(7 de
mayo de 2011)
El reto de modelar el clima
futuro
Orfilio Peláez
pelaez@granma.cip.cu
Mucho antes de ser catalogado como un proceso
inequívoco acelerado por la mano del hombre, en la década del
noventa del pasado siglo comenzaron en nuestro país las
investigaciones dirigidas a conocer con suficiente antelación las
probables implicaciones del cambio climático en diferentes esferas
de la vida nacional, y las formas de paliar sus efectos.
La
sobreelevación del nivel del mar y el oleaje provocado por huracanes
intensos es el mayor peligro del cambio climático para nuestro
archipiélago.
En aquella etapa y durante más de dos años se
desarrolló un estudio denominado Impacto del cambio climático y
medidas de adaptación en Cuba, en el cual participaron alrededor de
cien expertos de trece centros científicos y organismos del Estado,
cuyo autor principal fue el doctor Tomás Gutiérrez Pérez, director
general del Instituto de Meteorología.
Sus resultados mostraron una clara tendencia al
aumento de la temperatura media del archipiélago y a la elevación
del nivel del mar, además de calcular los posibles escenarios del
futuro comportamiento del clima en cuatro plazos de referencia:
2010, 2030, 2050 y 2100.
El
aumento en la frecuencia e intensidad de los eventos
hidrometeorológicos extremos plantea nuevos desafíos para la ciencia
.
Los sectores incluidos en el trabajo fueron recursos
hídricos, zonas costeras y recursos marinos, agricultura y
silvicultura, asentamientos humanos, biodiversidad y salud.
Por sus aportes esta investigación mereció en 1999
uno de los Premios Nacionales otorgados por la Academia de Ciencias
de Cuba, y el Premio Especial del Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente (CITMA).
A pesar de que transcurrieron casi doce años, buena
parte de sus conclusiones mantienen plena vigencia y son una fuente
de referencia indispensable en los actuales proyectos vinculados al
enfrentamiento del cambio climático en Cuba.
APUESTA POR LA ADAPTACIÓN
Como plantean los especialistas, el clima cubano es
hoy más cálido y extremo. Desde 1951 la temperatura media subió en
0,6 grados Celsius, tendencia condicionada sobre todo por el aumento
de los valores de la mínima.
Asimismo, hay una expansión del verano y una
contracción del invierno, se incrementa la frecuencia de sequías más
intensas y prolongadas, mientras el nivel del mar ascendió a un
ritmo de 2,14 milímetros por año, de acuerdo con los registros de la
estación mareográfica de Siboney, al oeste de la capital. El primer
decenio del siglo XXI registra la mayor cantidad de azote de
huracanes intensos para una década, con un total de 7.
Por indicación del Gobierno, a partir del mes de
octubre del 2007 se intensificaron las investigaciones referidas al
Programa de Enfrentamiento al Cambio Climático, y se aprobó el
Macroproyecto sobre peligros y vulnerabilidad de la zona costera
cubana para los años 2050 y 2100.
Este lo componen hoy trece proyectos de
investigación y servicios científicos tecnológicos, donde participan
16 instituciones de cinco Organimos de la Administración Central del
Estado y alrededor de 300 especialistas. Las entidades cabeceras son
el CITMA, la Agencia de Medio Ambiente y el Grupo Empresarial
GEOCUBA.
Dentro de los resultados aportados por el
Macroproyecto figura el haber identificado que el ascenso gradual
del nivel medio del mar es la principal amenaza a largo plazo del
cambio climático en la zona costera de Cuba, teniendo en cuenta su
impacto en la disminución lenta de la superficie emergida en las
zonas bajas, y la salinización de los acuíferos, debido al avance de
la cuña de agua marina.
Lo anterior se traduciría en una reducción de las
áreas de cultivo, y de la calidad y disponibilidad del recurso agua.
También pudo determinarse que en lo inmediato la
sobreelevación del nivel del mar y el oleaje provocado por huracanes
intensos es el mayor peligro del cambio climático para nuestro
archipiélago.
Sin dudas, el país tiene adelantado un largo camino
en la lucha contra lo que muchos ecologistas y políticos consideran
el más grande desafío ambiental de la presente centuria. Modelar los
escenarios futuros es parte esencial de esa apuesta por el porvenir,
y de la inaplazable necesidad de trabajar desde ahora en el diseño
de medidas de adaptación y mitigación a los efectos de ese
progresivo proceso. |