Según la cronología elaborada sobre el tema por especialistas del
Centro del Clima del Instituto de Meteorología, la lista de los
"grandes" es encabezada por la célebre Tormenta de San Francisco de
Borja, la cual castigó con particular furia a La Habana los días 10
y 11 de octubre de 1846.
A su paso se registró un valor mínimo de presión atmosférica de
916 hectopascal (hPa), el más bajo reportado en nuestro país hasta
la actualidad.
Tomando en cuenta la magnitud de los daños causados en las
edificaciones de piedra, consideradas muy sólidas, los numerosos
derrumbes y otras evidencias, los expertos opinan que la velocidad
de sus vientos máximos sostenidos debió superar los 250 kilómetros
por hora.
Eso permite clasificarlo dentro de los contados huracanes
categoría 5 en la escala Saffir-Simpson (implantada en 1969 por el
ingeniero Herbert Saffir y el meteorólogo Bob Simpson), que cruzaron
sobre suelo cubano en las últimas dos centurias. Se calcula que el
60% de los árboles existentes en las áreas por donde pasó fueron
derribados.
Sin ubicarlos en un orden específico, la relación de los grandes
huracanes del décimo mes del año (todos con categoría 3, 4, o 5)
incluye, además, a la llamada Tormenta de San Francisco de Asís, el
4 y el 5 de octubre de 1844; el llamado huracán de San Marcos (7-8
de octubre de 1870, que provocó más de 700 muertos en Matanzas); el
huracán de Pinar del Río, del 7 al 9 de octubre de 1882; el del 19
de octubre de 1924, también en Pinar del Río; y los famosos ciclones
del 20 de octubre de 1926, y el 18 de octubre de 1944, cuyos mayores
efectos se sintieron en la entonces Isla de Pinos, y La Habana.
Por ser la segunda mayor catástrofe natural sucedida en el país
no puede dejar de mencionarse el Flora, que azotó con torrenciales
lluvias a las hoy provincias orientales, del 4 al 8 de octubre de
1963. Murieron alrededor de 1 200 personas.
Uno de los eventos naturales más notables ocurrido en la mayor de
las Antillas lo constituye sin duda el denominado huracán de los
Cinco Días, en octubre de 1910, es decir, hace justamente cien años.
El profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, reconocida autoridad en
el campo de la historia de la meteorología en Cuba, explica que este
organismo tropical surgió en un área de bajas presiones situada al
norte de Panamá.
Del 8 al 12 de octubre se desplazó en un rumbo próximo al norte
noroeste, y el 14 cruzó sobre o muy cerca de la porción oeste de la
Isla de la Juventud, azotándola con fuerza.
En la tarde de ese propio día penetró por un punto cercano a La
Coloma en la costa sur de Pinar del Río, probablemente como huracán
categoría 4 (vientos máximos sostenidos de 210 a 250 kilómetros por
hora).
Registros de la época muestran la ocurrencia de valores mínimos
de presión atmosférica de 938 hPa y hasta de 924 hPa, reportado al
parecer por una embarcación, mientras en la capitalina estación
meteorológica de Casablanca hay medida una racha de viento máximo de
209 kilómetros por hora.
Próximo a salir al mar por la costa septentrional de Pinar del
Río, relata el profesor Luis Enrique, un anticiclón situado al norte
lo bloquea y obliga a describir una trayectoria en forma de lazo
primero al oeste, luego al sur, sureste, y de nuevo retoma el
nordeste, lo cual lo hace pasar dos veces por una misma zona,
aparentemente en las inmediaciones de Cayo Jutía.
Tan insólito rumbo dio lugar a que sus intensas lluvias se
prolongaran por espacio de cinco a seis días sobre la geografía de
la parte más occidental de Cuba, provocando extraordinarias
inundaciones.
Es probable que los acumulados sobrepasaran los 500 milímetros en
algunos puntos, en particular en las zonas montañosas. Sus
fortísimos vientos abarcaron también a lo que son hoy las dos
provincias habaneras y Matanzas. Con menor intensidad se extendieron
hasta Cienfuegos y Villa Clara.
La carencia de datos demográficos exactos, y de un estudio
referido al impacto provocado por este notable huracán, impide hacer
un conteo real del número de víctimas fatales, pero opinamos que
pudo llegar a un millar, de ahí que sea considerado entre los
desastres más significativos en la historia de Cuba, apuntó el
especialista.
Sí pudo comprobarse que todas las cosechas, particularmente la
tabacalera, fueron destruidas, al igual que la mayor parte de las
viviendas rurales. Asimismo, la masa ganadera quedó diezmada en alto
grado.
Como refiere Luis Enrique, el fenómeno sembró gran desconcierto
en los meteorólogos de la época. Por ejemplo, el padre Lorenzo
Gangoiti, del Observatorio del Colegio de Belén, planteó que lo
ocurrido se debía al paso de dos ciclones tropicales consecutivos
que azotaron a Pinar del Río, La Habana y Matanzas, criterio no
compartido por el Observatorio Nacional.
Ello generó una polémica "ciclónica" entre ambas instituciones,
la cual es considerada uno de los mayores debates científicos
sucedidos en Cuba en los inicios del siglo XX.
Todavía en 1933, el padre Mariano Gutiérrez Lanza, del
Observatorio del Colegio de Belén, decía que fueron dos organismos
tropicales intensos los que azotaron a Pinar del Río entre el 14 y
el 18 de octubre de 1910.
Investigaciones hechas por el meteorólogo cubano José Carlos
Millás, demostraron que los prolongados efectos de aquel ciclón se
debieron a la denominada por él recurva en lazo, es decir una
peculiar trayectoria que suelen describir ciertos huracanes cuando
reciben la influencia de determinados sistemas atmosféricos.