Adorado
desde la antigüedad por muchas de las culturas que han poblado
nuestro mundo, el Sol vuelve a centrar la atención de los astrónomos
del orbe al confirmarse el inicio reciente de un nuevo ciclo de
tormentas solares.
Los ciclos suelen durar un promedio de 11 años y su
intensidad es directamente proporcional al número de manchas solares
existentes: si estas aumentan de manera significativa, la
probabilidad de ocurrencia de grandes tormentas solares será mayor.
Como explicó a Granma el ingeniero Pablo
Sierra Figueredo, del Instituto de Geofísica y Astronomía del
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, durante un
periodo solar activo crece la frecuencia de erupciones violentas del
Astro Rey, las cuales emiten un flujo de partículas de alta energía
denominado viento solar, que se propaga a través del espacio y puede
llegar a la Tierra en un período de dos a tres días.
Tal fenómeno altera el campo magnético del planeta
y, en dependencia de su magnitud, puede dañar las redes eléctricas e
interferir las comunicaciones de satélites, dispositivos GPS de
posicionamiento global y otros sistemas, además de exponer a los
astronautas a mayores niveles de radiación dañina. Al margen de
estos efectos nocivos, las propias tormentas generan el brillante
espectáculo de las auroras boreales.
Si bien los pronósticos internacionales muestran
discrepancias en cuanto a la intensidad real que tendrá el
denominado Ciclo 24 de actividad solar (los vaticinios lo sitúan
entre moderadamente fuerte y moderadamente débil ), el pico de
máxima magnitud debe alcanzarse entre finales del 2011 y mediados
del 2012.
En Cuba, indicó el doctor Sierra, se han realizado
diferentes investigaciones para valorar la influencia de las
tormentas solares en la salud humana. Uno de los estudios arrojó que
la curva de morbilidad por infarto agudo del miocardio en el grupo
de personas con más de 64 años aumentó el día después de ocurrir la
perturbación magnética.