida a
la mayoría de las playas del mundo y hay regiones donde estos tienen
una acentuada presencia, como ocurre en las existentes en el oeste y
sur de los Estados Unidos, España, México, Jamaica, y otros países
europeos, de la región del Caribe, y Sudamérica.
Cuba no escapa a tan desfavorable tendencia y de
acuerdo con las investigaciones desarrolladas dentro del
Macroproyecto sobre peligros y vulnerabilidad costera para los años
2050 y 2100, aproximadamente el 84 % de las 413 playas identificadas
en el país muestran indicios de erosión.
El carácter generalizado de ese proceso obedece,
básicamente, al aumento gradual del nivel medio del mar, y a las
inadecuadas acciones practicadas por el hombre durante decenios
sobre dichos ecosistemas.
Ubicadas en la Ensenada de Sibarimar, en el tramo de
costa comprendido entre Tarará y Punta Rincón de Guanabo, las
conocidas Playas del Este de La Habana constituyen en el verano una
de las opciones recreativas más apreciadas por la población
capitalina, además del valioso potencial que atesoran para impulsar
el turismo.
Sin embargo, durante las últimas cuatro décadas
diferentes estudios realizados por especialistas del Instituto de
Oceanología, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente,
en colaboración con la delegación provincial del CITMA y otras
instituciones, permitieron comprobar la presencia de un notable
proceso de erosión y retroceso de la línea costera en las playas
Guanabo y Veneciana, y de carácter moderado en el área de El Mégano,
Santa María del Mar y Boca Ciega.
Dentro de las causas de este fenómeno fueron
identificadas la existencia de un déficit en los aportes naturales
de arena, la incorrecta permanencia de instalaciones e inmuebles
construidos sobre la zona costera, pertenecientes a personas
naturales y entidades estatales, y las extracciones ilegales de
arena, que a pesar de todas las advertencias públicas acerca de su
prohibición y consecuencias negativas, continúan haciéndose en
partes de El Mégano, particularmente.
También incide la insuficiente presencia de una
adecuada vegetación costera que estabilice la duna, y la acumulación
de residuos sólidos (latas de refrescos y cerveza, pomos plásticos,
bolsas de nylon, etcétera), abandonados por los bañistas.
Bajo la dirección de la licenciada Magaly Sosa
Fernández, especialista del Instituto de Oceanología, desde el 2011
comenzó a elaborarse el proyecto Rehabilitación funcional de las
dunas en un sector de Playas del Este, cuya primera etapa de
investigación tuvo el propósito de evaluar el estado general de
estas en las diferentes zonas incluidas en el estudio y diseñar las
alternativas posibles para recuperarlas.
Como explica a Granma la experta, el tramo
escogido para iniciar los trabajos abarca una longitud de costa de
300 metros, justo frente al hotel Tropicoco (antes nombrado Mar
Azul), donde lo primero que se hizo consistió en eliminar todas las
estructuras levantadas en la zona, y reubicar los kioscos de la
gastronomía.
Fue demolida una antigua casamata y el viejo sendero
peatonal, muy transitado por la población en la época cuando
predominaban allí las casuarinas, es decir, durante los años sesenta
y setenta del pasado siglo.
Precisó que al igual que sucede en gran parte de las
playas de la zona, aquí la pérdida de la duna responde al efecto del
viento, pues al no disponer de una cobertura de vegetación
conveniente, la arena es trasladada hacia tierra adentro,
propiciando la erosión.
"Ya el 20 de junio pasado y con el apoyo de
Inversiones Gamma y la empresa Arentur-Habana del Este, empezaron
las labores dirigidas a reconstruir la duna al remover y colocar en
su sitio original unos 11 mil metros cúbicos de arena, faena que
terminamos el fin de semana último".
La investigadora Magaly Sosa explicó que tiene
lugar, además, la siembra de gramíneas y boniato de playa,
fundamentalmente, para estabilizar los volúmenes de arena y
controlar la erosión, labor donde ha sido clave la participación del
Instituto de Ecología y Sistemática.
Resulta de interés destacar que lo anterior condujo
a la creación y fomento por primera vez de un vivero de especies en
sustrato arenoso, situado en Barreras, a poca distancia del lugar.
Asimismo, fueron construidas pasarelas elevadas de
madera en forma de puente, a fin de que las personas en camino hacia
la playa lo hagan por ahí, y así garantizar una mejor protección de
la vegetación plantada en la duna.
Pero la continuidad del proyecto, que prevé dentro
de unos meses empezar las acciones de recuperación de la duna en la
Playa de Boca Ciega a lo largo de 1 200 metros, puede perjudicarse
por la carencia de bulldozer y retroexcavadoras de mayor potencia,
algo que dada la prioridad concedida por la dirección del país a la
recuperación de las playas dentro de la estrategia de adaptación al
cambio climático, no debe faltar.
No menos importante es enfrentar con todo el rigor
de la ley las manifestaciones de indisciplina social que lastran tan
encomiable esfuerzo, como es el velar por el cuidado de las
pasarelas recién construidas, algunas de las cuales ya han sufrido
el arranque de varios troncos de madera.