(4
de julio de 2003)
Tormentas Locales
Severas
La cólera del viento
ORFILIO PELÁEZ
Quizás no tan conocidas
o divulgadas con grandes titulares en la prensa como los huracanes,
las llamadas Tormentas Locales Severas (TLS) pueden ocasionar en
pocos minutos considerables daños materiales y hasta pérdidas de
vida.
Si bien durante mucho
tiempo este tipo de sistema atmosférico fue poco estudiado en
nuestro país, una investigación realizada por el reconocido
meteorólogo Arnaldo Alfonso (ya fallecido) demostró la conveniencia
de prestarles la mayor atención al constituir un elemento importante
dentro del clima de Cuba, debido a la frecuencia y magnitud con la
cual suelen aparecer.
De manera general, una
tormenta local recibe la clasificación de severa, cuando viene
acompañada por uno o varios de los siguientes fenómenos: tornado,
caída de granizo de cualquier tamaño, trombas marinas, o vientos
fuertes en rachas, capaces de igualar y sobrepasar los 100
kilómetros por hora.
Un rápido pase de
revista a lo señalado por Alfonso en su trabajo, permite comprobar
que las TLS ocurren en nuestro país a lo largo de todo el año, pero
el período de máxima actividad se extiende de mayo a septiembre, es
decir, coincide con la etapa donde resulta mayor el número de días
con descargas eléctricas en el país.
Sin embargo,
históricamente las más destructivas se presentan en el cuatrimestre
febrero-mayo, casi siempre relacionadas con las líneas de tormentas
eléctricas que preceden a algunos frentes fríos.
Otro detalle de interés.
La mayoría de ellas se forman en horas de la tarde, sobre todo entre
la una y las seis, con excepción de la Isla de la Juventud, donde
ocurren casi siempre de noche.
En cuanto a su
distribución, se ha podido determinar que las TLS son más frecuentes
en las zonas llanas y entre los lugares de mayor incidencia,
sobresale la franja comprendida desde la parte central de la
provincia de La Habana, hasta Cienfuegos.
Casi todos los
especialistas coinciden en calificar a los tornados como la más
peligrosa y destructiva forma de manifestación de una tormenta local
severa.
Y es que durante el paso
de un tornado, la fuerza de los vientos alcanzan velocidades
verdaderamente extraordinarias, pues incluso, se plantea que en
muchas ocasiones los anemómetros no resisten la fuerza del aire y es
imposible medir la magnitud real de las rachas.
Por eso, para clasificar
la intensidad de un tornado se emplea una escala subjetiva, que a
partir del análisis de los daños producidos, permite calcular
aproximadamente la velocidad máxima del viento.
En Cuba el tornado más
intenso registrado es el ocurrido el 26 de diciembre de 1940, en la
localidad habanera de Bejucal, el cual produjo la muerte de 20
personas, heridas a más de 200, y la destrucción total de numerosas
casas.
La velocidad del viento
estimada debió superar los 330 kilómetros por hora.
Más reciente, en mayo de
1999, otros dos fortísimos tornados causaron pérdidas humanas y
cuantiosos daños materiales en los poblados de Pedroso, en Matanzas,
y Cruces, en Cienfuegos, respectivamente.
Según el criterio de
especialistas del Instituto de Meteorología, el tornado es un
torbellino de aire y vapor de agua, que se traslada en contacto con
la superficie y toma el aspecto de un enorme embudo producido por el
polvo, tierra, piedras, y pedazos de objetos arrastrados por el
viento.
Parte casi siempre de
una nube de tormenta de gran desarrollo vertical. Si el embudo no
toca tierra y se queda pendiente de la nube, se le nombra rabo de
nube, que es como le llaman nuestros campesinos (también le dicen
manga de viento).
Los tornados suelen
originarse cuando imperan condiciones de gran inestabilidad en la
atmósfera, incluso, pueden aparecer asociados al paso de los
ciclones tropicales, en el cuadrante delantero derecho y entre 200 y
500 kilómetros del centro del meteoro.
Por fortuna, son mucho
más pequeños que los huracanes en cuanto a tiempo de duración (el
promedio de vida es de 10 a 15 minutos), distancia a recorrer
(difícilmente llegan a los 5 kilómetros) y radio de afectación, pues
aún en los más grandes alcanza solo cientos de metros.
Además de los efectos de
la fuerza del viento, las TLS son peligrosas por la intensa
actividad eléctrica generada en ellas —constituyen la principal
causa de muerte por fenómenos meteorológicos en Cuba—, y los daños
considerables que pueden ocasionar en los cultivos agrícolas las
grandes granizadas, como las registradas en las provincias de Sancti
Spíritus y Holguín, en mayo de 1986. |